A. S. Byatt. El libro negro de los cuentos.

marzo 8, 2017

AS Byatt, El libro negro de los cuentos
Alfaguara, 2007. 214 páginas.
Tit. or.Little black book of stories. Trad. Susana Rodríguez-Vida.

Incluye los siguientes cuentos:

La cosa del bosque
Arte corporal
Una mujer de piedra
Material en bruto
La cinta rosa

Más preocupada por el lenguaje y la construcción formal que por la historia subyacente. Me gustó mucho ‘Arte corporal’, por su retrato descarnado de la joven artista y su relación con el médico. También bueno el último, descripción del progresivo deterioro de la mente.

Una buena reseña aquí: El libro negro de los cuentos

—Estoy poniendo las cosas verdaderamente coloridas en el lado infeliz.
—¿El lado infeliz?
—El de las que ya no tienen esperanza. El de los bebés muertos y las trompas ligadas. Jodida suerte tener que estar ahí acostada y oír los chillidos de los crios de las otras durante toda la noche sin poder pegar ojo. Creo que sois muy crueles, si te interesa saberlo.
—Nos faltan camas —contestó él.
De súbito reapareció en ella el veneno que destilaba su pálida chifladura, y dijo:
—Conozco bien todo esto. Muy bien. Los médicos están sobrecargados de trabajo, quieren tener cerca todos sus casos para hacerles la visita, los úteros enfermos cerca de los úteros sanos, y en el medio las que no tienen útero. Conozco bien todo esto.
—Lo siento —dijo él.
No le gustaba discutir, y se alejó.
—Estuvo aquí el año pasado —le dijo la enfermera—. Aborto con complicaciones. La operó el doctor Cuthbertson.
El doctor Cuthbertson se había marchado posteriormente, después de descubrirse que muchas de sus pacientes habían sido mal atendidas. Damián miró inquisitivamente a la enfermera.
—Una infección terrible en las trompas. Perdió un ovario.
No quería dar la impresión de estar fisgoneando, así que renunció a hacer más preguntas. Podía consultar los archivos. Pero no tenía ninguna necesidad de conocer la historia ginecológica de Daisy Whimple, que desplegaba guirnaldas de girasoles de papel y plumas de faisán entre las cabeceras de las que ya no tenían esperanza.


Se sentaron y charlaron. Ella cruzaba y descruzaba sus largas piernas, y él le miraba los tobillos con intenso placer pero sin deseo.

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