Pre-Textos, 1999. 110 páginas.
Biografía de Álvaro Retana al que llegué por el podcast Ay, campaneras, pero que tiene una vida fascinante más allá de sus contribuciones a la copla, el cuplé y el género ínfimo.
Porque su vida es como un espejo de aquellos desgarrados y excéntricos que malvivían la bohemia. El vendía sus novelas de alto contenido erótico y se ganaba bien la vida, y se movía como pez en el agua en una sociedad de los años veinte donde la libertad sexual era la norma, tiempos alejados de lo que vendría después.
Su dedicación al mundo frívolo lo ha llevado a la oscuridad y ahí se hermana con aquellos bohemios que pasaron sin dejar huella. Tiempo es de recuperar su legado.
Muy bueno.
bir, tímidamente, en 1913 lo ponía en un muchachito de 15 años de poco creíble experiencia, así es que se va a 1915, pues con 17 años (que no tenía) la precocidad es notable, aunque bien posible, pese a (pie el Retana de apariencia y pose joven llevaba mucho más tiempo a sus espaldas, vivido y creado.
Alvaro Retana, en efecto, empezó a escribir en los periódicos en 1911, pero ahora sabemos que tenía 21 años y no 13, lo que hubiera sido -él lo sabía- inverosímil. Un aniñado y joven Retana (bien conocido en el mundo del género ínfimo) comienza a publicar arlíí idos sobre mundanidades, galantería y vida social, pero con pseudónimo femenino: Claudina Regnier. Así podía hablar de todas aquellas que él llamaba divettes -pequeñas divas- y que hoy, perseverando en el galicismo, llamaríamos vedettes, o estrellas de la popularidad rosa, aún más actualmente. Vedette, en francés, originariamente, era el nombre de un torreón desde el que se vigilaba o hacía la centinela. Vedette tiene que ver con voir (‘ver’) y es en el siglo XIX (lo recoge el Littré como última acepción del término) el sustantivo que se da al artista cuyo nombre aparece en los carteles anunciadores con caracteres más gruesos, es decir, más visibles. Sin embargo, divette -aunque en diminutivo- viene de dive, es decir, diva, divina. Cabe observar que -como en el tema de la moral- el cambio es importante. Para Retana —travestido en periodista frívola y picantona-el término para aquellas chicas fue divette. Divita hubiera sido una traducción aún más reductiva, creo.
Con insistencia -se constata en varios lugares- Alvaro declaró (pie su primera novela (no relato publicado en revista o periódico) apareció en 1917 -para su cuenta pública tenía 19 años, en realidad, como bien sabemos, 27-, con el título de Al borde del pecado, absolutamente propio de aquella novela galante (a veces, casi pornográfica) en la que Retana quería decididamente entrar. La novela -editada por la casa barcelonesa Sopeña, con la foto interior que se reproducirá mucho después en Historia del arte frívolo— está dedicada «A todos los que están en pecado mortal» y fechada, al final, en Madrid, 1916. Con todo y ser un buen principio, Alvarito volvía galantemente a mentir, pues -al menos- tenía dos libros anteriores: Cuentos o relatos, mejor que novelas, pero libros indudablemente. II más antiguo -de 1913- es Rosas de juventud, pequeña colección de cuentos. Y en 1915 -en la Biblioteca Helios, de Madrid- La noche más alegre de Scherezada, novela corta subtitulada Escenas de libertinaje oriental. El tomito, en buen papel, lleva en la portada un dibujo en color, ovalado, del propio Retana -fechado también en 1915- que muestra a una princesa árabe, en puro art decó, con turbante emplumado -como en los espectáculos de la época- y ojos rasgados, grandes y negros: Una preciosa -y libertina- modernidad. El relato -galante, exótico, amatorio- realiza la vieja idea (que los modernistas utilizaron a menudo) de añadir un relato más a las famosas Mil y una noches, que, en esa época, circulaban en la traducción francesa -de prosa enjoyada- del doctor J. C. Mardrus -traducción, por cierto, dedicada a Mallarmé- y que vertió al castellano nuestro infatigable Vicente Blasco Ibáñez. Cuentos, muchos de ellos galantes, iban bien a tal literatura…
Retana agrega a esta obrita un epílogo -«Comentario al lector…»- en el que aparece, por primera vez que yo sepa, lo que se convertiría para él en una auténtica obsesión: Justificar lo libertino del tema que, aquí, atribuye lógicamente a las propias Mil y una noches, añadiendo -además- que el autor, frívolo, divertido, busca sólo la risa del lector y no el escalofrío morboso. Tendremos que volver sobre el asunto, porque muchos novelistas de ese período y estilo (y Retana muy singularmente) deben abjurar cada dos por tres -por temor a la censura o al excesivo escándalo— de lo que en verdad relatan con voluptuosidad y regodeo.
Como muchos novelistas populares de la época —y quizá también se haga hoy- Retana republicó o, lo que es más curioso, utilizó de nuevo (parte del texto) obras que había publicado anteriormente y con éxito. Así, La noche más alegre de Scherezada, con igual título, pasó en 1919 a ser uno de los tres relatos -el primero- que componen El capricho de la marquesa. Más curioso (diríamos que menos lícito) es encontrar que en 1923 —en la editorial Castilla, de Madrid, antes había aparecido en la casa Buigas, de Barcelona- Alvarito reedita El capricho de la marquesa, íntegro e intacto, pero bajo el nuevo título de El alma encantadora de Oriente. Baste ahora una idea clara: Hacia 1917 -antes, en realidad- Retana inicia una carrera de novelista galante y exitoso que hasta mediados de los años veinte (es decir, durante unos diez años) será febril, absoluta, atrevida y abrumadora. Debió ganar mucho dinero -además del que recibiera de los cuplés- y probablemente lo gastó con idéntica facilidad y donosura.
3i
No hay comentarios