Paréntesis, 2012. 114 páginas.
Unos 90 microrrelatos en los que hay de todo, como en botica, pero que en general se leen con gusto (dejo muestras). Ni soy tan entusiasta como aquí: Los años de lluvia ni tan negativo como aquí: Los años de lluvia.
Está bien.
Esperanza
No sabría deciros por qué, de tantos recuerdos, justo me viene este, de jugar a indios y vaqueros, de él haciendo de indio con mucho respeto y seriedad y muriendo abatido por mis tiros y los del primo Toni y del Babas, el compañero de pupitre. No sé por qué justo pienso en lo bien que se moría el condenado, doblándose sobre el estómago, cayendo de rodillas, retorcido, hasta quedar muerto y bien muerto sobre la hierba del parque, inmóvil hasta que nos acercábamos y lo sacudíamos de los hombros y resucitaba sonriente, borrándonos un poco la cara de susto.
No sabría deciros, pero seguramente por el recuerdo venido, me acerco al ataúd donde descansa sereno, con las manos cruzadas un poquito por debajo del pecho y me inclino sobre él, me acerco a su oído y le digo, ya está bien de hacer el indio, y lo sacudo de los hombros, hasta que me detiene su hijo, ¿pero estás loco, viejo chocho?, y después me siento a esperar, aunque creo que no quieren que me quede, para ver la cara que ponen, los demás, cuando se levante.
Intimidad
El agente inmobiliario me muestra el piso con detalle. Espacioso, bien ubicado y a un precio de risa para lo que establece el mercado. Al final de la visita me parece ver una anciana que se nos cruza por el pasillo.
Dejo al agente hablando de condiciones, de señales y no sé qué gastos de comunidad y la sigo. ¿La ha visto?, me dice y yo lo miro sorprendido. Va con el piso, me advierte.
Unos días más tarde me traslado. La viejita va de aquí para allá, sin hacer ruido, sin molestar. Como si no me viera. A veces se me queda parada delante de la tele pero no le digo nada, al fin y al cabo casi puedo ver a su través. No me estorba y diría que yo a ella tampoco. Sólo me incomoda cuando entra en el baño sin llamar.
Crítica
He recibido un email de Federico Sanjuan Latorre, crítico literario de la revista Minúsculos dedicada a las formas más breves de narrativa y poesía. Superada la sorpresa inicial, me quedo perplejo cuando leo lo que opina de mis cuentos «Pesadilla en Si bemol», «Ángeles de la noche» y «Hamburguesa sin patatas». Habla de sencillez no exenta de profundidad, de gran habilidad en el uso de los puntos de vista, de concisión y precisión en el lenguaje. Lo único que me impide comenzar a dar saltos de alegría es que ninguno de los cuentos que cita lo he escrito yo o, al menos, no recuerdo haberlo hecho. Así que con exquisita educación le devuelvo el email explicándole que debe de equivocarse, que tal vez ha sufrido un baile de direcciones porque ninguno de los cuentos que menciona es mío. Unos minutos más tarde recibo su respuesta: todavía.
Distracción
Caperucita recorría el sendero tan pendiente de evitar al lobo feroz que no se dio cuenta de que, en el prado que lindaba con el bosque, un toro bravo la miraba de reojo.
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