Libros de la resistencia, 2018. 164 páginas.
En la biblioteca está catalogado como poesía, pero no sé muy bien en qué categoría encajar este artefacto poético literario repleto de historias, de obsesiones, de búsqueda de una piedra imán que aparece y desaparece como por arte de magia.
El autor construye un universo que me ha fascinado, construído con una parte de sucesos cotidianos, otra de elementos que rozan lo sobrenatural y una galería de personajes curiosos que acompañan a un protagonista que es el propio autor del libro. El libro carece de trama, salvo la misteriosa piedra imán, y va saltando por diferentes escenas en las que no hay continuidad temporal ni casi temática y, sin embargo, construyen un ambiente sólido en el que acabas viviendo.
El libro ha sido reconstruido a partir de los apuntes originales del autor, con lo que se puede decir que es la edición más fiel y creo que el resultado merece la pena. Yo, desde luego, me he quedado fascinado por el extraño universo poético de estas paginas.
Muy bueno.
¿Y entonces cómo quieres que sea?, le dije. ¿O tratas de burlarte? Si soy así, será porque soy así, y vaya usted a saber por qué. Además cada cual es así, y no asá. En una palabra: cada uno es como es, si no me equivoco, y lo demás son disparates. Ahora si quieres filosofar, es otra cosa. No cuentes conmigo.
Está bien, y no es para que te molestes, me dijo. No vayas a creer que yo quiero burlarme. Pero lo que yo te pregunto, con toda sinceridad, y como amigo que te estima, es simplemente esto: ¿por qué bebes? ¿Qué es lo que te lleva a beber? Y que no te extrañe mi pregunta; alguna vez tenemos que darnos el lujo de tocar temas importantes, como amigos que se respetan, y mal que nos pese, tenemos que reconocer que estamos demasiado acostumbrados a hablar huevadas. ¿No te parece?
De acuerdo, le dije. Tienes razón. Sólo que a mí me encanta hablar huevadas, y lo reconozco. Además hay una cosa: en este momento no tengo ganas de tocar temas importantes. Por otra parte, sería de nunca acabar. ¿Qué es lo que me lleva a beber? Imagínate, qué pregunta difícil. Es algo que asusta. Para salir del paso, yo contestaría que bebo porque me da la gana, o porque soy un pobre carajo, pero con eso no diría nada, y además no es el caso. En puridad de verdad, y para decirlo de una vez, yo bebo porque bebo, qué te parece. Y sanseacabó. Ahora ponte la mano al pecho: ¿qué dirías tú, si yo te preguntara por qué eres así, y por qué bebes?
¿Qué diría?, dijo él. Claro que me vería en un trance difícil; pero después de todo, sería capaz de responder. Y poniéndome la mano al pecho, habiendo reflexionado un momento, te diría: yo soy así porque soy jorobado; y bebo porque soy así. Qué opinas. Ya ves que no es tan difícil como parece. Lo único difícil, y realmente difícil, a mi modesto entender, es ser sincero. Y como tú eres sobradamente sincero, contesta: ¿por qué eres así? ¿Por qué bebes?
Muy bien, le dije. Ya que te empeñas, trataré de contestar. Y seré sincero. Yo no sé por qué soy así; quizá soy así porque no soy así; y quizá no soy así. A lo mejor bebo para no ser así. Mucho me temo que soy así, es decir, que no soy así. Me pones en apuros; yo no sé cómo soy, pero soy así, y no me gusta ser así. Seguramente por eso bebo; sólo cuando bebo me gusta ser así. En una palabra:
tal vez bebo para ser como soy. ¿Me explico? Por lo demás ya lo dije: en el fondo, no soy sino un pobre carajo. Y bebo porque soy un pobre carajo. Lo sé. ¿Y qué busco? No busco nada. Sin embargo el horror que anda del brazo del alcohol me atrae. Y esto me horroriza; es decir, el hecho de que el horror me atraiga. Y esto a su vez me hace sentir en el mejor de los mundos. Es un estado que yo llamo júbilo. Ahora ya creo saber por qué bebo. Pero es muy oscuro; muy difícil de comprender, y aun más difícil de soportar. Te diré que se sufre. Y muchas gracias por haberme preguntado; con tu pregunta me has abierto una puerta. En realidad yo no sabía, y es bueno saber. Mejor dicho: es bueno creer saber. Ahora no dirás que no soy sincero. Difícilmente podría ser más sincero.
Albricias, dijo el Ismael. Eso es hablar. Y para confirmar tus palabras a propósito del horror del alcohol que te seduce, te diré una cosa. Yo siempre he visto en tus ojos una mirada de miedo; y precisamente cuando estás borracho, ese miedo que brilla en tus ojos es algo que llama la atención. Y no vayas a creer que son mis inventos, o que estoy fantaseando. El otro día, sin ir muy lejos, he oído un comentario inquietante, y no es para que lo tomes a mal; yo te lo cuento para tu gobierno. La cuestión es que don Carlos estaba comentando en reserva, y dijo lo siguiente:
«¿Qué le pasará al pobre don Jaime? Yo lo estimo bastante, y parece que se está volviendo loco. Toma cuatro copas, y ya no mira aquí, sino allá. Si estuviera viendo fantasmas toda la vida, santo y bueno, pero no está viendo fantasmas, y sin embargo tiene miedo. A uno lo mira como no sé qué, y nada raro sería que de repente empiece a gritar como un loco y se abalance sobre la gente y cometa alguna barbaridad. A ratos ya parece un resucitado, o un desencarcelado. Me han dicho que les da una vida de infierno a los de su casa, pero yo no creo. Don Jaime estará por perder la chaveta y será demasiado afecto a la copa, pero es un caballero. ¿No lo habrán embrujado? Nadie me saca de la cabeza que le han hecho algún maleficio. Y su tía dice lo mismo, pero viene a molestar cada vez y quiere prohibirme que lo reciba, como si yo fuera un Juanla-nas para hacerle caso. Además estoy en mi casa, y yo lo recibo al loco Saenz porque me da la gana. Y si viene a reclamar el Padre Eterno, me da lo mismo. Yo a don Jaime le tengo mucha pena. Se le aparecen las almas, y tuerce los ojos de miedo.
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