La editorial RBA acaba de sacar una colección titulada Grandes ideas de la ciencia, en la que cada libro gira alrededor de un científico explicando sus principales teorías. Sean bienvenidos todos los libros de divulgación científica, sobre todo si están bien editados, porque no hay abundancia en el mercado.
He decidido empezar por uno de los personajes más fascinantes de la historia de la ciencia, Arquímedes, del que ya he reseñado algún que otro libro por aquí: Arquímedes. El esquema del libro es sencillo: apuntes biográficos, exposición de sus principales teorías, recuadros explicativos y un anexo con textos originales.
No es un tratado profundo sobre el matemático, ya que la colección es divulgativa y por lo tanto el libro tiene que ser breve. Pero además de combinar rigor con amenidad el autor se las arregla para contarnos datos poco conocidos, por ejemplo una explicación de cómo pudo Arquímedes averiguar la composición de la corona de Heron.
Para quien no conozca la historia, un breve resumen. Arquímedes tenía que averiguar si una corona era toda de oro o tenía mezcla de plata, sin fundirla. Incapaz de resolver el problema se fue a los baños, y al ver que el agua se sobraba de la bañera al introducirse él le vino la inspiración, y corrió desnudo a su casa mientras gritaba ¡Eureka! (lo encontré). Sumergiendo un volumen igual de oro y viendo la diferencia con la corona se podría averiguar la proporción de oro.
Pero hay un problema, las cantidades son tan pequeñas que sería muy difícil encontrar la diferencia. Pero si lo combinamos con las leyes de la palanca hubiera podido hacerse, sumergiendo una balanza en el agua. En el libro se explica muy bien, así como su búsqueda del número pi o sus numerosas cuadraturas.
Me ha sorprendido la calidad del texto, la edición cuidada y la cantidad y la calidad de la información proporcionada. Un libro excelente para acercarse a la figura de Arquímedes.
Calificación: Muy bueno.
Extracto:
Si bien la primera ley física descubierta por los griegos fue probablemente la de las proporciones numéricas de las longitudes de cuerdas o de las frecuencias musicales, la segunda documentada aparecería trescientos años después: la ley de la palanca de Arquímedes. Fue, por tanto, el primer matemático que pudo adaptar la geometría de su momento histórico a fenómenos físicos. La investigación que llevó a cabo estuvo basada en lo que hoy podríamos denominar una física intuitiva, cercana al experimentador, fácil de mostrar experimentalmente y que forma parte de la realidad de cualquier persona. Tuvo la genial idea de utilizar y explotar al máximo el recurso célere paribus, que puede traducirse libremente del latín como «permaneciendo el resto constante». Dicho de otro modo, se percató de que para estudiar cualquier magnitud física debía fijarse solo en la magnitud a estudiar, simplificando el problema y haciendo que el resto de magnitudes no influyeran, es decir, que permanecieran constantes. Para ello usó por primera vez idealizaciones de objetos físicos en un texto matemático, tal es el caso de palancas con barras sin masa y cuerpos con figuras geométricas concretas y definidas. Por último, no se interesó solamente por las famosas palancas y por la flotabilidad, también escribió un libro, El Arenario, en el que se intuye su inclinación por la astronomía. Además, entre su obra se ha perdido otro libro, Catóptrica, donde hablaba de la luz y que se volverá a nombrar en el capítulo final, cuando se presenten algunos de sus ingenios.
El filósofo griego Aristóteles escribió varios libros relacionados con la física, pero destaca, precisamente, el conocido con el nombre de Física. El término proviene del griego y significa «naturaleza», es decir, la física estudia los fenómenos naturales. Aunque contribuyó con buenos planteamientos en otros campos del saber, en cuestión de física Aristóteles no introdujo grandes avances, es más, supuso un retroceso durante todo el Medievo. Pero el problema realmente fue que sus ideas calaron con profundidad entre la comunidad científica de la época y hasta los siglos xv y xvi el ser humano no se permitió refutar las instauradas ideas del filósofo. Sería en el entorno de la primera revolución científica cuando personajes como Galileo mostrarían una visión más adecuada del movimiento y Newton integraría una serie de resultados para demostrar que cielo y tierra se rigen por las mismas reglas naturales.
Arquímedes tenía la clave para superar la física aristotélica, aunque fue desoído durante siglos. Aristóteles puso de moda los conceptos de gravedad y levedad, siendo lo primero lo que experimentan los cuerpos que caen y lo segundo lo que experimentan los cuerpos que flotan en el aire. Arquímedes, sin embargo, dio un vuelco al concepto introduciendo en sus textos la noción de masa específica o densidad, para hablar de la flotabilidad de los cuerpos. Así, un cuerpo flota en el aire porque su densidad es menor que la del aire. De paso, y de manera implícita, rechazaba la idea aristotélica de que el vacío no existe, a pesar de que, por ejemplo, Estratón de Lámpsaco (340-268 a.C), filósofo griego y director del Liceo, la había defendido. Precisamente, Estratón demostró que el aire está compuesto por partículas. Del principio de flotabilidad de Arquímedes se pudo deducir que los cuerpos menos densos, al tener más volumen por unidad de masa, contienen más vacío entre sus partículas constituyentes. En este sentido, el atomismo de Leucipo y Demócrito ya tenía un par de siglos de existencia y daba pie a todo tipo de especulaciones. Lo que sí es evidente es que Arquímedes no dejó escrita ni una sola línea de suposiciones azarosas; más bien al contrario, utilizó en todo momento las matemáticas para demostrar y dar apoyo a sus afirmaciones, circunstancia que lo diferencia de los filósofos griegos de su época.
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