Joan Fontcuberta. Blow up Blow up.

marzo 12, 2021

Joan Fontcuberta, Blow up Blow up
Periférica, 2010. 94 páginas.

Sergio Larrain hace una fotografía a dos enamorados en un parque. La foto es la inspiración del cuento de Cortázar Las babas del diablo. Antonioni se basó en ese cuento para su película Blow up. Y Joan Fontcuberta cierra el círculo utilizando ampliaciones de fotogramas de la película como proyecto artístico.

En este libro se habla, sobre todo, de la figura del fotógrafo Fontcuberta, que siempre opera en los márgenes de lo real, e incorpora reproducciones del montaje Blow up blow up. En este caso busca la posible realidad en las ampliaciones sucesivas como el protagonista del cuento de Cortázar lo hace buscando la historia de los dos enamorados.

Interesante.

Ese Otro «oculto» está evocado por Fontcuberta en una conducta más que en un estilo. Es una actitud primero que una técnica. En la saga de otros creadores de difícil escolarización: Borges o Pessoa; Joan Brossa o un músico popular como Sisa.
A esa estrategia me gustaría llamarla Realfic-tion, pues, a fin de cuentas, lo que estremece y turba en estas obras no radica en su producción de ficción sino en su producción de realidad/Si Joan Fontcuberta es capaz de construir realidades, es porque su trabajo apunta a algo verdaderamente siniestro: la verdad que solemos aceptar puede ser «producida». Y hay en esa verdad algo fascista. Y es fascista no porque sea repulsiva, sino porque es rutilante, espectacular, recargada de lentejuelas. Por eso -y un paso más allá de su raíz lingüística común- Giorgio Agamben, Miguel Morey o Don Delillo se han detenido en la relación entre fascinación y fascismo. Y por eso han conseguido señalar el lazo, no siempre visible, que liga al arte con la más terrible secuela de la modernidad.
En el trayecto de Fontcuberta percibimos un surrealismo tardío, acaso más diáfano, que juega sus bazas en un «sueño diurno» y coloca en su horizonte a Bloch primero que a Freud, al futuro antes que al pasado, a la libertad frente a la represión./Sus ficciones suponen una liberación/ pero no sólo para llegar a mundos lejanos y fantásticos, sino -y sobre todo- para lidiar con situaciones muy concretas: la circulación de la información, la recepción de los contenidos políticos, la manipulación infinita del sistema del arte.
En esa línea, es imprescindible atender a esos sujetos que, según Fontcuberta, nos lanzan un «pacífico aviso contra los peligros del establecimiento formal de una correcta realidad». En la imagen del mundo que aquí se nos propone, queda definido un síntoma fundamental de nuestro tiempoyla cultura visual comienza a sustituir a la cultura escrita como fuente de transmisión del saber en las sociedades contemporáneas. Así la imagen -en la expansión de sus contenidos, en la invasión total de nuestros modos de vida- arma nuevas retóricas y concede otros protagonismos en la condición de eso que en otros tiempos se llamó El Intelectual. En Normas para el parque humano, Peter Sloterdijk es elocuente sobre este asunto: bajo los efectos de esta mutación, hace

Larrain

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