Marcelo Luján. Arder en el invierno.

enero 4, 2019

Marcelo Luján, Arder en el invierno
Baile del sol, 2010. 102 páginas.

Tres partes de textos breves encabezados por una palabra que comienza por una letra consecutiva del alfabeto. Sin ninguna relación aparente entre sí salvo el ambiente poético del lenguaje.

Textos muy trabajados, sugerentes, bastante intensos por momentos, que cuando me han alcanzado lo han hecho bien, pero que en muchas ocasiones han errado el blanco. En conjunto merece la pena porque hay textos muy buenos, pero otros se me han hecho largos.

Recomendable, dejo muestras.

11. Kilómetros
Habrá una desdicha cuando me llegue el día y tenga que sentarme a esperar: cuando me quede quieto por falta de combustible: sin pilas y fuera de borda. Mientras tanto viajo por los países pobres. Lluvias por la ventana cuyo vidrio se empaña con las bocanadas del sueño. Y viajo. Y avanzo. Recorro zonas marginales y voy descubriendo que ahí está la verdad. Qué delicia desenterrar lo invisible. Los pobres son los que le dan identidad a las regiones, a las banderas y a los escuditos rodeados de laureles municipales. Porque los ricos son iguales en todas partes, sean éstos de donde sean. Siempre. Usan las mismas marcas de ropa o zapatos y compran sus relojes en las mismas colmenas. Beben los mismos vinos. Fuman el mismo tabaco. Frecuentan los mismos gimnasios y las mismas discotecas y las mismas avenidas o playas. Son idénticos calcados, copiados y hasta pobremente plagiados por algunos pobres descarriados que intentan mal huir de su preciosa condición. Porque los pobres son la verdad y todo lo demás es mascarita. Agujas y elefantes. Mate amargo, yerba al sol. Ilusiones al sol. Los pobres hacen las sillas donde se sentarán los ricos. Hacen las casas de los ricos: sus adornos, sus estufas, sus paredes y sus cimientos. Los pobres asfaltan las rutas para que transiten mejor los coches de los ricos. Los pobres hacen el pan, ordeñan las vacas las cabras las ovejas: trabajan la tierra (sea ésta para sembrar o recalificar). Y los votan: gobiernan los ricos porque los pobres quieren que eso ocurra. Qué desdichado seré cuando tenga que sentarme a esperar. Cuando me quede quieto, varado en medio del charco. Cuando ya no viaje con una mochila por las regiones bárbaras, donde la gente vive a cara descubierta y su única desgracia es ser inmensamente libre.

65. Kilómetros
Claro que la hora indicada puede ser cualquiera. Madrugada y tarde o amanecer. Crepúsculo. Alba. Claro que mañana estará ella flotando por la ruta del manicomio. Claro que nadie podrá encontrarla. Su ángel le marcará los pasos y la brisa el parpadeo. Qué nadie le diga dónde está su amiga. Que nadie se atreva. Que las distancias sólo sean un cálculo superfluo. Claro que duerme la niña en la fragua lorquiana: en el vientre que crece y crece. Duerme la luna: sus senos, el estaño platinado. Claro que ve un puntito en el horizonte, una guía. Por eso avanza. Cualquier marca en el camino y cualquier sonajero. La hace avanzar. Cualquier atisbo, por mínimo que sea. La estrella alumbra el pasadizo por donde transitan las ilusiones. Hay una sombra. Una desdicha. Una ventana cuyo cristal permanece empañado. Se hace visera con la mano, rodilla en tierra: traza con la mirada el destino de su vientre. En un rincón del firmamento está la estrella rutilante. Todavía. Y en el arcén, mutilada contra las cuerdas, la carroza que espera continuar con su paseo.

81. Zonas
Existe un lugar que no es la pampa húmeda ni la medialuna fértil y aun así las semillas brotan imparables: surgen nacen crecen: sobretodo crecen. Un lugar que no registra antecedentes de infelicidad o desamparo. Un lugar plácido a la vera del camino donde los sustantivos resisten al cerrojo de la arbitrariedad. Un lugar de nombre exiguo. Amplio en la memoria. Perseverante. Donde hombres y mujeres. Bailan. La danza de la eterna dignidad. Pueden allí los carentes lavar perfectamente sus ropas. Sus harapos de invierno y desazón. Patagonia de sentimientos. Desierto y huella y hontanar. Un lugar invisible para el cretino: espejismo que aumenta la sed. Acuden armados y no pasan. Los responsables de la mala hora. Rebotan. Se traban. Son ahuyentados. Húmedo y fértil: un lugar cuya geografía invita a la grandiosa rebelión. Poco necesita el trébol para defenderse en la maleza. Existe un lugar que no engaña. Que no admite disimulos. Réplica acertada de cierto refugio. Donde una vez. Está documentado. La pareja perfecta se revolcó bajo un manzano.

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