Institut del teatre, 1998. Biblioteca teatral. 71 páginas.
Tit. Or. The importance of being Earnest. Trad. Jaume Melendres.
9 personajes. 5 hombres y 4 mujeres.
Ingenio por partida doble
Que Oscar Wilde fue una persona extremadamente ingeniosa es un lugar común. La gran cantidad y calidad de sus citas así lo demuestra. Si en alguna de sus obras utiliza Wilde todos los recursos que el ingenio pone a su alcance, es en ésta. Y lo que la convierte en una delicia para el espectador, supone un infierno para el traductor. Desde el título, que juega con el doble sentido Ernesto-Honesto, y que en todas las traducciones al castellano se pierde por completo. El traductor-adaptador, Jaume Melendres, ha hecho un esfuerzo para mantener en lo posible los juegos de palabras, también desde el título. El resultado merece la pena.
La obra es una encantadora comedia que, como dice la contraportada, es una parodia de parodias. El joven John, cada vez que viaja a Londres, utiliza un alter-ego, Frank (Ernesto en la traducción castellana) para que sus correrías no lleguen a oídos de Cecily, de la que es tutor. Un tutor debe tener una moral a toda prueba. La cosa se complica cuando la joven de la que está enamorado le hace saber que sólo se casará con hombre que se llame Frank ¿Será capaz de confesarle la verdad?
Que Wilde fuera capaz de escribir un teatro como éste, que parece calzarle como un guante, y a la vez escribir cuentos tan delicados como ‘el gigante egoísta’, clásicos del terror como ‘El retrato de Dorian Gray’, y poemas desolados como ‘La balada de la cárcel de reading’ no deja de sorprenderme. Un escritor de obligada lectura.
(Un día, un libro 245/365)
Escuchando: Más no puede ser. Antonio de Literes por Al Ayre.
14 comentarios
Tengo una cierta admiración por Oscar Wilde, aunque apenas le he leído (frase de la categoría de la Mazagatos, aunque la mía es más coherente). Me fascina que alguien que fue defensor del arte por el arte, considerado un dandy o un snob, luego fuera capaz de escribir cuentos como el del Gigante egoista, El ruiseñor y la rosa, o El príncipe feliz. Esa batalla entre la sentimentalidad y el arte puro y duro, creo que es una aspiración estética a la que yo me intento encaminar.
Tengo una GRAN admiración por Oscar. Creo (nadie puede saberlo) que se «construyó» su imagen pública, y no tuvo problemas en ser coherente con la imagen y aceptó sus consecuencias (al parecer le avisaron que le apresarían y le mandarían a prisión pero no quiso huir).
Una persona como muchas, polifacética como somos todos, algunos lo sabemos, pero no nos atrevemos. Otras no lo sabemos, o lo sabemos por momentos.
Desde mi niñez le he leído (El Príncipe Feliz fue la primera lectura en la clase de Inglés) y desde ese día ejerció un raro magnetismo sobre mí.
O sea, no puedo hablar desde la objetividad…ni lo creo necesario,
Y si alguna otra obra merece ser citada, recuerdo ahora «una mujer sin importancia»…a la altura de las anteriores, sin dudarlo.
Un abrazo
Nfer
Veo que no soy el único al que afectaron las lecturas tempranas de los cuentos de Wilde. 🙂
Bueno, ni que decir tiene que fuiste uno de los que me empujó a su lectura. Me hace gracia volver a encontrarme tu reseña por aquí, porque ahora la leo tras haber leído a Oscar Wilde y me dice cosas distintas…
Se me olvidaba que tú hiciste una mejor reseña aquí. Las prisas de estos días…
como estoy aburrida hago este comentario pajero:)
yo soi dolores de concha y fuio la que hiso el comentario anterior. les queria preguntar si no saben donde puedo encontra una reseña. bueno y otra cosa yo trabajocomp puta y queria saber si ustedes queriasn venir a mi casa algun dia y les hago oferta. 🙂 mi tel es:4796-6541 LOS ESPERO!!
:):(:S:D
:):):):=:_=Ñ=Ñ?
jhsa fsjndfgyuvhndmfjc ertnif chupenmela!1
Un magnífico escritor, aunque esta lectura no la tengo muy reciente. He leído y releído yo no sé cuántas veces «EL retrato de Dorian Gray», una maravilla. Es una amarga poetización del paso del tiempo y la tristeza de envejecer. Me sorprende que la incluyas en literatura de terror; aunque la película antigua, -bastante digna, por cierto- terminase con aquella escena tremenda y apareciese de vez en cuando ese cuadro aterrador que fue una de mis peores pesadillas infantiles, no creo que esa fuese la intención de la obra ni del film, insisto, más bien centrado en la tristeza y en la exposición de las debilidades humanas a que lleva la vanidad. Una curiosidad: el cuadro que aparece en la película, es real, de un pintor muy interesante, Ivan Albright, y está en el Instituto de Arte de Chicago. El libro que tenía mi padre en su biblioteca reproducía en la imagen de portada esa pintura, al fondo, y en mi infancia yo no era capaz de mirarla, aunque en primer plano apareciese un elegantísimo Dorian en plan años cuarenta, con frac y sombrero de copa. A todos aquellos que vieron un mensaje inmoral en la novela (y a tantos otros que han visto un final forzosamente moralizador tanto en ella como en el film), Wilde respondió: «Un artista no tiene ninguna clase de simpatías éticas. La virtud y la maldad son simplemente para él lo que son para el pintor los colores de la paleta». A mí me ha gustado siempre mucho más el primer capítulo de la novela, a distancia de todos los demás; el de más encanto y con mejor recreación de ambiente.
EL personaje de Lord Henry, por el tantas veces habla el propio Wilde, es de lo mejor de la novela, aunque en exceso sentencioso en algunos fragmentos; es inolvidable la interpretación que hizo de él el genial George Sanders. Ese introducir frases estupendas, frívolas y ligeras, profundas como quien no quiere la cosa, es clave en el estilo de Wilde, y lo que a veces le pierde un poco. Leo este verano «El esnobismo de las golondrinas», de Wiesenthal, y le pasa algo muy parecido. Cuando cuanta anécdotas o describe sus viajes, es estupendo, pero cuando intercala sus conversaciones es ridículo a más no poder, como un Oscar Wilde que se hubiese quedado rancio. Yo creo que trata de recrearlo, o imitarlo, no sé.
Tiene también unos ensayos reunidos en «Intenciones», y titulados «Pluma, lápiz y veneno», «El crítico como artista» y «La decandencia de la mentira», también muy interesantes y entretenidos. Sus artículos han sido publicados en diversas selecciones; hay algunos muy divertidos de sus conferencias por Estados Unidos, como «Impresiones de Yanquilandia». Otro ensayo sobre el renacimiento inglés, que leí hace mucho y apenas recuerdo.
Espero con interés tu comentario de los relatos de Flannery O’Connor, porque yo no sé muy bien qué pensar de ellos. Se da en ella el caso, creo que único en mis lecturas, en que un autor me gusta sin que esté seguro de qué ha querido decir, ni si lo he entendido. La reciente edición en español de sus cartas me ha ayudado algo, pero no mucho.
El retrato de Dorian Grey lo meto dentro de la categoría de terror como podría meter a El doctor Jeckyll y Mr. Hide. Son más, mucho más, pero suelen encasillarlos ahí.
Me apunto la referencia de Mauricio Wiesenthal, no he leído nada de él.
¡Ahora ya sé quien ha patrocinado a O’Connor! 🙂 Llevaba la pobre meses en el esclavo lector sin que nadie le hiciera caso… Me está gustando mucho. Ya comentaré mis impresiones.
Hola amigos, solo los molesto pues quiero saber quien fué uno de los primeros que tradujo al español, «El gigante egoista» (Oscar Wilde). Desde ya muchs gracias y espero vuestra respuesta a mi correo: ruedasdealgodon@yahoo.com
Mi nombre es Jorge Alberto Nieto (Rosario -ARGENTINA)
Si alguien conoce la respuesta que escriba al interesado.