Brian Aldiss. Los mejores relatos de ciencia ficción.

mayo 28, 2024

Brian Aldiss, Los mejores relatos de ciencia ficción
Edhasa. 599 páginas.

Incluye los siguientes relatos:

El exterior
Los hombres fracasados
Todas las lágrimas del mundo
¡Pobrecito guerrero!
¿Cómo se puede reemplazar a un hombre?
El hombre en el puente
La joven y el robot con flores
El árbol de saliva
El hombre de su tiempo
Herejías del dios inmenso
Confluencia
El trabajo en los astilleros de espacionaves
Los superjuguetes duran todo el verano
Sobrios sonidos matutinos en una tierra marginal
El alma oscura de la noche
Una apariencia de vida
Últimas órdenes
Una puerta se cierra en el cuarto mundo
Los dioses en vuelo
Mi país no es sólo tuyo
Infestación
Las dificultades de fotografiar nix olympica

Toda una antología de uno de los clásicos de la ciencia ficción. Los que más me han gustado son los últimos. Los que vienen a continuación de El árbol de saliva uno de sus relatos más conocidos y mejor valorados que a mí, personalmente, siempre me ha dejado bastante frío. El hombre de su tiempo con ese astronauta que sufre un desplazamiento temporal es brillante, Los superjuguetes duran todo el verano que lejos de su fallida adaptación al cine es una historia muy cruda sobre la maternidad y los caprichos. Últimas órdenes la última copa en un planeta a punto de desaparecer o Mi país no es sólo tuyo con una Inglaterra convertida en un nuevo Vietnam.

Relatos que aunque estén ambientados en un entorno tecnológico, en un futuro muy diferente, o en escenarios catastrofistas o apocalípticos centran su mirada siempre en el lado humano, en el día a día de personas normales que se ven arrastradas por la corriente.

Muy bueno.

En el jardín de la señora Swinton siempre era verano. Los deliciosos almendros se alzaban en él con un follaje perenne. Mónica Swinton cortó una rosa de color de azafrán y se la mostró a David.
— ¿No es preciosa? — comentó.
David alzó los ojos hacia su madre y sonrió sin responder. Tomando la flor, corrió con ella por el césped y desapareció detrás de la perrera, donde permanecía almacenada la segadora robot, dispuesta para cortar, barrer o cuidar el césped en el momento que fuera necesario. La señora Swinton permaneció inmóvil en su impecable sendero de gravilla de plástico.
La mujer había intentado amar al pequeño.
Cuando se decidió a seguir a David, le encontró en el patio haciendo flotar la rosa en su pequeña alberca poco profunda. El pequeño, absorto con su flor, se había metido en el agua sin quitarse las sandalias.
—David, querido, ¿por qué has de ser siempre tan travieso? Entra en casa enseguida y cámbiate los zapatos y los calcetines.
El niño entró en la casa sin protestar, meneando su cabecita de cabello oscuro a la altura de las caderas de su madre. A sus tres añitos, no mostraba el menor temor a la secadora ultrasónica de la cocina. Sin embargo, antes de que su madre pudiera encontrar unas zapatillas de repuesto, David se escabulló de la cocina y desapareció en el silencio de la casa.
Probablemente, se dijo la madre, habría ido a buscar a Teddy.
Monica Swinton, una mujer de veintinueve años, silueta esbelta y ojos suavemente radiantes, pasó a la sala de estar y tomó asiento cruzando las piernas con elegancia. AI principio, permaneció sentada y pensativa; muy pronto, sólo estaba sentada. El tiempo transcurrió en torno de ella con la maníaca lentitud que reserva a los niños, los locos y las esposas cuyos maridos están lejos de casa mejorando el mundo. Casi por reflejo, extendió la mano y cambió la longitud de onda de las ventanas. El jardín se desvaneció y, en su lugar, apareció junto a su mano izquierda el centro de la ciudad, lleno de una multitud abigarrada, vehículos de transporte y edificios (aunque mantuvo bajo el sonido) La mujer permaneció sola. Un mundo superpoblado es el lugar ideal para estar a solas.
Los directivos de Synthank estaban dando cuenta de un opíparo almuerzo para celebrar el lanzamiento de su nuevo producto. Algunos de ellos lucían las máscaras faciales de plástico que tan de moda estaban. Todos los hombres estaban espléndidamente delgados a pesar de la gran cantidad de comida y bebida que consumían. Sus esposas también mantenían una espléndida esbeltez pese a la abundancia de comida y bebida. Una generación anterior y menos sofisticada habría considerado a todos los presentes como «gente guapa», salvo por sus ojos.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.