Ediciones Júcar, 1991. 242 páginas.
Tit. Or. Light raid. Trad. ElÃas Sarhan.
Vi este libro en la biblioteca y aunque no tengo ni idea de quién es Cynthia Felice el nombre de Willis es suficiente para que me lo lea . Aunque en la portada ponga que se trata de Una historia de amor y aventura en un mundo devastado por la sequÃa, la guerra y los ataques laser.
Estamos en un mundo muy diferente del nuestro -no se aclara si es porque transcurre en un futuro lejano o porque se parece al nuestro pero no es el mismo, que es lo que me parece más probable. Hay una guerra civil entre el este y el oeste de Norteamérica y los ataques son como los bombardeos de la segunda guerra mundial pero con rayos láser. La helena Ariadne, de diecisiete años, está refugiada en la neutral Victoria. Al no tener noticias de su padre -que junto con su madre trabaja en la poderosa Hydra Corps- decide volver con ellos para encontrase con que su madre está detenida por alta traición.
Nada que ver con lo que esto acostumbrado a leer de la autora. No sé si porque era primeriza o por la influencia de Cynthia Felice. Se lee de un tirón y engancha, pero los personajes son bastante planos y en ocasiones increÃbles y no aburre por la cantidad de acción que tiene, no por sus cualidades literarias. Entretenido pero olvidable.
Extracto:[-]
Me desperté deseando estar todavÃa en Victoria. Por lo menos, de lo único que tenÃa que preocuparme allà era de mantener alimentada a la camada de la señora Ponsonby y cambiarles los pañales para la siesta. Aquà se me presentaba la elección de tantas preocupaciones, que me podrÃa llevar todo el dÃa anotarlas, sin contar con la decisión de cómo abordarlas. Siempre que hubiera algo que se pudiera hacer al respecto.
Mi madre se hallaba en la cárcel, mi padre pensaba que yo era «una traidora y una puta», para utilizar sus propias palabras. Joss y Essex no parecÃan compartir esa idea, pero los dos tenÃan la convicción de que mi madre estaba saboteando a la Hydra Corp, y yo no sabÃa qué pensar. No creÃa que Essex hubiera inventado unas acusaciones contra mi madre con el fin de apoderarse de la Hydra Corp, a pesar de lo que papá habÃa dicho; sin embargo, también sabÃa que no me estaban contando la historia completa y, si Joss era el sirviente de Essex, yo lo era de la señora Ponsonby.
Fuera lo que fuese, Joss habÃa dejado una túnica y una clámide sobre el tocador, junto con un juego de toallas gruesas con el timbre real en ellas. ¿En qué no pensaba? ¿Zapatos? No. HabÃa unas sencillas sandalias de cuero en el suelo. Me pareció un descaro lo de las ropas. Normalmente, la gente no llevaba vestidos formales para trabajar en la Hydra Corp, pero tampoco iban con monos ceñidos. Joss habÃa llegado a la conclusión de que una vestimenta formal resultaba mejor que una indecente y, aunque odiaba estar de acuerdo con él, yo también lo pensé.
Me levanté de la cama, me quité el mono y me pasé la túnica por encima de la cabeza. Era sencilla y me llegaba hasta las rodillas, donde tenÃa un reborde de color púrpura, y era lo suficientemente informe como para irle bien a cualquiera. La clámide era de seda, sin duda importada, pero yo no pensaba llevarla, no con ese timbre real bordado en ella. Abrà el armario de mamá en busca de otra cosa.
En su interior habÃa ropa colgada; sin embargo, lo único de m1 madre eran los vestidos de gala y los formales. El resto eran unas camisas limpias, un par de pantalones y un discreto uniforme de las
Fuerzas Aéreas de la Commonwealth. Entonces recordé que Joss habÃa ocupado el dormitorio. Era más alto que yo, aunque no mucho más robusto, pero no pensaba coger ropas prestadas de él. Quizá pudiera pedirle algo a Gaea. SabÃa que ella estaba aquÃ. La habÃa visto ayer.
Me volvà hacia el terminal de al lado de la cama y pedà el menú de Dónde está quien, pero mi viejo código sólo me proporcionó un mensaje de privilegio insuficiente, escrito con unas alarmantes letras escarlatas. PodrÃa conseguir entrar, aunque me llevarÃa tiempo; entonces se me ocurrió que a esta hora Gaea estarÃa tomando el desayuno en la zona de estacionamiento. Si me apresuraba, la verÃa antes de que se marchara. Me eché otro vistazo en el espejo y llegué a la conclusión de que estarÃa decente en cuanto me peinara.
Empecé a rebuscar en los cajones del interior del armario. SuponÃa que las cosas de mamá también habrÃan sido retiradas, pero no me importaba robar un peine.
El primer cajón que abrà estaba lleno con cosas de Joss, pero no vi un peine ni nada con lo que pudiera sujetarme el cabello. Abrà el otro cajón superior. Las cosas que habÃa allà de mamá no habÃan sido tocadas, ni siquiera su cepillo con dorso de plata. No debieron de haberle permitido que guardara por sà misma lo que se llevarÃa a la prisión, sólo le metieron algunas ropas en un bolso y se las enviaron, sin pensar remotamente en su pelo. Decidà preguntarle a Joss si me permitirÃan llevarle un paquete con sus cosas personales. Probablemente sospecharÃa que querrÃa introducir un láser, aunque tal vez me dejara llevarle un cepillo y un peine y, asÃ, tendrÃa la oportunidad de verla.
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