Libros del atril, 2006. 96 páginas.
Tit. Or. Inside Job. Trad. Pedro Jorge Romero.
Los lectores habituales ya saben que soy un gran admirador de Connie Willis y que soy de talante escéptico; es decir, no creo en cosas sobrenaturales, ovnis ni medicinas alternativas. Por eso empecé con alegría un libro que juntara estas dos cosas.
Creo que es el primer libro de ficción que se puede calificar de escéptico. El protagonista es el editor de una revista El ojo cínico que se dedica a investigar y desenmascarar a videntes, sanadores y otra fauna pseudomística que pulula por Hollywood y alrededores. Cuando su ayudante le insiste en asistir a una sesión de Ariaura, una canalizadora que habla por boca de Isus, un sabio de siglos pasados, se muestra renuente. Los canalizadores son difíciles de desenmascarar porque ¿Quién sabe lo que dijo o pudo dejar de decir un sabio que vivió en Lemuria? Pero no es la sabiduría mística de segunda mano lo que resulta ser interesante: Ariaura canaliza -aparentemente sin control- a una de las grandes figuras del escepticismo: Henry Louis Mencken
La autora retrata con mano firme y gran sentido del humor al público de estos videntes, y consigue escenas muy divertidas cuando el espíritu se dedica a ponerlas de vuelta y media. El protagonista investiga el caso con un rigor envidiable, pero no se libra de la paradoja central ¿Cómo puede el espíritu de un escéptico demostrar que no es cierto lo que realmente está haciendo?
No nos asustemos; en la ficción puede ocurrir cualquier cosa y con esto juega la autora. No quiero dar mas detalles de la trama para no aguar la fiesta a futuros lectores, pero al acabar no pude dejar de pensar en que es lo que pasaría si una legión de espíritus escépticos se dedicaran a copar los canales místicos y a criticar a los videntes. Sería un espectáculo digno de verse.
Visto el resultado, a uno le gustaría que hubiesen más libros de este estilo. Imprescindible para cualquier biblioteca escéptica.
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Willis Connie – Infiltrado.doc
(Te hará falta el programa EMule)
Extracto:[-]
Y había presenciado a muchos. En el cénit de su popularidad —y antes de que yo aprendiese por las malas—, El ojo cínico había publicado una serie en seis partes sobre ellos, empezando con M. Z. Lord y pasando por Joye Wildde, Todd Phoenix y Taryn Kryme, cuya «entidad» era un niño de seis años muy risueño de la Atlántida. Fueron los seis meses más largos de mi vida. Y no tuvo ni el más mínimo impacto en sus actividades. Lo que dio punto y final a la moda fueron las acusaciones de evasión de impuestos y fraude postal, no mis certeras revelaciones.
Ariaura Keller no tenía pasado delictivo —al menos, no con ese nombre—, y no había muchos artículos que hablasen de ella. Y no se mencionaba ningún reclamo. «El asombroso y eléctrico Isus comparte su sabiduría espiritual y te ayuda a encontrar tu propia centralidad interior y el despliegue de tu alma.» Nada nuevo.
Bien, el sábado descubriría qué había interesado a Kildy. Mientras tanto, tenía que escribir un artículo sobre Charles Fred para el número de diciembre, reseñar un libro sobre diseño inteligente —la última treta para expulsar a la evolución de las escuelas y meter al creacionismo—, y un quiropráctico de vidas pasadas al que visitar. Afirmaba que los dolores de espalda de sus pacientes se debían a cargar con bloques de piedra en Stonehenge y/o las Pirámides. (Las pirámides sí que habían sido una obra inmensa, pero durante tres años de actividad, les había dicho a dos mil pacientes que sus hernias se debían a Stonehenge, en cada uno de los casos tras colocar en su sitio la piedra del altar.)
Y la verdad es que era creíble comparado con Charles Fred, que tenía un éxito asombroso transmitiendo mensajes muy específicos de los muertos a sus tristes familiares. Yo estaba convencido de que hacía algo más que la habitual lectura en frío y soplos para ganar los millones que se embolsaba, pero hasta entonces no había conseguido descubrir qué era, y ninguna pista llevaba a ninguna parte.
No volví a pensar en el «asombroso y eléctrico Isus» hasta no encontrarme el sábado conduciendo al Hilton. Entonces se me ocurrió que no había sabido nada de Kildy desde su llamada de teléfono. Normalmente se deja caer por la oficina todos los días, y si vamos a algún sitio llama tres o cuatro veces para reconfirmar la hora y el lugar de encuentro. Me pregunté si el seminario se realizaría o si se habría olvidado por completo. O de pronto se había cansado de ser una desenmascaradora y había vuelto al negocio del cine.
Llevaba esperando que algo así pasara desde el día, ocho meses atrás, cuando, como una dama espléndida en una película de Bogart, entró en mi oficina y me pidió trabajo.
Hay tres reglas cardinales en el negocio del escepticismo. La primera es «Afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias» y la segunda es «Si parece demasiado bueno para ser cierto, probablemente lo sea». Y si hay algo demasiado bueno para ser cierto, es Kildy. No es sólo rica y hermosa como una estrella de cine, sino inteligente y, al contrario que el resto de Hollywood, una escéptica total, a pesar de que, como me contó ese primer día, Shirley MacLaine la sentó en sus rodillas y su madre se creería cualquier cosa «por ridicula que sea, lo que probablemente explica por qué estuvo casi seis años casada con mi padre».
Ahora iba por la madrastra número cuatro, que le había conseguido el papel en esa película taquillera sorpresa:
—Que recaudó casi tanto dinero como El señor de los anillos y me permitió tomarme la jubilación anticipada.
—¿Jubilación? —dije—. ¿Por qué ibae a querer jubilarte? ¿Podrías…?
—Haber protagonizado Hulk III —dijo—, y haber aparecido en la portada de Globe con Ben Affleck. O con mi abogado, delante de una clínica de desintoxicación. Lo sé, fue duro renunciar a todo eso.
Tenía sentido, aunque no explicaba por qué quería ir a trabajar para una revista que apenas daba dinero como El ojo cínico. O simplemente, por qué quería trabajar.
5 comentarios
Lo acabo de terminar, es realmente corto, pero no puedo opinar sin revelar la trama. Solo digo que es una cruza de Oveja mansa y Tránsito, y no tan buena como cualquiera de esas dos.
Seguramente. Es una de las novelas cortas que suele escribir la autora que no son obras maestras, pero que las leo muy a gusto. Sobre todo si son críticas con las pseudociencias.
Esclavo lector…
Soy uno de esos anónimos y mudos seguidores furtivos de Cuchitril. Este comentario debería tener fines elogiosos, de discrepancia o informativos. Pero sólo te escribo para agradecer tu mención al blog Decati Sonde Teibol que este servidor mantiene y que ha sido finalista de los últimos (o, mejor dicho, los primeros) Premios Revista de Letras. Me alegra saber que un ojo agudo como el tuyo me haya mencionado.
Por otro lado, ¿puedo enviarte mi obra? Es un libro de relatos breves publicada el año pasado. Imagino la lista de espera que habrá en tus estantes, pero me encantaría que el ojo agudo vuelva a explorar otras de mis letras. Un abrazo.
buena novela, en mi opinión com más mérito del que parece a primera vista. tuve ocasión de leerla hace unos años y lo considero un modelo a seguir como novela corta.
saludos
FranK, te he escrito un correo.
Rafa, yo no puedo ser objetivo con Willis, me gusta mucho como escribe, y aunque esta novela me parece inferior a otras suyas, también me parece muy lograda.