Siruela, 2020. 250 páginas. En una noche de insomnio la escritora recibe la visita de un hombre misterioso, con el que supuestamente había quedado para realizar una entrevista. A lo largo de la conversación dialoga acerca de su propia obra, sus memorias, sus proyectos de futuro, todo bajo la sombra irreal de un ambiente ligeramente onírico. Que bien me cae Carmen y que alegría me da que este libro, extraño pastiche que se autodescribe en el interior al decir que tenía que cumplir la promesa que le había hecho a Todorov de escribir una novela fantástica y también de escribir unas memorias, sea tan bueno. Aquí se mezcla todo en ese territorio extraño que es el sueño, donde todo cabe si está bien escrito. Porque qué bien hila la autora esos recuerdos del primer franquismo con las reflexiones acerca del hecho de escribir, el análisis de su propia obra o el adelanto en formato libro del libro que le daría más fama, Usos amorosos de la posguerra en España. Al mismo tiempo construye un artefacto metanarrativo que ahora nos parece hasta inocente, pero que en aquel momento tuvo que impactar. Se critica a sí misma por boca del misterioso interlocutor…
Ensayo continuación del mismo estudio que hizo la autora sobre el siglo XVIII. En este caso explicando las desventuras amorosas en una postguerra dominada por una religión asfixiante y una opresión sobre las mujeres desmesurada. Por ejemplo: La mujer de España, por española, es ya católica —leemos en un texto de la época—… Y hoy, cuando el mundo se estremece en un torbellino guerrero en el que se diluyen insensiblemente la moral y la prudencia, es un consuelo tener a la vista la imagen «antigua y siempre nueva» (el entrecomillado es mío) de esas mujeres españolas comedidas, hacendosas y discretas. No hay que dejarse engañar por ese otro tipo de mujer que florece en el clima propicio de nuestra polifacética sociedad, esa fémina ansiosa de «snobismo» que adora lo extravagante y se perece por lo extranjero. Tal tipo nada tiene que ver con la mujer española y, todo lo más, es la traducción deplorable de un modelo nada digno de imitar Aunque ante tanta obligación de ser sumisa, complaciente y siempre dispuesta para el varón algunas eran capaces de hacer algún gesto rebelde: En mi juventud oí contar, dándolo por cierto, el caso de una señorita —no sé si de…
Una de las últimas entrevistas del programa A fondo fue a la escritora Carmen Martín Gaite, de quien ya comentamos aquí su obra de teatro La hermana pequeña. Sé que a Sandra le va a gustar. Aquí la tienen:
Editorial Anagrama, 1999. 130 páginas. Salir del cascarón No había leído ninguna obra de Martín Gaite y me llamó bastante la atención. Escrita en 1959 para ser interpretada por Lali Soldevila no llegó a representarse y la metió en un cajón hasta que Angel garcía Moreno la rescató cuarenta años después, estrenándola el 19 de enero de 1999, un año antes de la muerte de la autora. Dos hermanas de diferentes madres han recorrido caminos distintos; la mayor se fue a Madrid para intentar ser actriz. La pequeña ha vivido en una pequeña ciudad de provincias con su madre. Cuando ésta muere decide ir a Madrid para vivir con su hermana. Pero conquistar la libertad no es una tarea fácil y tendrá que descubrirlo por ella misma. Es difícil entender porque nunca llegó a representarse la obra; los años transcurridos la han tratado bien. Los personajes están bien definidos y la trama -muchas cosas hay que ganarlas con sufrimiento- tiene mucho que enseñar al patetismo de muchas series de televisión actual. Me alegra pensar que Carmen Martín Gaite pudo verla representada antes de morir. Escuchando: Batiscafo Katiuscas. Antonia Font. Extracto:[-] TONI: ¡Tardes, guapa! Son tardes. Creí que estabas dormida. LAURA:…