Kelly y Zach Weinersmith. Un ascensor al espacio.

junio 22, 2023

Kelly y Zach Weinersmith, Un ascensor al espacio
Blackie books, 2017. 470 páginas.
Tit. or. Soonish: Ten emerging technologies that’ll improve and/or ruin everything.
Trad. Pablo Álvarez Ellacuría.

Soy seguidor incondicional del webcomic Saturday morning breakfast cereal, que, cuando soy capaz de entender lo que dice (mi inglés es bastante lamentable) me sorprende con teorías fascinantes y chistes sobre cosas que son mucho más profundos de lo que parecen. Te hacen reír y reflexionar, que no es poco. Aquí la pareja Kelly (profesora de biociencia y divulgadora) y Zach (físico y dibujante) unen sus talentos para presentarnos una visión de tecnologías que pueden cambiar nuestro futuro.. o no.

Ascensores espaciales, minería de asteroides, energía de fusión, materia programable, realidad aumentada, biología sintética o interfaces máquina-cerebro son algunos de los temas que se tratan en este libro con mucho rigor, porque no se han limitado a mirar la wikipedia a copiar los datos. Se han entrevistado con algunos de los mejores estudiosos en esos campos y la información que nos muestran es de primera mano.

Pero también con mucho humor, porque hay momentos que el libro me ha arrancado más de una carcajada, las ilustraciones son pertinentes y graciosas y en general ha sido un disfrute leerlo. Cada capítulo incluye una nota bene con alguna historia curiosa o personaje estrambótico que parece ficción, pero no lo es.

Muy bueno.


En una lanzadera, la nave transporta tanto el combustible como el comburente. La proporción entre uno y otro varía en función de la lanzadera y la misión, pero en términos generales la mayor parte de la masa de propelente corresponde al comburente, que en muchas ocasiones es simplemente oxígeno líquido. Pero ¿por qué cargar con todo ese oxígeno líquido, si la nave va a estar literalmente rodeada de oxígeno durante buena parte de su trayecto?
La respuesta corta es que se intenta que todo sea lo más sencillo posible. La lanzadera es la forma de llegar al espacio «a lo bruto». Cargas todo lo que vas a necesitar en un tubo grande y lo disparas hacia el cielo. Con un avión quizá sería posible optimizar el proceso obteniendo el comburente del aire, en lugar de transportándolo, pero con eso estaríamos aumentando la complejidad de una máquina de por sí compleja.
El principal problema de los aviones espaciales es que necesitan motores de distintos tipos para afrontar las diferentes velocidades y condiciones que se encontrarán de camino al espacio. Ahora os explicamos por qué.
La mayoría de aviones actuales utiliza motores de tipo turbofán. Son bastante complejos, pero el mecanismo principal es sencillo. Las hélices (fans) aspiran aire al interior de una cámara. Ese aire se comprime, de modo que tenemos mucho oxígeno (el comburente, recordad) en un espacio reducido. Se inyecta entonces el combustible y se induce la ignición. El resultado es aire caliente y comprimido que se expele por la parte trasera al tiempo que se aspira aire nuevo. De este modo, tenemos aire muy comprimido detrás del motor y una presión relativamente baja delante de él, y por eso nos movemos hacia delante.
Los turbofanes empiezan a tener problemas a medida que se aproximan a la velocidad del sonido, unos 1235 km/h, también llamada Mach 1. A la velocidad del sonido, el aire se acumula frente el avión a mayor velocidad de la que este puede rodearlo. Surge entonces un problema, sobre todo si la toma delantera es una hélice.
Una de las formas de superar este problema son los sistemas de postcombustión (en inglés tienen un nombre más chulo: afterburners). En la postcombustión, se toman los restos de oxígeno en la parte trasera del turbofán, se les añade más combustible y se le prende fuego al conjunto. Básicamente, es una pequeña explosión constante de combustible en la parte trasera del avión. De este modo es posible aproximarse al Mach 1,5, aunque no es el método más eficiente. Sin embargo, una vez alcanzado el Mach 1,5, se puede utilizar otro motor distinto, el llamado estatorreactor.
Un estatorreactor es una máquina asombrosamente sencilla, lo que no significa que sea fácil de fabricar. En esencia, es un motor de tipo turbofán al que se le retiran todas las partes móviles, incluida la hélice. No hace falta comprimir el aire, porque la velocidad muy alta ya se encarga de ello. Volamos rápido, y el aire se comprime en una cámara donde se ralentiza al tiempo que inyectamos combustible e iniciamos la ignición. La desventaja está en que, al utilizar la velocidad como medio de compresión, no es posible arrancar con un estatorreactor.

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