El Felipín de Marianela llega a Madrid con la intención de estudiar medicina, pero se da cuenta de que es una tarea que excede a sus capacidades. Entra como ayudante de Alejandro Miquis, con quien compartirá miseria y cuarto. El final de la novela deja abierta la puerta al comienzo de Tormento.
Excelente novela que retrata la proverbial pobreza de los estudiantes, que parece que no hemos mudado tanto de hábitos desde hace 150 años.
Grande Pérez Galdós.
Los que allí entran con el espíritu abrasado en esa fe de la ciencia, que escala real y verdaderamente los cielos, creen percibir ecos misteriosos de las altas armonías sidéreas. (Es que la poesía se mete en todas partes, aun donde parece que no la llaman, y así, cuando se cree encontrarla en los arroyuelos, aparece en las matemáticas. ¡Cuántas veces, en un bosque de versos, no se encuentran ni rastros de ella, y se la ve callada, discreta, vestida con túnica de verdad, en la zarza luminosa de una fórmula, enteramente contraria a las formas del Arte!…) Pero los que entran en aquel recinto como se entra en la oficina del Estado donde se hace el Almanaque, no oyen cosa alguna, como no sea la voz casi sublime de don Florencio Mora…les y Temprado, ni ven más que la arquitectura pobre y sin majestad, las dos escaleras, en cuyos descansos se abren las puertas de las habitaciones de los astrónomos, los farolillos de aceite destinados al alumbrado nocturno, verdes, con una montera corva que parece morrión de coracero
«Ese empeño de que todo ha de ser extranjero… Yo soy español por los cuatro costados. Señor, si aquí nos entendemos muy bien, si aquí sabemos hacer las cosas… Póngannos la Milicia, la Constitución del 12, y basta. El clero en su puesto, la Milicia para defender el orden, el ejército para caso de guerra, Cortes todo el año, buenos seminarios, mucha discusión, mucha libertad, mucha religión y venga paz. Si esto es claro y sencillo… Pues no ha de ser así, sino ateísmo, demagogia y filosofía alemana… Yo les veo venir, y me callo… Ya veremos la que se arma. Aquí me estoy achantadito, esperando a ver cómo salen del paso. Una tarde discutimos aquí tu amo y yo… Se quedó turulato… Sí, pregúntale. Callado le dejé, y pegado a la pared. Él defendiendo lo extranjero, me sacó poetas y descubrimientos… qué sé yo. ¡La ciencia y la industria! A mí no me vengan con solfas. Yo he viajado, yo sé lo que hay… Concedo, sí señor, concedo que la Inglaterra nos aventaje en ciertas cosillas; pero en otras estamos por encima de todos. Fíjate tú en los productos de nuestro suelo, y dime si hay algo que les iguale. Aquí tenemos para todo lo que nos hace falta, y nos sobra para mantener a tanto hambriento de extranjis… Castilla es el granero del orbe terráqueo. Nuestros vinos van por todo el mapa. Pues el día que queramos poner en un apuro a los inglesotes, no hay más que decirles: ‘caballeros, ya no hay más Jerez’. Y en cada localidad tenemos una cosa buena que no tiene igual en el mundo. Y si no, dime donde hay otra Málaga para pasas, otra Astorga para mantecadas, otra Jijona para turrón, otra Soria para mantequilla y otro Madrid para un buen vaso de agua. En industria ahí está Cataluña con sus hilados, y Toledo con sus espadas. En buques no te digo nada. Cada marino nuestro vale por ocho extranjeros, y con un cachucho cualquiera nos ponemos delante de la mejor escuadra. Nuestro ejército ya se sabe que es el primero del mundo. Yo querría ver correr a ingleses, franchutes y austriacos en una batalla en que se dijera: ¡cazadores de Madrid, adelante!.. Y todo, hombre, todo. Si aquí no necesitamos de lo forastero para nada. En generales, ¿qué nación tiene un Espartero y un O’Donnell? En abogados… habías tú de ver un escrito puesto por don Manuel Cortina o D. Joaquín Francisco Pacheco… ¿Y aquella palabra de Olózaga en el Congreso? Atrás la Europa toda. Hasta en cómicos estamos por encima. Pues a donde llega la Matilde, ¿quién llegó? ¿Tú la has visto? Aquel modo de llorar es cosa que parte el corazón. Pues te digo que en papeles de gracia es tan buena como en los de ahogo y sentimiento… Poetas los tenemos por fanegas, mejores que todos los extranjeros, y si vamos a pintores, ya quisieran ellos… Nada, nada, no le des vueltas; aquí no necesitamos para nada esos países. Díselo así a tu amo, y que se vaya curando de estas manías, y se haga rancio español y católico a macha-martillo, y se deje de patrañas ateas y de locuras demagógicas… Saturna, los hojaldres… ¿No los ibas a tirar? Aquí está Felipe que los aprovechará».
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