Editorial Planeta, 2000. Tercera Edición.
Ed. Original, 1992. 298 páginas.
P’abernos matao
Por fin acabo este libráncano que un poco más y es él el que acaba conmigo. Claro, uno es un chulanga y se lanza a la lectura con la alegre inconsciencia de los ignorantes, como un excursionista de alpargata que emprende un descenso de un barranco sin otra ayuda que su imprudencia. Y así te encuentras de repente con un peazo libro de los que hacen punto y aparte, que necesita ser degustado poquito a poco y no devorado con avidez.
Yo me considero un lector rápido, pero en terreno llano. Leer este libro es como adentrarse en un laberinto de espejos en el que hay que tener un cuidado y una paciencia exquisitas para ver por donde se va, y en el que te puedes perder a la que des un paso en falso. Es necesario, pues, armarse de paciencia y, con mucho cuidado, ir saboreando la amalgama de sabores que el autor nos va presentando.
Como ya he dicho en mi declaración de intenciones, no pretendo hacer criticas sesudas ni profundizar excesivamente en las reseñas; al fin y al cabo, esto es una bitácora, no una página de análisis literario (que las hay, y en mejores manos). Por eso suelo explayarme muchas veces más en tonterias que no tienen que ver con el libro que en hacer crítica literaria. Pero como me han acusado (gente de mi entorno cercano, claro, que no visitas ‘de las buenas’) de ser poco profundo, y ya que acabar este libro me ha costado sudores, intentaré explayarme un poquito (dicho en plata; a ver si me lo curro algo más).
De Benet siempre había oído que era ‘el Faulkner español’, y claro, si a mí me gusta Faulkner ¿Cómo no me va a gustar Benet? Así que ya en mi temprana juventud fui leyendo su obra. Ya tenía leído ‘Volverás a región’ y ‘Los aires de un crimen’, novelas, y el libro de relatos ‘Nunca llegarás a nada’ y el primer volumen de los cuentos completos de Alianza Editorial. Todas estas obras muy ‘faulknerianas’, incluyendo ‘Los Aires de un Crimen’, escrita para ser finalista del planeta y la más asequible de sus obras. Entre esto y el haber devorado casi toda la obra de Faulkner me creía preparado para acometer sin despeinarme este libro de Benet. Craso error.
Si, como aparece en la biografía de esta bitácora sobre Faulkner, el crítico Malcolm Cowley tuvo que publicar ‘The portable Faulkner’ para dar a conocer su obra, Benet hace el paso inverso en sus libros y destila la esencia de Faulkner para crear su literatura. Tal como cualquier crítico podrá indicarnos, el condado de Yoknapatawpha se convierte en Region y la guerra civil norteamericana se convierte en la guerra civil española, pero el estilo retorcido, la fragmentación temporal, el vocabulario inusual (pero no por eso carente de un rigor matemático) y el oscurantismo se elevan al cubo para proporcionar una prosa con una densidad tan elevada y con una demanda de esfuerzo intelectual tan elevado que convierten a Faulkner en algo tan fácil de leer como un Bestseller.
Benet afirmó en su ensayo ‘La inspiración y el estilo’ (tal como me informa el prólogo y ya me hubiera gustado disponer de este dato en una serie de discusiones que tuve hace 12 años -me hubiera aclarado muchas cosas-, pero claro, esto me pasa por llegar siempre tarde) que la calidad de una obra literaria reside en el estilo con la que está narrada y no en la historia inventada. De ahí el preciosismo con el que trata cada una de las líneas de este libro. Libro en el que se adivina un trabajo excepcional, además de una vasta cultura. Pero este estilo no se limita a desenrollarse en el vacío, a explicar con vueltas y disgresiones y escollos cualquier tema sin importancia. No. Al igual que el maestro, se pone al servicio de una historia tan antigua como el mundo, de sentimientos atávicos, de confrontaciones seculares. Consejos vendo, pero para mi no tengo. Como si el exceso estilístico siguiera necesitando la excusa de una historia ‘de las buenas’ para no parecer puro artificio.
Para resumir sucintamente el libro; se narra la historia de dos hermanos, herederos finales de una saga familiar, enfrentados por la guerra civil y por un triángulo amoroso. Un hermano menor, con la misión de enrolarse en el bando republicano (y opuesto al de la familia) con el fin de interceder por su hermano detenido en la guerra. Un hermano que asumirá el papel hasta el punto de convertirse en uno de los cabecillas del ejército republicano, y que, ya antes de asumir la misión, era el amante de su cuñada. Todo esto contado en tres partes. Una primera, desde el punto de vista atemporal del destino, representado por la abuela de la familia que, desde su habitación, controla el futuro adivinándolo a través de sus naipes. Una segunda contada desde el punto de vista de un primo algo simplón (aunque cualquiera lo diría viendo como se expresa ;)), que siempre había sentido una adoración por el hermano pequeño. Y una última desde el punto de vista del hermano pequeño (siendo quizá la más asequible del libro).
Para ir acabando que se me hace tarde, comentar dos puntos que me parecen importantes. Primero ¿Merece la pena tanto esfuerzo? Siempre he creído que un perfeccionismo excesivo es esteril. Y no ya porque el esfuerzo de la lectura de un libro como este haga huir a la mayoría de los lectores; uno escribe los libros que el cuerpo le pide, no los que le pide el público. Sino porque muchas veces los excesos (como en otras cosas en la vida) no son buenos. Por poner un ejemplo, considero que el ‘Ulises’ de Joyce es uno de los mejores libros que he leído. ‘The Finnegans Wake’, sin embargo, no tengo ni curiosidad por leerlo (y eso que ya se han hecho esfuerzos por tener buenas traducciones ya que mi escaso inglés me imposibilita por completo la lectura del original). O por salir de la literatura, cuando oía que Kubrik hacía repetir hasta cien veces una toma no pensaba ‘es un genio’ sino que decía ‘hay que ser mastuerzo’, porque problemente con cincuenta se tendría que quedar satisfecho incluso el espíritu más perfeccionista. En la información que acompaño, se encuentra un artículo de Javier Marías sobre Juan Benet. Sólo hay que leer cualquier cosa de Marías para ver que a Benet lo acompaña un ratito y luego lo deja solo. Creo que con acierto. La asequibilidad del estilo de Marías parece no estar de acuerdo con la admiración que le profesa. Pero es que una cosa es predicar y otra dar trigo. De ahí que aunque algunos párrafos del libro me parezcan exquisitos, otros se me antojen algo excesivos (aunque cualquiera pueda decir que el fallo es mío, y no negaré que puedan tener razón). Por otro lado, estos libros me parecen imprescindibles para el desarrollo de la literatura en general, porque marcan caminos y desarrollan estructuras que otros escritores pueden asimilar y hacer suyas.
Y en segundo lugar, si exije tanto esfuerzo ¿Hay que tenerle miedo? ¿Debemos dejar de lado su lectura y dedicarnos a cosas más normalitas? Pues eso ya depende de cada cual. Si eres o quieres ser un escritor, libros como éste son de lectura obligada. Enseñanzas tiene muchas. Si para ti la lectura es un pasatiempo al que no quieres dedicarle mucho esfuerzo, pues mejor que lo dejes de lado. Pero si te gusta leer, ¿no crees que merece la pena intentarlo aunque suponga un esfuerzo? Al fin y al cabo, lo que se obtiene sin trabajo no se valora. Desatemos nuestra inconsciencia y lancémonos al barranco.
(Un día, un libro 22/365)
3 comentarios
Jorrr, ¡qué no le das a una descanso! Y encima, te has descolgado con una reseña digna del libro reseñado… que hay por ahí suelta alguna hipotaxis que ni Benet 😉
A ver, ¿por dónde empiezo? Bueno, por lo más sencillo: me encanta la reseña, de veras… ese intento (conseguido, por cierto) de currártelo un poco más (como dices tú) mezclado con los refranes de por medio. Genial… Eso en cuanto a la forma.
En cuanto al contenido:
Sobre Benet y Faulkner. Probablemente sí que son semejantes, pero hay algo para mi gusto que los hace diferentes en su similitud: y es que Faulkner a veces tiene unos sentidos puros y contundentes y simplísimos en frases aparentemente complejas. (Ahorita mismo recuerda una sobre espejos y lluvia que desarmaba a cualquiera).
Sobre el estilo de Benet. Lo poquísimo que me he leído de él (Que no pasa de relatos breves…), tiene, efectivamente, un estilo farragoso (esta vez sí), pero también es una delicia ir descolgándose frase a frase, desgajándose de pensamiento en pensamiento… Azúa lo explica muy bien en las partes que le dedica en las Lecturas Compulsivas.
Las historias de la intrahistoria de la España profunda de la guerra civil no me llaman nada, así que cogeré a Benet por otro lado (esto, petite remarque al hilo del ovillo).
Y ahora la reflexión final: ¿Es un exceso lo que hace Benet? Pues no lo sé. Igual no ha encontrado todavía lector (a excepción de Azúa) que esté a su altura, pero probablemente el se expresó así porque lo necesitaba. Era la única forma de decir, exactamente, lo que quería decir. Y por eso. Aunque yo también me decantaría por la opción «Será zambútaro», jijiji. Pero es que una no es un genio 🙂
Respecto de lo que dices del esfuerzo, pues estoy totalmente de acuerdo contigo. De ahí el tremendo placer que aporta acabarse tochos como los Karamazov, Guerra y Paz o el Quijote…
Venga, muchacho, para ya… que no la dejas a una ni desayunar tranquilamente 🙂 (Ye broma, ya sabes que te se lee con gusto!)
Bueno, me ha salido un post-venganza. Pa que veas… 😉
Je, je, je, gracias por las flores, inmerecidas, pero igualmente agradables.
Este es un post del antiguo cuchitril, de antigüedad un año más o menos.
De acuerdo contigo; Benet no es Faulkner. Sería un Faulkner depurado. Más o menos como Juan Gris respecto de Picasso. Si Onetti -otro ‘discípulo’ de Faulkner- tiene una galería de personajes aún más atormentados y sórdidos, Benet atormenta más al lenguaje.
El exceso en el arte es salud. Otros vendrán que los frutos cogerán.
¿Hipotaxis? Eso que es lo que es.. ¡ah! sí, janderclander… subordinación.. .alapeich no puedorr.. Pues a lo mejor…