Editorial Península, 2008. 940 páginas.
Tit. Or. The Economic Naturalist. Trad. Carlos Fernández-Victorio Hernández.
Desde esta bitácora se ha hecho campaña muchas veces sobre la necesidad de tener un mínimo de cultura científica. Aquí puede incluirse la cultura económica, necesaria siempre pero más en los tiempos moviditos que nos está tocando vivir. Se agradece la existencia de un libro de divulgación de estos temas.
¿Se puede explicar economía sin usar términos complicados? Se puede, y Robert H. Frank lo demuestra. Su tesis es que todo se aprende mejor si se empieza con conceptos sencillos y se machacan hasta que se aprenden. Entonces es el momento de pasar al siguiente nivel. Su estrategia es muy sencilla. Sus alumnos deben escoger una pregunta cotidiana y responderla desde un punto de vista económico. Por ejemplo ¿Por qué muchos bares cobran el agua pero regalan cacahuetes? Porque su objetivo es vender bebidas alcohólicas y mientras que los cacahuetes se complementan con el alcohol, el agua compite con esa venta.
Cada una de las respuestas sirve al autor para ilustrar algún concepto económico fundamental, como el coste de oportunidad, la oferta y la demanda, la economía del descuento o los límites de la propiedad. En concreto me ha gustado el capítulo 2 que nos explica que el dinero no se da gratis:
En el futuro, igual que en el pasado, la única manera de enriquecerse será conjugando de algún modo habilidad, ahorro, esfuerzo y suerte
Quedan avisados los que creen en sistemas maravillosos.
También explica muchos de una manera sencilla muchos de los defectos del sistema capitalista, que los liberales parecen obviar. En el capítulo 5 se explica la carrera armamentística que supone en muchos casos un mercado en competencia.
Es posible que algunas de las explicaciones no resulten satisfactorias, y el autor anima a que cada uno busque sus propias soluciones. Su mejor baza es un lenguaje ameno y una buena capacidad de ilustrar como la economía se aplica en todas las situaciones cotidianas. Su único defecto es que a un experto quizá no le diga nada nuevo.
Pueden leer otra reseña en Economy: El economista naturalista.
Extracto:[-]
¿Por qué muchos bares cobran el agua a sus clientes, pero les regalan los cacahuetes?
Algunos bares cobran a sus clientes hasta cuatro dólares por una botella de agua de medio litro y, sin embargo, tienen siempre a disposición de los clientes cuencos llenos de frutos secos salados. Dado que es más caro producir frutos secos que agua, ¿no debería ser al revés?
Para comprender esta práctica, lo fundamental es reconocer que las condiciones en que los bares ofrecen agua y frutos secos están determinadas por el efecto de estos productos en la demanda del producto principal de los bares, a saber, las bebidas alcohólicas. Los frutos secos y las bebidas alcohólicas se complementan. Cuantos más frutos secos se comen, más cervezas o combinados se piden. Puesto que los frutos secos son relativamente baratos y cada bebida alcohólica tiene un margen de beneficio relativamente alto, no cobrar por los frutos secos suele contribuir a aumentar los beneficios de los bares.
En cambio, el agua y las bebidas alcohólicas son productos sustitutivos. Cuanta más agua beban los clientes, menos bebidas alcohólicas pedirán. Por eso, aunque el agua es relativamente barata, los bares tienen buenas razones para cobrar un precio alto por ella y así desincentivar su consumo.
3 comentarios
Mis asignaturas pendientes: la politica y la economia.
En fin, queda apuntado el libro para la proxima compra.
¡Joder Juan Pablo! Contigo si que no voy a levantar nunca mi economia jajaja
Saludos colega!
Si quieres que tu economía no sufra tanto, te lo presto 🙂
Huauuuu!
esta pregunta me entraba en una práctica, me ha ido de fábula el artículo…
Sin duda alguna… compraré el libro….
Bona nit!