Leonardo Valencia. Kazbek.

noviembre 17, 2025

Leonardo Valencia, kazbek
Paradiso editores, 2009. 120 páginas.

El señor Peer entrega a Kazbek una carpeta de piel de camello con unos extraños dibujos de insectos, lo que activa un proceso de escritura que rompe el bloqueo que tenía con la escritura de una novela sobre un antiguo jefe que no terminaba de arrancar.

Me ha gustado la estructura fragmentaria que incluye el punto de vista de Peer, el artista, Kazbek, el escritor y Dacal, ese personaje esquivo, la mezcla de dibujos y textos inspirados en ellos, y ese final con su punto de emotividad.

Un libro simpático que se lee en un suspiro.

Bueno.

El señor Peer quiere que sus bichos sigan atravesando la oscuridad para salir a la superficie de la página. Quién sabe a dónde y quién sabe a qué saldrán. Como ocurre en toda historia, mientras el lector se concentra en los pasos de un personaje, los otros no dejan de avanzar. Imaginar una correspondencia en la marcha general de los personajes es el reto que el tiempo plantea en la mente del lector. Hace del lector un viajero en busca de la luz. El tiempo lo lleva, en secreto, a un mirador simultáneo ubicado en el punto más alto de su memoria. Los personajes de ese libro también son viajeros en busca de la luz, pero es distinta. Son cargadores: llevan en sus hombros el mundo de quienes lo están leyendo. Los bichos avanzarán, subirán por la piel del lector y llegarán al centro del cerebro que hierve de conexiones luminosas y, a veces, de oscura luz.


Quien lo llamó por teléfono no fue Isa sino aquel personaje que lo ha atormentado durante años y sobre el que no puede escribir la novela: Dacal. Kazbek no sabe cómo decirle que no y acepta reunirse en la cafetería frente al mar. No se trata de una fantasía, ni es un personaje rechazado como lo son los personajes de Unamuno o Pirandello. Dacal es un antiguo jefe que tuvo en la época en que trabajaba en publicidad. Kazbek y sus amigos, también discípulos de Dacal, han escrito una serie de relatos sobre él. Nunca los firmaron. Preferían mantener el anonimato porque eran cuentos corales, narrados en plural, donde cada uno aportaba un punto de vista. El grupo se dispersó por medio mundo y Dacal se marchó a Lima. Sólo uno retomó contacto con él, porque también se fue a vivir a Lima. Por este amigo, que pidió seguir en el anonimato, Kazbek se enteró de que Dacal llegó a tener los cuentos que habían escrito sobre él. Le preguntó cómo los había tomado. Y el amigo anónimo dijo que nunca lo supo. Dacal se había marchado al sur de Lima, para instalarse en las cercanías de Nazca, en el desierto de lea.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *