Galaxia Gutenberg, 2011. 440 páginas.
Edición, traducción y notas de Xavier Farré.
En ocasiones llegamos a los libros por caminos extraños. Escuché uno de estos poemas por la radio y conseguí tras varios intentos encontrarlo en internet, aunque no en la misma traducción que había escuchado, sino en otra que no me conmovió de igual manera. Pero con el nombre del autor no me costó encontrar esta excelente antología, muy bien editada, con una selección amplia y muy bien traducida. Porque no puedo evaluar si respeta el original polaco, pero sí que los versos brillan.
Poemas con una profundidad espiritual pero también terrenales, que me han conmovido hasta lo indecible, con versos tan certeros como los siguientes:
Hay demasiada muerte y es por eso que sentimos ternura
por las trenzas, por las faldas de colores al aire,
por las barquitas de papel no más perdurables que nosotros.
O rememorar los tiempos pasados que de alguna manera siguen siendo los nuestros:
Al forzarnos la atención, aquellos tiempos no nos parecen Más lejanos que ayer aunque las caras de los emperadores Sean hoy otras en las monedas. Sigue durando ese eón,
El temor y el deseo son los mismos, el aceite, el vino
Y el pan significan lo mismo. También la inestabilidad de las masas,
Ávidas como otrora de milagros. Incluso las costumbres,
Los festines de boda, los remedios, el llanto por los muertos Se diferencian sólo aparentemente.
La mejor manera de conocer al poeta es su obra, dejo muchos poemas porque muchos me han gustado. El que me cogió de la oreja es Autodescripción honesta con un vaso de whisky, en el aeropuerto, digamos que en Minneapolis pero mi preferido es Sentido. Disfruten de la lectura,
Excelente.
Tú que humillaste
Tú que a un hombre simple infligiste ultraje,
estallando en risas ante tal abuso,
y con un grupo de bufones a tu uso
para mezclar el bien y el mal en tu bagaje.
Aunque todos se postren al compás,
y te crean sabio y lleno de amor,
y forjen medallas de oro en tu honor,
contentos de haber visto un día más,
no te sientas seguro. El poeta recuerda,
lo puedes matar y otro habrá nacido.
Palabras y actos, todo es ya sabido.
Mejor te sería un árbol torcido
en un alba de invierno y una cuerda.
Lo que fue grande
Lo que fue grande, ahora resulta pequeño.
Los reinos empalidecieron como bronce nevado.
Lo que nos hería, ya dejó de herirnos.
Tierras celestes giran y brillan.
A la orilla del río, tendido en la hierba,
Lanzo barquitas de corteza como antaño.
Duermo mucho
Duermo mucho y leo a Tomás de Aquino
o La muerte de Dios (un libro protestante).
A la derecha, la bahía como moldeada con estaño;
tras la bahía, la ciudad; tras la ciudad, el océano;
tras el océano, el océano. Hasta Japón.
A la izquierda, secas colinas con una hierba blanca;
tras las colinas, un valle irrigado, donde se cultiva arroz;
tras el valle, montañas y pinos ponderosa;
tras las montañas, el desierto y ovejas.
Cuando no podía sin alcohol, me hinchaba de alcohol.
Cuando no podía sin cigarrillos ni café, me hinchaba de cigarrillos y café.
Era atrevido. Trabajador. Casi un modelo de virtud.
Pero esto no sirve de nada.
Doctor, me duele.
No aquí. No, no aquí. Ya ni yo lo sé.
Quizás sea un exceso de islas y continentes,
de palabras no dichas, de bazares y de flautas de madera
o de beber a solas, sin gracia,
aunque uno debería ser una especie de arcángel
o de san Jorge en la calle de San Jorge.
Señor curandero, me duele.
Siempre creí en la brujería y en las supersticiones.
Está claro que las mujeres tienen sólo un alma, católica,
pero nosotros tenemos dos. Cuando bailes
visitarás en sueños pueblos lejanos
e incluso tierras nunca antes vistas.
Ponte, por favor, un amuleto de plumas,
Hay que salvar lo que es tuyo.
He leído muchos libros, pero no creo en ellos.
Cuando duele, volvemos a algún río,
recuerdo aquellas cruces con los símbolos del sol y de la luna
y a los brujos, cómo trabajaban cuando había epidemia de tifus.
Envía tu segunda alma tras las montañas, tras el tiempo.
Dime lo que viste. Esperaré.
¿Ars poética?
Siempre añoré una forma más amplia
que no fuera demasiado poesía ni demasiado prosa
y permitiera entenderse sin comprometer a nadie,
ni al autor ni al lector, a tormentos de orden superior.
En la esencia de la poesía hay algo indecente:
brotan de nosotros cosas que no intuíamos tener,
así que pestañeamos como si de nosotros saltara un tigre
y estuviera iluminado golpeándose los flancos con la cola.
Con razón se dice que es un daimonion quien dicta la poesía
pero se exagera al afirmar que debe de ser un ángel.
Difícil es entender de dónde surge el orgullo de los poetas
si más de una vez se avergüenzan de que sus flaquezas sean visibles.
¿Qué persona juiciosa querría ser un estado de los demonios,
que lo rigen como en su casa, hablan muchas lenguas
y, por si no bastara, le roban sus labios y sus manos,
intentando, para comodidad propia, cambiar su destino?
Como que lo enfermizo hoy es valorado
alguien puede pensar que sólo estoy bromeando
o que he encontrado una nueva manera
para alabar el Arte con la ayuda de la ironía.
Hubo un tiempo en que se leían sólo libros cultos
que ayudaban a soportar el dolor o la desgracia.
Pero esto no es lo mismo que adentrarse en mil
obras directamente de una clínica psiquiátrica.
Y con todo, el mundo es diferente a como nos parece,
y nosotros somos diferentes a nuestros devaneos.
Así que la gente conserva una honestidad silenciosa
consiguiendo así el respeto de vecinos y allegados.
Ésta es la utilidad de la poesía, que nos recuerda
cuán difícil es seguir siendo la misma persona,
pues nuestra casa está abierta, sin llaves en la puerta,
e invisibles huéspedes entran y salen.
De acuerdo, lo que explico aquí no es poesía.
Porque un poema se escribe raras veces y con desgana,
bajo una presión inaguantable y sólo con la esperanza
de que buenos y no malos espíritus nos tengan como instrumento.
Tu voz
Maldice la muerte. Nos está destinada injustamente.
Ruega a los dioses que te den una plácida muerte.
Lo que eres, un poco de ambición, de deseo y de sueños,
no merecen el castigo de una larga agonía.
Sólo no sé qué puedes hacer con la muerte de otros,
de los niños, rociados con fuego; de las mujeres, disparadas con
perdigones; de los soldados ciegos,
una muerte que dura muchos días, aquí, ahora, a tu lado.
Tu compasión no tiene cobijo, tus palabras son mudas
y temes la sentencia porque no has podido hacer nada.
El cardo, la ortiga
El cardo, la ortiga, la bardana, la belladona
Tienen futuro. Suyos son los páramos
Y los herrumbrosos raíles, el cielo, el silencio.
– Quién seré para las generaciones futuras
Cuando tras el clamor de las lenguas el silencio obtenga su triunfo?
El don de disponer las palabras tenía que redimirme
Pero tengo que estar preparado para una tierra no gramatical.
Con el cardo, la ortiga, la bardana, la belladona,
Sobre las que sopla una brisa, hay una nube soñolienta, silencio.
Sentido
-Cuando muera, veré el forro del mundo.
La otra cara, tras el pájaro, la montaña y la puesta de sol.
El significado verdadero que reclama ser descifrado.
Lo que no encajaba, acabará encajando.
Lo que era incomprensible, será comprensible.
-¿Y si no existe ningún forro del mundo?
¿Y si el tordo en la rama no es ningún signo,
Sólo un tordo en la rama, y si el día y la noche
Se suceden sin parar mientes en el sentido,
Y no hay nada en la tierra, excepto esta tierra?
Si fuese así, quedaría sin embargo
Una palabra despertada por unos efímeros labios,
Y que corre, corre, mensajero incansable,
En los campos interestelares, en el torbellino galáctico,
Una palabra que protesta, apela, grita.
Autodescripción honesta con un vaso de whisky, en el aeropuerto, digamos que en Minneapolis
Mis oídos se pierden en las conversaciones, mis ojos se apagan,
pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas con minifaldas, con pantalones o con sinuosas telas,
Las miro una a una por separado, miro sus muslos y sus nalgas, absorto, meciéndome en sueños pornográficos.
Viejo verde, es hora de ir a la tumba, no de jugar y divertirse como un joven.
Pero es simplemente lo que siempre he hecho, crear escenas de este mundo por orden de la imaginación erótica.
No es que desee a estas criaturas en concreto, lo deseo todo, y ellas son como señales de una unión extática.
No tengo la culpa de que hayamos sido moldeados de esta manera, mitad contemplación desinteresada, y mitad apetito.
Si voy al Cielo cuando muera, todo debería ser como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos, de estos pesados huesos.
Convertido tan sólo en una mirada, seguiré absorbiendo las proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios, una calle parisina en junio, al alba, toda esta incomprensible abundancia, la incomprensible abundancia de las cosas visibles.
Después
Me han abandonado los criterios, las convicciones, las creencias,
opiniones, axiomas, normas,
reglas y costumbres.
Me desperté desnudo en el límite de una civilización
que me parecía cómica e incomprensible,
las salas abovedadas de la academia jesuita
donde había tomado enseñanzas,
no estarían contentas de mí.
Aunque todavía conservaba
lgunas sentencias latinas.
El río seguía fluyendo por robledales y pinares.
Estaba en la hierba hasta la cintura, absorbiendo el olor silvestre de flores amarillas.
Y las nubes. Como siempre en aquellas regiones,
muchas nubes.
Si
Si Dios no existe
Si Dios no existe,
Significa que somos dioses.
Dijimos «No» al principio del mundo
Que es el principio del paso del tiempo y la muerte,
Y también el principio de la inconsciencia,
Ideamos el bien y el mal.
Construimos catedrales.
Erigimos altares en honor del Ausente.
Creíamos poder recuperar el Paraíso perdido.
2 comentarios
Apuntado queda. Las poesías que han puesto me han gustado mucho.
Me alegro- A mí no sólo me gustaron, me confortaron.