Josh Bazell. Burlando a la parca.

diciembre 14, 2012

Josh Bazell, Burlando a la parca
Anagrama, 2009. 316 páginas.
Tit. Or. Beat the Reaper. Trad. Benito Gómez Ibáñez.

Que te guste leer es una gran suerte, por muchas razones. Una de ellas, que te permite engancharte con una historia apasionante y escapar de los problemas cotidianos. Sólo hay que encontrar un libro como éste.

Peter Brown es médico, pero esconde un pasado que incluye relaciones con la mafia. Protección de testigos le permitió construirse una nueva identidad y cumplir su vocación perdida. Pero todo salta por los aires cuando ingresan de urgencia a un antiguo conocido de su vida de mafioso. Hay personas que todavía tienen cuentas pendientes con él, y el día se transformará en una vertiginosa carrera para eludir a la muerte.

Se alternan los capítulos en el hospital con flashbacks que nos van poniendo en situación y nos explican las razones que llevan a un niño modélico a tener una intensa relación de amor odio con la mafia. La prosa es muy cinematográfica y por ahí he leído que se piensa hacer una serie. Si llega a buen puerto, me gustaría verla. El libro da también para una segunda parte.

He leído varias reseñas por la red: Burlando a la parca, Burlando a la parca, pero si no me equivoco me trajo aquí Un libro al día: Burlando a la parca, con cuyo colofón coincido. No es un gran libro literariamente hablando, pero engancha y entretiene. A veces este par de cosas son tan escasas como los grandes libros, y muchas veces se agradecen más.

Calificación: Bueno y como entretenimiento, excelente.

Extracto:
Pero comprendía que debía haber algo más que aplastarse la cabeza contra la radio mientras una tía que me parecía increíblemente blanda y vieja (era más joven de lo que yo soy ahora, y todos los pechos tienden a ablandarse, I pero ¿quién sabía eso?) se retorcía encima de ti con los pan- J talones del uniforme por debajo de las rodillas, al tiempo que yo me preguntaba cuánto más podría insistir para que sonsacara a los detectives de grado tres y cuatro, que seguramente sabían algo sobre el asesino de mis abuelos, y me transmitiera información práctica y fiable. Además era invierno, de modo que, cuando no la tenía a mi lado, todo era helador.
Lo que la agente Brennan acabó averiguando fue lo siguiente:
Los detectives no creían que fuesen nazis, ni «neo» ni de ninguna clase, porque esa gente suele dedicarse a los ha-sidim. Tampoco se trataba exactamente de un robo, porque se llevaron poca cosa, y los ladrones evitan a la gente mayor en razón de que está casi siempre en casa y no suele guardar dinero en ella. Lo poco que robaron, como el aparato de vídeo, probablemente constituía un impulso de última hora o un calculado intento de despiste.
-Entonces, ¿quién ha sido? -pregunté a Mary-Beth Brennan.
-No me lo han dicho.
-Mentira.
-Es que no quiero que sufras.
-Eso no me importa, cono.
Me lo dijo. Lo más probable era que hubiesen conce-
bido todo el asunto con el único objeto de matarlos. Los ancianos quizá no sean las mejores víctimas de un robo con allanamiento de morada, pero son fantásticos para fines homicidas. Se mueven con lentitud, pueden pasarse varios días tendidos antes de que los descubran, y, como he dicho, suelen estar en casa. Quienquiera que piense cometer un asesinato y le importe poco quién sea la víctima, se decidirá por personas como mis abuelos. Y ese tipo de criminal se incluye en una de las categorías siguientes: asesinos en serie y mañosos en prueba.
A principios de 1992, en West Orange, estado de Nueva Jersey, había que ser tonto del culo para apostar por los asesinos en serie.
Así que lo más probable era que hubiese sido alguien deseoso de demostrar su valía para matar, y brindar a la mafia una ascendencia estratégica sobre él a guisa de cuota de entrada. O puede que fueran dos personas, puesto que había dos víctimas y las balas que asesinaron a mis abuelos eran de pistolas diferentes.
Según uno de los detectives a quienes la agente Brennan sonsacó información para mí, eso significaba que había bastantes posibilidades de que acabaran atrapando a aquellos tíos. Esa gilipollez de la mafia, la omerta, funciona en ambos sentidos: los antiguos chantajean a los nuevos, y los nuevos delatan a los antiguos. De manera que la policía acabaría enterándose de que dos capullos en concreto habían entrado en la mafia al mismo tiempo, y entonces identificarían a los sospechosos.

2 comentarios

  • Iris diciembre 14, 2012en4:49 pm

    No puedo estar más de acuerdo. Me encanta quedarme enganchada a un libro y darme cuenta tres horas después, completamente contracturada de hombros para arriba! 🙂

  • Palimp diciembre 17, 2012en7:32 pm

    Es uno de los grandes placeres que tenemos los lectores 🙂

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