Solange Rodríguez Pappe. La primera vez que vi a un fantasma.

enero 25, 2023

Solange Rodríguez Pappe, La primera vez que vi a un fantasma
Candaya, 2018. 140 páginas.

Incluye los siguientes relatos:

A tiempo para desayunar
Paladar
Instantánea borrosa de mujer con luna
Funeral doméstico
Un hombre en mi cama
Pequeñas mujercitas
Conversación de los amantes
Pistola cargada
Un paseo de domingo
La historia incómoda que nos contó Olivia el día de su cumpleaños
Matadora
El Atanudos
Cuento antes de ir a la cama
Confeti en el cielo
La primera vez que vi un fantasma

Que crean atmósferas angustiosas, situaciones ominosas donde el desastre parece estar a la vuelta de la esquina. En Paladar, por ejemplo, la promesa de una comida excepcional solo para comensales arriesgados se mezclan con el regreso a Lima de la protagonista y una escapada nocturna donde todo está siempre a un paso de pero que nunca ocurre. Los cuentos largos suelen tener un final sin estridencias ni giros de guión, pero en los cortos sí que hay esa sorpresa que es marca del género.

Mis preferidos son El Atanudos, buena historia narrada con un pulso excelente y el que cierra el volumen y da título al libro, una vuelta de tuerca a un tema aparentemente agotado como es la aparición de un fantasma, que deja un poso de tristeza y no de terror.

Todo un descubrimiento.

Muy bueno.

INSTANTÁNEA BORROSA DE MUJER CON LUNA
A veces vine un tipo. No es un tipo especial y lo sabes. No es un tipo para quedarse a vivir: se sienta a tu lado y te habla. Tú toleras las volutas del humo que exhala su boca vacía y el clima artificialmente íntimo porque estar en la calle es peor. Siempre atraes a tipos simples, desabridos, como este que ahora te pregunta algo tras el muro tembloroso de la música y tú le cuentas la verdad que dices siempre: “Estoy sola”.
Ves armarse el ritual y lo sobrellevas con paciencia: la generosidad, el frotamiento de miradas, la aproximación de las rodillas. Cuando ya no hay más luces encendidas sales a caminar y en la madrugada está la luna enseñando sus dos puntas blancas. Te pregunta, lo esquivas, te inquiere otra vez. Le revelas que no estás buscando un compañero, que tu aislamiento se alimenta a sí mismo, que quizá si alguien deseara probar, experimentar de verdad, accederías. Y él se ofrece como todos. Y tú, romántica, le crees y lo muerdes ávidamente en la nuez con toda la ternura de la que eres capaz, como una virgen. Y él huye gritando hacia la luz de una farola, confirmando tu soledad de monstruo.
Invariablemente, en noches como esta, en las que viene un tipo, te provoca ser cualquier cosa: un lobo, una tarántula, una serpiente. Todo. Cualquier cosa… menos la sombra hambrienta de una mujer.

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