G. K. Chesterton. Herejes.

mayo 7, 2010

Editorial Acantilado, 2007. 320 páginas.
Tit. Or. Heretics. Trad. Stella Mastrangelo.

G K Chesterton, Herejes
Fuera de la norma

Inmenso Chesterton. No es ni Shakespeare ni Russel, pero ¡cuánto me gusta! ¡Qué bien sabe su prosa! Es un placer seguir sus razonamientos, empeñado siempre en hacer de abogado del diablo. En defender las opiniones equivocadas con las razones correctas. Humano hasta la médula.

En esta recopilación de artículos brilla todo su talento. Reseñando libros o autores, opinando de política o defendiendose de los ataques de los críticos engarza unos artículos que escapan del tema con naturalidad y se hacen intemporales y eternos. Talento es hablar del ejército de salvación y que uno, que nunca ha conocido esa iglesia, entienda perfectamente de qué se está hablando. Porque Chesterton en sus artículos, relatos y novelas siempre está hablando de lo mismo: del hombre.

Hay que agradecer a Acantilado la publicación de algunos de sus libros (me compraría la monumental Relatos del padre Brown de 1100 páginas si no fuera porque los tengo todos por separado). Pueden ver aquí su catálogo: Obras de Chesterton en Acantilado. Hay Chesterton más allá del padre Brown. En siguientes entradas comentaré algunos extractos de este libro.

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Chesterton


Extracto:[-]

La mayoría de las personas sanas pasa por alto esos peligros morales igual que pasa por alto la posibilidad de bombas o microbios. Los realistas modernos son en realidad terroristas, igual que los dinamiteros; e igual que ellos fracasan en el intento de causar una conmoción. Tanto los realistas como los dinamiteros son personas bienintencionadas dedicadas a la tarea, tan evidentemente destinada a fracasar por último, de usar la ciencia para promover la moralidad.

No quiero que el lector me confunda ni por un momento con esas personas vagas que imaginan que Ibsen es lo que ellos llaman un pesimista. Hay muchas personas saludables en Ibsen, mucha gente feliz, muchos ejemplos de personas actuando con prudencia y finales felices. No es eso lo que quiero decir. Lo que quiero decir es que Ibsen muestra en todo momento, y no disimula, cierta vaguedad, y una actitud cambiante, así como una actitud de duda acerca de qué es realmente prudencia y virtud en esta vida; vaguedad que contrasta de forma notable con la decisión con que se lanza contra algo que percibe como una raíz de mal, alguna convención, alguna falacia, alguna ignorancia. Sabemos que el protagonista de Espectros está loco, y sabemos por qué está loco. También sabemos que el doctor Stockman está cuerdo, pero no sabemos por qué está cuerdo. Ibsen no afirma saber cómo se producen la virtud y la felicidad, en el sentido en que afirma saber cómo se producen nuestras modernas tragedias sexuales. La falsedad provoca ruina en Las columnas de la sociedad, pero la verdad provoca igualmente ruina en El pato silvestre. No hay virtudes cardinales en el ibsenismo. No hay hombre ideal en Ibsen. Todo esto no sólo se admite sino que se alaba en La quintaesencia del ibsenismo de Bernard Shaw, el más valioso y meditado de los elogios de Ibsen.

5 comentarios

  • Dibiase mayo 8, 2010en12:34 am

    Chesterton es uno de los grandes, de eso no hay duda.

  • Palimp mayo 8, 2010en6:35 pm

    NO sé si al llamarle yo inmenso, y tú grande, se va a creer lo que no es y se nos enfade desde ultratumba.

  • El hombre que fue jueves mayo 11, 2010en12:39 am

    Cuando era pequeño, mi padre me leía a Chesterton. Aprendí a disfrutarlo muy pronto, y se me hacía raro cuando en el colegio, uno de mis profesores lo mencionara una vez -regalaban uno de sus títulos con un periódico- como un autor para adultos. Y yo que lo escuchaba cada noche, esperando descubrir un nuevo «negocio raro», o la penúltima paradoja de Mr. Pond…
    En fin, que siempre me ha parecido poco valorado…casi relegado a la oscura categoría de «autor de culto». Por eso me ha alegrado encontrar este post en mi vagablogueo…
    Un saludo

  • Palimp mayo 11, 2010en8:57 am

    Gracias por el comentario. Coincido; es un autor poco valorado excepto para sus fieles seguidores. Yo me hice socio del Ateneo en San Sebastián sólo porque en su biblioteca tenían gran cantidad de libros suyos (y en qué ediciones).

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