Carlos Mastronardi. Antología poética.

marzo 10, 2023

Carlos Mastronardi, Antología poética
AMG Editor, 1998. 130 páginas.

Antología del poeta y ensayista argentino Carlos Mastronardi, que uno no es capaz de imaginar que carambolas llevan a que la única edición de sus poemas disponible en toda la red de bibliotecas de Barcelona sea esta edición de Logroño. A mí me llegó por paisanaje, tengo unos cuantos libros de AMG básicamente porque me los cedió una amiga de Logroño.

Una edición de bolsillo pero excelente, con un prólogo de Alejandro Bekes que nos pone en contexto al autor y da notas de la selección realizada. Los poemas me han gustado mucho, sobre todo a partir de la mitad del libro, que es cuando ya había entrado en ese particular universo donde se mezcla lo cotidiano y lo decadente, el simbolismo y el olor salvaje de la tierra.

Muy bueno.

La dádiva sin rostro
En aquellos dormidos años,
cuando tu pie probaba la dulzura
y la suave redondez de la mañana,
eras callada y sumisa a los jardines.
Con amable poder te dominaban
la azucena y las voces oscuras que venían
de los cercanos, deleitosos campos.
Alguien quiso durar en tus cantos distraídos.
Junto al otoño, cuando regresaban con fatiga
las cuidadosas gentes por las calles antiguas,
fuimos como las tiernas sombras del porvenir.
Perdidos en el orden melancólico,
en los mansos trabajos de los parientes graves,
estaban los países donde tu voz salvaba.
De lejos vine a ofrecerte mis heridas.
Salía una lenta tristeza de los hondos
aposentos, de los umbrales solitarios,
de las viejas consolas que espejaron
el tiempo familiar, pero nacían
en tu esperado rostro los fulgores
que se van olvidando del invierno.
Yo narré la vivaz soberanía
de tu amistad, propensa a los jardines,
las victorias de tus manos
y tu manera de mirar un niño.
La luz, en sucesiones de alabanza,
venía a querer lo ruyo. Y es grato recordar
que tu nombre juntaba las palomas,
cuyo blancor suspenso
era como tu atmósfera y tu elogio.
Resplandecías entonces para crear mi pasado,
¡oh destruida, oh razón de este momento!
Pero ya es tarde, y sólo quiero
que este verso te encuentre celebrando algún cielo.
Ya es tarde, y atravieso con mi pesada sombra
las calles somnolientas de una ciudad sensata.
Cruzo la noche sin espera, en tanto
al apagado pueblo va el recuerdo,
y aunque ya no sabe devolverme tu rostro,
de misterioso modo te recobro:
salario y llave fuiste de mis aboliciones.
Me pierdo en esta nueva potestad estrellada,
inexorable y cierto sobre caducos reinos
y sin embargo dulce de presencias antiguas.
Cruzo la noche libre
-tranquila como el hombre que la goza-
con lento andar, como quien cede el mundo,
mientras los suaves astros dicen mis perdiciones.


[…]
Dejo el antiguo texto. Es tarde. Me devuelven al mundo
el poder inmediato de la noche
y el viento que en los árboles insiste.
Ya han de andar las abejas sobre jardines jónicos.
El tiempo se remansa bajo la intensa lámpara.
Yo escribo que te quiero.
[…]


Los mandatos ocultos

Trabajo para un hombre insospechado
oculto en algún siglo venidero
Sin saber quién lo manda, está llamado
a ser mi realidad y mi heredero

Mi paso y el de todos los mortales
oigo en una desierta edad futura
Causando estoy las dichas y los males
que aguardan a una incógnita criatura

Heredará mi sombra y será suyo
el dulce afán que mueve aquí mi mano,
mas habrá de ignorarlo. Quizá influyo

sobre un sirviente, un juez o un asesino
cuyo puñal esgrimo yo, el arcano.
Esa oscura maraña es el destino.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.