Penguin Random House, 2015.406 páginas.
Tit. Or. What if? Trad. Irene Cora Tiedra.
Randall Munroe es el creador de la web xkcd, que muchos frikis -y no tan frikis- seguimos con asiduidad por sus chistes en los que se mezclan conceptos tecnológicos con situaciones cotidianas y aparecen personajes tan entrañables como el zombie de Feynmann.
Se le ocurrió una sección muy curiosa para su web: que los internautas le lanzaran preguntas del tipo ¿Qué pasaría sí…? Algunas tan curiosas como ¿Qué le pasaría a la tierra si el sol desapareciera de repente? ¿Qué pasaría si metiésemos un secador encendido con suministro eléctrico continuo en una caja hermética de 1x1x1 metros?
El autor se dedica a investigar, con toda la potencia de la ciencia y nuestro conocimiento acumulado, a dar una respuesta seria a la pregunta. Recopila los datos pertinentes, hace los cálculos y presenta la respuesta de una manera muy amena, incluyendo dibujos bastante cómicos. Al principio pensaba que sería un libro que se me iba a hacer largo, por lo repetitivo del esquema, pero lo cierto es que te engancha y cuesta parar.
Además por el camino aprendemos un montón de datos, algunos curiosos, otros relacionados con diferentes ramas de la ciencia. Como defecto a la versión en castellano algunas erratas: en la página 149 se dice que hay de 1015 a 1016 hormigas en el mundo, y creo que deberían ser 1015 a 1016. El fallo se repite en la página 249 (¿casualidad? no lo creo) al decir que una estrella de neutrones libera 1057 neutrinos, que seguramente serán 1057. También se habla en un momento de acabar el nivel uno del Mario Bros tomando el atasco (sic) del tubo.
Instructivo e interesante.
Sabemos que nadar en las piscinas de combustible es seguro porque hay buzos que se encargan de su mantenimiento de manera rutinaria.
Sin embargo, estos buzos tienen que tener cuidado.
El 31 de agosto de 2010 un buzo que se encargaba del mantenimiento de la piscina de combustible gastado en el reactor nuclear de Leibstadt, en Suiza, vio un tubo de longitud incierta en el fondo de la piscina y avisó por radio a su supervisor para preguntar qué debía hacer. Le dijeron que lo pusiera en su cesta de herramientas, que fue lo que hizo, pero debido al ruido de las burbujas no oyó la alarma de radiación.
Cuando sacó la cesta de herramientas del agua, saltó la alarma de radiación de la habitación. El buzo tiró la cesta de nuevo al agua y salió de la piscina. Los dosímetros del buzo mostraron que había recibido una dosis de radiación mayor de lo normal en todo el cuerpo y una dosis extremadamente alta en su mano derecha.
El objeto resultó ser un tubo protector de un monitor de radiación en el núcleo del reactor, convertido en altamente radioactivo por el flujo de neutrones. Se había desprendido de manera accidental cuando en 2006 cerraron una cabina. Enseguida se hundió y permaneció en una esquina de la piscina, donde había pasado inadvertido cuatro años.
El tubo era tan radioactivo que si el buzo lo hubiera colocado en su cinturón de herramientas o en su bolso colgado al hombro, que están más cerca del cuerpo, podría haber muerto. En su caso, el agua le protegió y solo su mano —una parte del cuerpo más resistente a la radiación que los delicados órganos internos— recibió una dosis alta.
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