Recopilación de descubrimientos fortuitos, lo que en castellano llamamos chiripa y en inglés serendipity. El concepto podría definirse no tanto como una casualidad como cuando vas a buscar una cosa y encuentras otra en su lugar.
Por ejemplo, el microondas se descubrió porque quien trabajaba para el rádar vio que la chocolatina en su bolsillo se había derretido. Los rayos X cuando por casualidad Röntgen vio que las placas fotográficas que pensaba usar en un experimento que no realizó habían quedado veladas a pesar de estar guardadas en un cajón. Fleming juntó varias serendipias al descubrir la penicilina.
Cada sección puede leerse con independencia de las otras, la información es rigurosa y explicada de forma amena, agrupadas en cuatro secciones y tiene un apéndice bibliográfico y una sección de serendipias varias despachadas en párrafos más breves.
Muy interesante.
El alquitrán de hulla es un líquido marrón y viscoso que suele usarse como anticorrosivo e impermeabilizante. Este aceite es inflamable y huele a naftalina. Con semejante descripción… ¿te atreverías a utilizarlo para endulzar el café? Mejor no lo intentes. Pero, aunque parezca extraño, la sacarina y el alquitrán tienen una curiosa relación.
Era el año 1879, en el laboratorio que el químico Ira Remsen tenía en la Universidad Johns Hop-kins (Baltimore, EE UU), estaban trabajando con las reacciones químicas del viscoso componente. Uno de los miembros del equipo era el alemán Constantin Fahlberg, que ayudaba temporalmente a Remsen investigando la oxidación de las o-toluolsulfamidas, componentes del hidrocarburo tolueno.
Una noche, después del trabajo, .
mientras Fahlberg cenaba en casa, notó que el pan tenía un sabor extremadamente dulzón. No se había lavado las manos y parecía que de allí provenía el sabor dulce del pan. De regreso al laboratorio, siguió el rastro a ese componente hasta que logró dar con la dulzona partícula derivada del alquitrán: acababa de descubrir la o-sulfamida benzoica, a la que bautizó con el nombre de sacarina.
El primer edulcorante artificial de la historia era entre 100 y 300 veces más dulce que la sacarosa proveniente del azúcar común y completamente acalórica.
Fahlberg se hizo con la patente del producto en Europa y, junto a su tío Adolph List, industrial de Leipzig que enseguida se dio cuenta de la importancia del negocio, fundaron la empresa Fahlberg, List & Co.
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