Owen Jones. Chavs, la demonización de la clase obrera.

noviembre 2, 2016

Owen Jones, Chavs la demonización de la clase obrera
Capitán Swing, 2012. 350 páginas.
Tit. or. Chavs. The demonization of the working class. Trad. Iñigo Jáuregui Eguía.

Ensayo que enfoca desde varias perspectivas la progresiva demonización de la clase obrera en el Reino Unido. Cómo se perdió la dignidad sindical, sobre todo desde la época de Thatcher, y cómo ahora los trabajadores se han convertido en algo a odiar.

El libro está bien, porque denuncia algo que siempre he considerado infame: culpar a la víctima de sus problemas. Sea un juez que dice de quien ha sufrido una violación ‘que iba provocando’ o un neoliberal que quiere recortes sociales porque los pobres son así ‘porque no se esfuerzan’. He tenido que escuchar de empresarios que la ‘gente no quiere trabajar’, y luego sale un puesto de trabajo y se presentan 3000. Que la economía va mal porque ‘hemos vivido por encima de nuestras posibilidades’, no por una política de créditos fáciles basados en una teoría económica de inflación creciente que se ha demostrado errónea, y que estamos pagando entre todos. Que los chapuzas ‘te cobran en negro’, pero no pasa nada con los grandes fraudes fiscales.

Dicho esto al libro le veo algunos defectos. En primer lugar tiene un enfoque periodístico, lo que no es malo a priori, pero se echa de menos algo de análisis. Hay muchos ejemplos de lo mismo y quizás no hacía falta tanto. Luego -y esto ya es cosa mía- es muy local. Lo que se cuenta no es fácilmente exportable a otros países, como España. El propio título es intraducible, porque aquí no tenemos chavs, o si los tenemos no están marginados, o si nos referimos a los marginados ya nos vamos directamente al chabolismo. Además aquí un personaje como Belén Esteban (que podría encajar como chav) es la princesa del pueblo y no es criticada, sino todo lo contrario.

Últimos detalles tontos: cada vez que aparece la palabra ‘pub’ está en cursiva, incluso cuando forma parte de otra palabra (publicación). Seguramente un buscar y reemplazar que se pasó por alto. La traducción del ‘working class’ como ‘clase trabajadora’ no sé si pierde matices y yo hubiera preferido ‘clase obrera’. Porque aquí, lo tenemos claro, trabajadores somos todos. Y explotados, también.

Otra tontería; al ser un ejemplar de la biblioteca ya venía subrayado, precisamente aquellos pocos párrafos de aplicación general que a mí también me han interesado.

«Una desigualdad generalizada es algo extremadamente reciente para casi todo el mundo», sostiene el profesor de geografía humana y «experto en desigualdad» Danny Dorling.
Demonizar a los de abajo ha sido un medio conveniente de justificar una sociedad desigual a lo largo de los siglos. Después de todo, en abstracto parece irracional que por nacer en un sitio u otro unos asciendan mientras otros se quedan atrapados en el fondo. Pero ¿qué ocurre si uno está arriba porque se lo merece7. ¿Y si los de abajo están ahí por falta de habilidad, talento o determinación?
Pero el asunto va más allá de la desigualdad. En la raíz de la demonización de la gente trabajadora está el legado de una auténtica lucha de clases británica. El ascenso al poder de Margaret Thatcher en 1979 marcó el comienzo de un asalto total a los pilares de la clase trabajadora británica. Sus instituciones, como los sindicatos y las viviendas de protección oficial, fueron desmanteladas; se liquidaron sus industrias, de las manufacturas a la minería; sus comunidades quedaron, en algunos casos, destrozadas y nunca más se recuperaron; y sus valores, como la solidaridad y la aspiración colectiva, fueron barridos en aras de un férreo individualismo. Despojada de su poder y ya no vista como una orgullo-sa identidad, la clase trabajadora fue cada vez más ridiculizada, menospreciada y utilizada como chivo expiatorio. Estas ideas se han impuesto, en parte, por la expulsión de la gente de clase trabajadora del mundo de la política y los medios de comunicación.


Se calcula que el fraude al Estado de bienestar cuesta a Hacienda alrededor de un billón de libras al año. Pero, como han desvelado las detalladas investigaciones del auditor Richard Murphy, se pierden 70 billones de libras por fraude fiscal cada año, es decir, setenta veces más. La cruel ironía es que los pobres que viven en comunidades como Dewsbury Moor en realidad pagan más impuestos en proporción a su sueldo que muchos de los pudientes periodistas y políticos que les atacan. Pero ¿dónde está el clamor contra los gorrones de clase media? Dada la manipulación mediática, apenas sorprende que la gente subestime significativamente el coste de la evasión fiscal y sobrevalore el del fraude en las prestaciones.45
Los principales políticos y periodistas no tenían ningún interés en dejar que el caso de Shannon Matthews pasara a la historia simplemente como otro ejemplo de la capacidad de algunos individuos para la crueldad. La grotesca estratagema de una madre para ganar dinero a costa de su vulnerable hija se infló deliberadamente en beneficio de periodistas y políticos decididos a demostrar que las tradicionales comunidades de clase trabajadora habían degenerado en un colectivo residual de vagos y depravados.

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