Fiston Mwanza Mujila. Tranvía 83.

junio 13, 2024

Fiston Mwanza Mujila, Tranvía 83
Pepitas de calabaza, 2017. 224 páginas.
Tit. or. Tram 83. Trad. Rubén Martín Giráldez.

En un indeterminado país africano se encuentra el local Tranvía 83, donde se da cita lo mejor y lo peor de la sociedad. En ese caos navegan Lucien, un escritor frustrado que intenta vivir de su escritura y Requiem, un buscavidas amigo suyo que se dedica, entre otras cosas, a chantajear a la gente.

Las frases de la solapa lo ponen por las nubes, pero a mí todo me ha sonado a rancio, a ya leído, a tópicos reciclados por enésima vez. No me importa si el escritor maldito está en un tugurio de Nueva York, en un barrio de mala muerte de Barcelona, o en ese país africano en descomposición, esa historia ya me la han contado muchas veces y con más gracia.

No es que el libro esté mal, se deja leer a pesar de que las cualidades del lenguaje no compensan la falta de trama, pero no pasa de ser una lectura del montón con ínfulas.

Se deja leer.


—¿Sobre qué escribes? ¿Sobre quién? ¿Dirigido a qué público? ¿Expectativas? ¿Cuántos ejemplares? ¿Premios literarios? ¿Qué género?
Se sentía atenazado. Las preguntas lo acribillaban desde todos lados. ¡Ni siquiera había podido pegar un trago aún!
—¿Andas escribiendo algo?
Convenía responder con la esperanza de una publicación en Trenes de la Felicidad Ediciones.
—Un cuento dramatúrgico, por así decirlo, que trata sobre este país desde una perspectiva histórica, El África de los posibles: Lumumba, la caída de un ángel o los años de la mano del mortero. Hay muchas posibilidades de que este texto se lea en Europa. Tiene como personajes al Che Guevara, Sékou Touré, Gandhi, Abraham Lincoln, Lumumba, Martin Luther King, Ceausescu, sin olvidar al General disidente.
El editor pidió un ron con hielo. Idas y venidas a los lavabos, madres solteras, potrillas, estudiantes, oficinistas, turistas, músicos, profetas, malabaristas, expresidiarios…
—Yo no soy comunista. No comulgo con eso. Sé que Lumumba es una figura emblemática de la independencia en el Congo-Zaire, pero creo que lo mejor es alzar a nuestros propios héroes en lugar de a Lumumba, un guerrillero que ha pagado caro el precio por esta ciudad en vez de adherirse a la historia del Congo-Zaire. Y luego: ¡el Congo para los congoleños, esa parte de historia déjasela a los dramaturgos de ese país! Aquí, igual que en el Transpaís, seguro que hay hombres que han marcado su época. ¡Deja que esos grandes hombres descansen con dignidad! Piensa en textos que hablen de ferrocarriles, minas o qué sé yo.
—Deje que le cuente…
—O si no te limitas a escribir un ensayo en lugar de mezclar géneros.
—Mi formación es de historiador. Creo, a no ser que me equivoque, que la literatura merece un lugar de honor en el proceso de formación de la historia. Por la vía de la literatura podemos restablecer la verdad. Me propongo reconstituir la memoria de un país que no existe más que sobre el papel. Fabular a propósito de la Ciudad-País y del Transpaís desde una perspectiva de rememoración… Los personajes históricos son mis balizas. Pero las potrillas, los cavadores, los estudiantes famélicos, los turistas y los…
—Este discurso ya me lo sé… La gente está harta de miseria, de pobreza, de sífilis y de violencia en la literatura africana. Mira a nuestro alrededor. Hay chicas guapas, hombres guapos, cerveza de Brazza, buena música… ¿No te inspira, todo esto? Me inquieta el futuro de la literatura africana en general. El protagonista de la novela africana siempre es soltero, neurótico, perverso, depresivo, sin hijos, sin domicilio y arrastra una montaña de deudas. Aquí vivimos, follamos, somos felices… ¡En la literatura africana también se tiene que follar!
Lucien aprovechó la locuacidad de su interlocutor para dar su primer trago. Al alzar el vaso entrevio a las dos chicas del día anterior guipándolos de lejos. El pobre intentó hacerles un saludo amistoso. Las madres solteras tomaron el gesto por una señal, bajaron sin hacerse de rogar.
—Me interesa, ese cuento dramatúrgico tuyo.
Los amazonenses salieron por la puerta de atrás, las ayudantas de camarera, los cavadores, los profetas…, el público, que acababa de enjugarse sus lágrimas de cocodrilo, les había pedido que abandonasen el escenario.
—Qué guapos, buenas noches primero.
Las dos chicas se sentaron… Un gmpo de rap se puso a liarla. Los raperos, exestudiantes, exrebeldes, excavadores, malcarados y con mala prensa, gritaban, se quejaban, vociferaban, regateaban, parloteaban…

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.