Javier Negrete. Señores del Olimpo.

julio 13, 2009

Editorial Minotauro, 2006. 366 páginas.

Javier Negrete, Señores del Olimpo
Dioses en crisis

Cuando en esta bitácora se ha criticado un libro malo siempre hay algún comentario que me acusa deelitismo y defiende que la literatura de entretenimiento tiene que existir. Como si yo estuviera leyendo todos los días los grandes clásicos de la literatura universal y no leyera por puro placer.

Es más, un libro que ha conseguido hacerme pasar un buen rato es candidato a la relectura, por delante incluso que otras grandes obras. Una canción ligera puede escucharse en cualquier momento, para escuchar a Bach necesitas un momento especial.

De Javier Negrete me habré leído su libro La mirada de las furias dos o tres veces. No es una novela de ciencia ficción especialmente rompedora, pero disfrutas leyéndola. Porque Negrete no es literatura como Bolaño o Vila-Matas, pero no tiene frases que ofenden al oído como Ruiz Zafón o carencias de todo tipo como Dan Brown.

La situación de los dioses no atraviesa su mejor momento: los gigantes amenazan atacar el Olimpo, una extraña criatura llamada Tifón afirma ser hija de Cronos y heredera del trono y hace tiempo que no se ve en la tierra una auténtica primavera. Zeus necesitará de todo su ingenio y ayuda posible para solucionar tantos problemas.

Hilvanar los mitos griegos en una novela coherente sin traicionar su espíritu no es tarea fácil, y Negrete sale airoso y con nota. Al final se incluye un epílogo con las fuentes de los mitos; el cómo se hizo.

¿Quién dice que los clásicos son un rollo? Una mano maestra y los tenemos vivos y coleando. Leyéndolo no hacía más que pensar Que gran serie se puede sacar de este libro. Siempre que no la hagan en España, claro.

Descárgalo gratis:

Negrete, Javier – Señores Del Olimpo.pdf

(Te hará falta el programa EMule)


Extracto:[-]

Atenea sabía quién andaba detrás del regreso prematuro de Ares. Su madre, Hera, hermana y esposa legítima de Zeus. No era ningún secreto que ambos llevaban dos años durmiendo en alcobas separadas, porque ella se había cuidado de pregonarlo a todo aquel que quisiera oírlo. Y al parecer el rey de los dioses no estaba dispuesto a aguantar dos años más privado de la compañía de su regia esposa. Pero Atenea prefirió no mencionar a Hera.

-Si tú mismo soslayas los principios sagrados sobre los que reinas, todo se tambalea -dijo.

-No sigas por ahí. Ni siquiera tú…

-¡Eres el señor del orden! Tú eres el padre de Dique, la Justicia. Se supone que ella no está nunca en el Olimpo porque la has enviado al mundo para verificar que los humanos la respetan. No me gustaría pensar que es porque no quieres que juzgue tus errores.

-¿Quién eres tú para decidir qué puedo hacer o no hacer? -exclamó Zeus, poniéndose en pie. Su estatura intimidaba incluso a Atenea, que retrocedió dos pasos-. ¿Pones en duda mi juicio y mi omnipotencia?

Atenea agachó la cabeza. Había llegado demasiado lejos. Amaba a su padre y compartía su visión de un cosmos ordenado. Sabía que, antes de que Zeus conquistara el poder, el mundo era un lugar inestable y volcánico, en el que tan pronto reinaban el fuego y las cenizas como el hielo y la escarcha, dominado por criaturas monstruosas que amenazaban la supervivencia de la recién creada humanidad. Cuando Zeus encerró a los titanes en el Tártaro, prohibió a los dioses que poblaban el Olimpo que siguieran cohabitando con monstruos y que volvieran a mudar de formas.

-No más dioses que se transforman en animales -había dicho-. Somos los olímpicos, y eso significa que debemos mantener nuestra dignidad.

Pues la naturaleza de los dioses, al contrario que la de los mortales, era tan moldeable y dúctil que ellos mismos podían alterarla en metamorfosis que, si bien resultaban dolorosas, también podían serles útiles. Pero a Zeus no le agradaba estar rodeado de criaturas de aspecto cambiante e insistía en que había una forma única que todos debían mantener: la suya. La olímpica. Aquel molde conforme al cual la raza humana, la favorita de Zeus, había sido creada por él y su antiguo amigo Prometeo, el titán que ahora colgaba de unas cadenas de hierro en un volcán del Cáucaso.

Atenea comprendía los preceptos de su padre. Lo que no entendía era que él mismo los traicionara. Pues cuando se dejaba llevar por sus caprichos (que casi siempre se materializaban en la forma de alguna bella hembra humana) no dudaba en adoptar las formas más peregrinas. Dentro del Zeus responsable y justiciero habitaba otro infantil y caprichoso, capaz de transformarse en toro para raptar a Europa, en cisne para seducir a Leda, en lluvia de oro para fecundar a Dánae, o incluso de adoptar la figura del tebano Anfitrión para seducir a su mujer Alcmena.

Al menos, nunca había solicitado la complicidad de Atenea para tales andanzas, en las que siempre recurría al inmaduro y voluble Hermes, sabedor de que él no le echaría nada en cara. Pero si Zeus creía que los demás dioses no conocían estas aventuras y no podían reprocharle que quebrantara sus propias normas, estaba muy equivocado. Pues la primera que siempre se enteraba era su propia esposa, Hera, y ella se ocupaba de contárselo a todos los demás. Incluida Atenea. Aunque no se llevaban bien, Hera la invitaba a cenar en sus aposentos cada vez que tenía la ocasión de denunciar una nueva infidelidad de su marido, con la esperanza de sembrar la cizaña entre Zeus y la diosa guerrera, o conseguir al menos que ésta reprobara la actitud de su padre.

Cosa que nunca había ocurrido. Lo que tuviera que censurar Atenea a Zeus, lo hacía sólo en su presencia. El problema era que su padre andaba cada vez más irritable, tal vez por la actitud de su esposa. Atenea no era tan ingenua de pensar que Zeus estaba sufriendo como un amante amartelado por no compartir el lecho de Hera. No, lo que le atormentaba era que todos en el Olimpo supieran lo que pasaba y pudieran pensar que el rey de los dioses no era capaz de meter en vereda a su esposa. Pues para Zeus las apariencias lo significaban todo.

7 comentarios

  • ericz julio 14, 2009en3:19 am

    Muy bien dicho.

    Por mi parte releo grandes obras y otras solo entretenidas. Pero solo si no son tristes.

  • panta julio 16, 2009en4:47 pm

    Había leído Olympo de Dan Simmons y me pareció magnífico.
    Cuando leí a Negrete me di cuenta de cuánto mejor se podía tratar a los clásicos.
    Una recomendación excelente.

  • Palimp julio 17, 2009en12:34 pm

    Gracias, ericz. Yo también releo grandes obras, pero confieso que las entretenidas tienen más números.

    Me alegra estar de acuerdo, panta.

  • David octubre 10, 2009en9:08 pm

    Saludos, si me sumo a las conclusiones Señores del Olimpo es magnifica, muy bien escrita, te atrapa, la recomiendo mucho.

  • Alejo octubre 12, 2009en3:46 am

    Es una Obra Magnifica, un orgullo que haya escritores en Español que lleven tan bien la literayura fantastica, exelente obra absaolutamente recomendable.

  • Palimp octubre 18, 2009en9:38 am

    Negrete es un escritor muy profesional con una sólida trayectoria. Me alegra ver que tiene buenos seguidores.

  • Dario octubre 22, 2009en4:25 am

    REcomiendo mucho esta Novela es magnifica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.