Acantilado, 2002. 80 páginas.
Tit. Or. Sylvie. Trad. Luis María Todó.
Novela de amores perdidos, donde el protagonista evoca desde París como su corazón se debatía entre dos muchachas. Sucesivas vueltas al pueblo le permiten, a la vez, evocar los tiempos pasados y reencontrarse con los tiempo presentes.
Escrito con una prosa delicada y poética, con una estructura narrativa bastante moderna y libre, deja muy buen sabor de boca. No me ha dejado trastornado como a Eco y a Proust pero me ha gustado mucho. Otra reseña: Sylvie
Recomendable.
— ¡Mira quién está ahí, el parisino!—me dijo el tío Dodu—. ¿Vienes a pervertir a nuestras jóvenes?
—¿Yo, tío Dodu?
—¿Las llevas al bosque cuando el lobo no está?
—Tío Dodu, usted sí que es un lobo.
—Lo fui mientras encontré ovejas; ahora sólo encuentro cabras, ¡y que saben defenderse muy bien! Pero vosotros los de París sois muy tunos. Jean-Jacques tenía mucha razón cuando decía: «El hombre se corrompe en el aire emponzoñado de las ciudades.»
—Tío Dodu, usted sabe muy bien que el hombre se corrompe en todas partes.
El Tío Dodu empezó a entonar una canción de taberna; en vano quisieron detenerle cuando llegó a una estrofa escabrosa que todo el mundo se sabía de memoria. Yo había reparado en que el enamorado del día anterior estaba sentado a su izquierda. Había algo en su rostro redondo, en su pelo desgreñado, que no me resultaba desconocido. Se levantó y se puso detrás de mi silla diciendo:
—¿Así que no me reconoces?
I liu buena mujer que acababa de entrar a la Iit>tu ilcl postre después de habernos servido me Jijo -il oído:
¿No reconoce a su hermano de leche?
— ¡Anda, si eres tú, el rizadol—dije—. ¡Eres tú, . I que me sacó del aua\
Sylvie se reía de aquel reconocimiento a carcaja-
dai,
—Por no hablar de tu bonito reloj de plata— decía aquel muchacho abrazándome—, y al volver Citabas mucho más preocupado por el reloj que por ti mismo, porque no funcionaba; decías: «El bicho se ha movido, ya no hace tic tac; ¿qué dirá mi CÍO?»
— ¡Un bicho en un reloj!—dijo el tío Dodu—. , Eso es lo que hacen creer a los niños en París!
Sylvie tenía sueño, y pensé que me consideraba perdido. Subió a su habitación, y mientras le daba un abrazo, dijo:
—Hasta mañana, ¡venga a vernos!
El tío Dodu se había quedado en la mesa con Sylvain y mi hermano de leche; estuvimos mucho tiempo charlando alrededor de una botella de rata-fiat de Louvres.
—-Los hombres son iguales—dijo el tío Dodu entre dos canciones—, yo bebo con un pastelero, como bebería con un príncipe.
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