Prosa poética en imágenes perturbadoras, oscuras, de un barroquismo del margen de la realidad, donde se mezclan la noche, la desesperación y el grito agónico de los desposeídos.
Demasiado intenso para mi gusto, tiene frases aquí y allá para enmarcar, pero tanto bombardeo de imágenes me ha resultado excesivo. Dejo muestra para que averigüen si pueden ser sus potenciales lectores.
Desbordante.
La mano es un nido secreto y humilde
Los perros, dislocados de la médula que el hombre arroja, no pueden acatar la lluvia del Arquitecto en los arrabales de su simiente sin que los sudores de la carne embarazada, incómoda bajo las uñas del astro perseguido, busque su materia en la cárcel que aferra la escasez a la raíz del moribundo. Nuestros corazones se ahogan en el vértice de una cama, en la soledad de los hongos o en la hostilidad de las cifras, y renace el mar, cual suicida que se descuelga del instante, para ladrar por las madres que florecen de los relojes soltando la corteza de la nada.
Olido en tu sexo, mi nombre ahora roto, cabalga oscilado para no respirarme en mi apetito, y la Biblia es vehículo lento que se sabe espejo de babosas en el exilio de los ríos. La mano es un nido secreto y humilde, que viaja sin sustancia por los glaciales objetos del mundo, grabada en nuestra amnesia.
Las plantaciones dormidas arden a modo de velas turbadas que se desmoronan sobre el desolladero de las ardillas.
Bellos, como el temblor de manos del alcohólico, nuestros bosques nocturnos forman alfombras de fantasmas, que cuando el sol resbala traslúcido, se tornan paisajes hambrientos que vomitan arroyos de herrumbre. Me atan a mares de pequeñas jeringuillas, a océanos de piedra, a la monotonía de la tribu y al vigor de las luces osciladas que flotan en la tiniebla.
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