Alianza, 1985. 294 páginas.
Trad. María Araujo.
Este libro pretende responder a una observación de alguien que dijo que el arte griego le parecía demasiado racional. Como los creadores de las matemáticas organizadas, la filosofía y el arte clásico podemos tener una idea idealizada del raciocinio de los griegos.
El autor se dedica a examinar todas aquellas costumbres, prácticas religiosas y supersticiosas de los griegos en una gran extensión de años y la conclusión que obtenemos es que la realidad es muy diferente de la idea que tenemos. Eran tan irracionales como cualquier otro pueblo y, aún más, cuando surgió la ilustración hubo en los años posteriores una reacción a la misma.
Los paralelismos con la situación actual son evidentes y el rigor y la documentación que aporta el libro ha hecho que, pese a ser una edición antigua de no muy cómoda lectura, haya disfrutado muchísimo con su contenido.
Muy recomendable.
Pero la prueba más impresionante de la reacción contra la Ilustración puede verse en el éxito de los procesos seguidos contra intelectuales por motivos religiosos que tuvieron lugar en Atenas en el último tercio del siglo V. Hacia el 432 a. C. “ o un, año o dos después, se declararon delitos denunciables el no creer en lo sobrenatural “ y el enseñar astronomía “. Los treinta años siguientes, aproximadamente, fueron testigos de una serie de juicios por herejía, únicos en la historia ateniense. Entre las víctimas se cuenta Ia mayoría de los jefes de la ideología progresista de Atenas : Anaxágoras “, Diágoras, Sócrates , casi seguramente Protágoras también “, y posiblemente Eurípides «. En todos estos casos, salvo en el último, triunfó Ia acusación: Anaxágoras fue probablemente multado y desterrado; Díágoras se salvó con la huída; lo mismo, probablemente, hizo Protágoras
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