Libros de la Araucaria, 2022. 150 páginas.
Incluye los siguientes relatos:
Sigmund y Bastien
Casos en los cuales puede una dama ceder su asiento a un caballero
De cómo cinco aventureros descendieron a las profundidades y de los sucesos que allí acontecieron.
De te fabula narratur
La cámara oscura
El descubrimiento del fuego
Las luces del puerto de Waalwijk vistas desde el otro lado del mar
“Cavatina”
La perfecta casada
Suerte de varas
La resurrección de la carne
Boca de dama
Escritos hace tiempo pero modificados un tantito para esta edición (que por cierto, es pésima, desde la baja calidad del libro hasta los múltiples errores del texto, el mayor en la solapa con la fecha de nacimiento). Angélica es una de las mejores cuentistas de ciencia ficción del mundo, algunos de sus relatos para mí están entre los primeros sin discusión, y aquí nos encontramos algunos buenísimos.
Los cinco aventureros que descienden a las profundidades, con ese Trafalgar Medrano que tiene libro propio, es una pequeña delicia llena de referencias. Las luces del puerto de Waalwijk con ese barco fantasma o La perfecta casada perturbador y maravilloso. Y esa delicia que es Cavatina que dan ganas de leerlo mil veces a ver si te conviertes tú también en personaje de cuadro y no abandonas más el relato.
Buenísimo.
A la Venus de don Lucas Cranach nunca le habían gustado los profesores y el flaco ese de los anteojos y el pelito cortito apestaba a cátedra universitaria. Heidrun se despertó.
—Las cosas que te estás perdiendo —dijo la Venus.
Lipman estaba en el baño: se oía correr el agua en el lavatorio y el blublú de las gárgaras. Fue entonces cuando Heidrun abrió los ojos y se dio cuenta de que en el mundo había muchísimas más cosas de las que le habían contado y de que ella podía verlas a todas. Ya no quiso ser como su*p|do padre: lo que quería era seguir mirando, no dejar nunca de mirar. En el baño Lipman se estremeció, sacudió la cabeza, abrió la boca para preguntarle a su mujer qué hora era, y en vez de eso cantó para ella el Aria del Amor Enamorado, segundo acto de la “Afrodita en Vétride” de Johannes Gahlbecke:
—Nur ein einziges Mal habe ich im Leben geliebt.
Nur ein einziges Mal und nicht mehr.
Y cuando terminó sonó la “Cavatina5 de Francelli tocada por las manos regordetas del Amor mismísimo en la pianola blanca con guirnaldas doradas que en 1920 se hizo construir el señor Siemens para solaz y esparcimiento de solo sus oídos en el sótano. Qué suerte que ella era ella. Porque francamente, a quién se le ocurre querer ser maítre d’hotel y aguantar a gordas ridiculas, a tipos prepotentes, a jovencitas y jovencitos llenos de tics, a quién se le ocurre. Esta vez la madre no le aconsejó nada porque entre el seguro y la pensión se había encontrado con que tenía lo que se llama un buen pasar y se había ido a vivir a Buenos Aires frente al pasaje Bollini ya que le habían tirado abajo el Seaver. No importó: ni falta que le hacía. Se hamacó Heidrun en la secreta, brillante, blanda pero indestructible red que sostiene el mundo. Se hamacó como un bebé.
—Al fin —dijo la Venus de las abejas—. Mirá que me diste trabajo, ¿eh?
Lipman había abierto las canillas de la bañadera. Se lo imaginó sonriente, los ojos cerrados, acostándose en el agua caliente agarrado de los bordes, suspirando. Tenía para tres cuartos de hora por lo menos. Se levantó y se sacó el camisón. Bailó desnuda por el dormitorio, se fue bailando por el pasillo, levantó la cortina de pana marrón, bailando entró en la sastrería, se abrió de piernas sobre el macetón de la aspidistra y dejó correr el chorro dorado y caliente que hizo un agujerito en la tierra enriquecida con humus y resaca que Lipman compraba en el jardín “Corona Hnos. & Cía.55.
Un comentario
Sí, buenísimo.
La perfecta casada es impecable y clásico, pero que extraordinario que hayan colado textos como Casos en los cuales puede una dama …