Periférica, 2006. 156 páginas.
Tit. Or. A Ruiva. Trad. Antonio Sáez Delgado.
Comenté en la entrada sobre Mark twain que seguro que se podÃa ganar dinero cogiendo libros sin derechos y editándolos de cualquier manera. Pero también se puede hace lo contrario. Buscar textos sin derechos pero desconocidos o no publicados en nuestro paÃs y editarlos con cuidado y buen gusto. Esto es lo que ha hecho la editorial Periférica y no sé si ganarán dinero, pero su labor es de agradecer.
La pelirroja es la hija de un enterrador, bastante guapa. Se amanceba con un muchacho gracias a una tercera, en parte por salir de la miseria, en parte por disfrutar del sexo. Pero como no tiene ni oficio ni beneficio la relación empieza a ir mal y Carolina, la pelirroja, va degradándose poco a poco.
Su carga erótica pasa desapercibida en pleno siglo XXI, pero seguro que en el XIX escandalizó lo suyo. El libro es una delicia, tierno y a la vez crudo como la autopsia del cadáver que realiza el doctor. A destacar el ambiente sórdido, la descripción de los personajes y la ausencia de moralina -pese a ser la historia de una degradación.
El libro una joya y la edición, excelente.
Escuchando: Para toda la vida . Fito & Fitipaldis.
Extracto:[-]
No habÃa conocido a su madre, nunca la habÃa besado una mujer buena y el sepulturero no reprimÃa ante ella sus brutales manifestaciones. Entregada a sà misma, chamuscada por caricias pérfidas de hombres entregados al rumbo habitual de su bestialidad, habÃa crecido en ese ambiente. Sin embargo, aún habÃa dentro de ella un rasgo ideal e inexplicable, cierta virginidad infantil: rezaba por las noches.
A veces la acorralaban tristezas Ãntimas, el insomnio le trituraba la salud como en un almirez de bronce. Sin saber por qué, era desgraciada. Deseaba ser como la pequeña que vino un dÃa a coser a la puerta de una carbonerÃa, con una rosa en las trenzas. Pero, de repente, algo la arrojaba ál condenado recuerdo de los hombres dormidos en la sala del velatorio, y los veÃa salir de las mortajas hilvanadas, sonrientes, con vida; alargaban los brazos, buscándola; roÃdos por los gusanos, muchos venÃan, como en el baile de Roberto, a rozarla en las caderas con sus miembros escuálidos y podridos.
Y aturdida, observando en el vacÃo aquella visión candente, miserable a sus quince años, se sentaba, extenuada y débil, a la sombra de los viejos cipreses y de las tumbas soberbias, dando golpes con la cabeza, y con el alma revuelta por emociones criminales. Muchas veces era ya de noche cuando volvÃa sola a casa, fuera del cementerio.
Su padre se quedaba envuelto en una manta, con un gorro de lana negra, por cuyos agujeros asomaba el pelo. Se acostaba en la concavidad de alguna vieja tumba vacÃa. Si helaba, levantaba la tapa de una sepultura familiar para echarse en los huecos, entre ataúdes de plomo.
Ya estaba acostumbrado a aquella jarana, y después, asÃ, no se despertaba por las mañanas en la cama y podÃa empezar temprano el trabajo, regando de madrugada los arriates de las familias que le pagaban por ese trabajo, barriendo de los pedestales las flores secas que el viento arrancaba de los ramos, y en plena noche, con pasos lentos y afligidos, en las trágicas encrucijadas de los cipreses, reanimando o encendiendo los candiles apagados por las ráfagas del nordeste, con el rollo entre los dedos.
2 comentarios
La trama parece sencilla y el tema interesante, aunque creo que es triste ¿verdad?
No sé si triste es la palabra adecuada… es una vida desperdiciada.