Columna Edicions, 2003. 564 páginas.
Primero, el contexto. Este libro ha obtenido cinco premios importantes:
Premi Joan Creixells, 1989. Premi Crítica Serra d’Or, 1990. Premio Nacional de la Crítica, 1990. Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya, 1990. Premio Ojo Crítico II Milenio de Radio España.
Y está dentro de los 1001 libros que hay que leer según el idem del mismo título: 1001 libros que hay que leer. Al lado de títulos como Rayuela, Billar a las nueve y media o 2666 (aunque también La sombra del viento).
En esta edición de páginas grandes y letra pequeña tiene una extensión de casi 600 páginas pero la versión en castellano de Anagrama ronda las 900.
Segundo, mi opinión: Es el peor libro que he leído en mucho tiempo. Es peor que malo. Horrible. Pésimo.
Tercero, justifique su respuesta. Algo habrán visto los jurados que se me ha escapado a mí por completo. Los múltiples defectos que voy a enumerar es posible que sean virtudes para otros ojos. Ya se sabe el tema de los gustos. Pero tengo la sospecha de que le han dado los premios porque ninguno tuvo el valor de reconocer que no se lo había leído entero. Lo del traje nuevo del emperador, vamos.
El libro comienza con un prólogo ambientado en un año superior al 2900, donde se intenta situar el origen y cronología del manuscrito que conforma la novela. No es gran cosa, refrito en clave de ciencia ficción del manuscrito encontrado; no muy original pero vale.
La historia del manuscrito empieza en plena tercera guerra mundial. El protagonista, gracias a las conexiones de su madre, se refugia en una extraña mansión en las montañas, donde diferentes personajes irán contando historias (también les suena ¿verdad?). La primera es la del banquero Mir, que antes de retirarse plantea a sus tres vicepresidentes la pregunta ¿Qué es para ti el dinero?. Los dos primeros le dan respuestas satisfactorias y el tercero no, así que reparte las acciones de la empresa entre los dos primeros. El desenlace lo conoce cualquiera que haya leído el rey Lear.
A partir de aquí se van contando diferentes historias, unas relacionadas con la banca Mir y otras no. También aparece una extraña joya con supuestos poderes que va cambiando de mano y alterando el curso de los acontecimientos y un jefe en las sombras, omega, del que se desconoce su identidad. La suerte de la banca Mir, contada desde diferentes puntos de vista y con información que se va revelando me resultó totalmente anodina, un culebrón sin ningún interés. El resto de historias, que podrían funcionar como relatos autónomos, no pasan de mediocres en el mejor de los casos.
Que la historia sea insustancial no sería un problema si todo estuviera bien contado, pero el lenguaje es plano, los personajes (de los que hay abundancia hasta el punto de tener un índice onomástico) no me dijeron nada, y todo es barroco, artificioso, redundante y pesado.
Por ejemplo, en un momento dado se cuenta la historia de un joven que tras conocer a cuatro chicas recibe un anónimo invitándole a pasar la noche con una mujer con la condición de que ella mantendrá el anonimato y todo ocurrirá a oscuras para que no sepa quien es. El joven accede y se queda con la curiosidad de saber cual de las cuatro es su amante misteriosa. Hay algunas citas más y cuando acaba la historia cualquiera podría imaginar -yo al menos lo hice- que en realidad fue una estrategia de las cuatro mujeres para repartírselo. Pues bien, efectivamente es así y se cuenta unas páginas más adelante con profusión de detalles irrelevantes. No hacía falta gastar cuatro páginas en explicar la ocurrencia.
Más cosas. En teoría lo original de este libro es su árbol de narraciones, porque se cuentan historias dentro de historias. Es decir, tenemos a una serie de personas en el refugio, uno empieza a contar una historia y dentro de ella alguien cuentra otra historia y así hasta una profundidad de 7 en algunas ocasiones. Me parece totalmente inverosímil y rebuscado, hasta el punto que los cambios están marcados con una cabecera (así 0/1 indica que se está contando una historia, 3/4 una cuarta dentro de una tercera y 6/0 quiere decir que desde el sexto nivel volvemos al narrador original) y en algunas ocasiones se vuelve al origen sólo para contar alguien de los presentes sale de la sala. El final también comparte la falta de lógica porque da a entender que el protagonista ha escrito el libro en una noche acordándose de todo lo que se ha contado.
A pesar de estar ambientada en el futuro apenas hay elementos de ciencia ficción, y los pocos que hay son totalmente absurdos. En un momento dado para crear una situación rocambolesca se saca de la manga una pastilla que permite a alguien tomar la apariencia física de otra persona. Algo que podría ser útil en otras muchas ocasiones del relato pero que sólo usan allí, vaya usted a saber por qué. Luego casi al final se nos explica que las cosas tampoco fueron así porque quien tomó la forma fue otro…
Se incluyen una serie de diagramas y algunos fragmentos matemáticos supongo yo que para epatar al personal. Pero si no se sabe de lo que se habla se puede hacer el ridículo, y habla de unas combinaciones de números cuánticos que no se sabe muy bien que pintan ahí.
Tampoco se muy bien qué pintan las escenas de sexo que aparecen de vez en cuando y los poemas, que casan muy mal con la trama. Al final no queda muy claro qué es la joya ni qué poderes tiene, quien es omega o qué significa todo junto, pero tampoco nos importa mucho porque hemos perdido el interés hace tanto que lo único que podemos hacer es agradecer que el libro se ha acabado.
Sólo dos cosas me han gustado. Un personaje que en su mente tiene como un conciliábulo de personalidades, como si fuera una corte, y la historia de otro que tiene que repetir siempre el mismo día, igual que en la película de Atrapado en el tiempo. Con tantas similitudes que, dado que el libro se escribió antes de la película, he llegado a pensar si los dos no beben de una fuente anterior.
Evítenlo ustedes que pueden. Aquí: EL JARDÍ DELS SET CREPUSCLES (Miquel de Palol, 1989) se confiesan superados por el embrollo argumental y aquí: El jardín de los siete crepúsculos, de Miquel de Palol la autorizada voz de Javier Avilés dice lo siguiente: El último secreto que esconden las muñecas rusas es el vacío que encierra la más diminuta de ellas, un artificio de aire que se sustenta en el propio artificio y no en su contenido, y nada es lo que encontrará el lector paciente y esforzado de El jardín de los siete crepúsculos, ya que no hay nada que contar, todo es un artificio pretencioso y henchido de aire, un juego grandilocuente de (malos) relatos que encierran (malos) relatos que intentan desviar la atención del vacío que encierran.. Y se queda corto.
Calificación: Pésimo.
Extracto (les dejo una escena de sexo porque no quiero hacerles sufrir innecesariamente):
Acabat aquest capítol, van col·locar el poltre de nou horitzontal i l’Emília en la posició del començament, i va aparèixer en escena una legió de facinerosos que es va posar a llepar i xuclar-li el cos de cap a peus, sense deixar lliure ni un centímetre. Almenys hi havia dotze llepadors simultanis; va quedar coberta d’homes, com un cadàver sota els voltors. Els xarrupets es sentien, i ella no parava de gemegar i estremir-se flonjament. La imatge de devoració no havia estat gens gratuïta; quan varen retirar-se, les dents havien deixat senyals per tota la pell: les parts més delicades, l’interior de les cuixes, els costats del ventre, les aixelles, els mugrons, sagnavan lleument.
A continuació van aparèixer dos homes d’estatura i complexió gegantina. L’un era negre; l’altre em va semblar un aborigen d’Austràlia. Es van despullar, i van deixar a la vista uns òrgans sexuals de tal enormitat i virulència que de moment vaig pensar si no serien de goma; vaig fixar-m’hi bé; no ho eren, i feien més de mig metre cada un. Amb parsimònia van col·locar l’Emília amb els braços i les cames oberts en creu i penjant pels costats, les pertinents cadenes amarrades a terra. Així, el cos quedava elevat pel poltre, i lliure al màxim en els seus extrems: el sexe i el cap, que van deixar que pengés totalment (no com al principi, que repenjava un xic la nuca). La tensió lateral i descendent de les cadenes era tan forta que en la pell del pit i del ventre s’apreciava l’excés brillantíssim; devia tenir les extremitats a punt de dislocar-se. La postura s’assemblava a la que els gimnastes en diuen el pont, però amb els peus i les mans allunyades al màxim del cos i sense sostenir-lo. Els dos homes es van enfilar als graons dels extrems, i l’un la va penetrar pel sexe i l’altre per la boca. Van començar a moure’s a poc a poc, i la camera es va acostar a la cara de l’Emília; es notava la tibantor del coll, com el cap estava forçat enrere per rebre el membre en la millor postura; a cada empenta dels seus lloms l’home prenia la base del coll d’ella amb les mans, i això li feia obrir la boca amb un espasme, permetent que el sexe s’endinsés cada vegada un o dos centímetres més; ell no semblava tenir pressa, i entrava i sortia lentament i amb molta força. Després l’objectiu es va dirigir a l’altra banda; allí, l’home (el que no sé si era australià) ja s’havia llençat a una cavalcada de moviments amplis i poderosos; costava d’imaginar que el cos de l’Emília pogués encabir tot allò. La camera va tornar al cap; allí les dificultats es superaven amb determinació i tenacitat implacables; ella tenia la boca oberta amb desmesura, i movia els llavis a l’entorn del membre com un peix fora de l’aigua; centímetre a centímetre, tot el sexe del negre va acabar dins la boca de l’Emília i, un cop ho va haver aconseguit, de mica en mica va augmentar la velocitat i l’amplitud del vaivé. Li devia faltar lubricació, i va deixar caure just dins la comissura una salivada repugnant que va ser engolida pel moviment dins la boca d’ella. Quan la camera va tornar al conjunt de l’escena, el negre i l’aborigen es van posar a copular amb força; els dos entraven alhora dins del seu cos, i cada cop que això passava, un espasme com de vòmit la sacsejava; l’Emília estava congestionada, amb les venes del coll a punt de rebentar; els pits s’agitaven i semblaven inflar-se d’una força interior; els dos glands devien arribar a tocar-se al mig, devien estar-la destrossant per dins! Ofegament i plaer, paradís i nàusea!… Volia prémer el botó i aturar aquella representació punyent i grotesca, però em devorava la necessitat indigna i temerària de veure el final.
La camera es va dirigir de nou a la boca de l’Emília. A cada envestida, els testicles li arribaven a frec de nas, i tot tenia la lluentor mòrbida de la pell tibant i encesa i la suor desfermada. Va arribar un punt que els homes van posar-se a bramar com feres; aquesta vegada cap dels dos no va sortir, i tota la matèria va anar a parar a la boca i a la vagina de l’Emília. La camera li va enfocar en detall la cara; a cada convulsió del negre, un raig de semen sortia amb força del nas de l’Emília, i li anava a parar als testicles; semblava que l’orgasme no tenia fi, i al cap de poc l’escrot, regalimant, va mullar el nas i el front de l’Emília; amb el frec, el semen va espesseir-se, i els fils de líquid blanc i enganxós enllaçaven nas i galta d’ella amb tot l’aparell sexual i la cuixa d’ell, quan el retrocés l’allunyava. Tot i que el líquid havia parat de brollar, el moviment continuava, formant al voltant dels llavis bombolles de la barreja de sucs, i un altre raig, ambigu, pastós i lluent, lliscava de les comissures cara avall (cara amunt, amb el cos de l’Emília per referència).
En aquest moment la cinta es va acabar. La vaig girar frenèticament, i vaig engegar-la de nou; el que va sortir a la pantalla no era la continuació de l’escena, sinó l’interior d’una nau industrial on un grup de persones vestits de treball posaven remeses de rajols a coure. Vaig buscar les tapes de la cinta, presa d’una gran frustració; allí ho deia ben clar: «Cara A: Emília i els seus amics» (per eufemisme no s’han quedat curts, vaig pensar). «Cara B: Antiga fabricació del totxo a Almacelles». Vaig aturar la cinta i vaig remoure el fitxer, buscant infructuosament una continuació. Al final, vaig buscar l’aiguardent glaçat a la nevera de la tercera biblioteca.
Després del primer trago, la inconfessable desolació se’m va fer de més bon passar. Almenys, vaig pensar, que l’Emília sigui aquí amb nosaltres (encara que ara preferiria que fos amb mi i no amb en Jubert) indica que va sobreviure.
Vaig repetir d’aiguardent, i deu minuts després reia sol; tampoc no es pot dir que aquella sessió li hagués fet avorrir els plaers de la vida; però si refereix les experiències corrents a la de la cinta de vídeo, li deuen semblar com picar una oliva en comparació a un banquet pantagruèlic. Em vaig posar les mans al cap, i em va sortir una riallada: quin ridícul devia haver fet la nit anterior! Vaig desar l’aiguardent de pera i el moment que anava a dormir em va semblar sentir veus a la primera biblioteca. Les portes eren entreobertes i vaig parar l’orella. Es distingien clarament Gimellion i Carter. Sense saber massa bé per què, em vaig sobresaltar. Quan havia arribat Carter? Devia haver estat quan jo tenia el vídeo engegat, i amb les finestres i les cortines tancades no l’havia sentit.
Em va venir al cap l’última vegada que havia parlat amb ell, dues nits enrere. Ell havia begut un xic de més, i va fer unes observacions ofensives sobre els meus pares; vaig recordar el seu caràcter estrany i desagradable, i vaig decidir que valia més que aquella nit no em veiessin. Les veus s’allunyaven, i jo no sabia què fer; vaig sortir de la tercera biblioteca per la quarta, en direcció contrària d’on eren ells, i em vaig encaminar a la meva habitació pel passadís de l’ala Nord del pati de les cambres. El moment d’enfilar el passadís Oest, on era la meva, vaig sentir-los per l’altre cantó, com s’acostaven pel passadís Sud. Vaig estar a punt de recular corrents; el sentit del ridícul m’ho va impedir, i vaig continuar avançant, amb l’esperança d’arribar a la porta de l’habitació abans que ells no giressin la cantonada, però no hi va haver sort. Just quan tenia el pom a la mà, van aparèixer.
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