Anagrama , 2018, 2019. 424 páginas.
Cuatro mujeres discapacitadas viven en un piso tutelado en Barcelona, después de haber pasado una parte de sus vidas en residencias para personas con discapacidad intelectual. Una serie de acontecimientos va a poner en peligro su modo de vida.
Nada me alegra tanto que tener que celebrar un libro ya celebrado, con varios premios a sus espaldas y que siendo tan bueno no es desconocido. Posiblemente por su carga ideológica, que habrá contribuído a hacerlo famoso. Pero tiene calidad, vaya si la tiene.
Sería difícil hacer una lista de las virtudes del libro porque me ha gustado todo. Fondo y forma. Ideas y trama. Personajes y escenas. La búsqueda de los espacios de libertad, la necesidad de poder ser diferente, sin que te integren, la necesidad de escapar de los marcos de poder establecidos.
Cuando un libro me hace reir a carcajadas en una página y llorar en la siguiente, es un buen libro. Cuando lo dejo en la mesilla porque el sueño me derrota y lo sigo leyendo en la cabeza, es un buen libro. Cuando discuto internamente con los personajes y me da rabia porque no me contestan, es un buen libro. Cuando lo acabas con el corazón en un puño y tarda en irse de la cabeza, tarda tanto que no se va, se queda, es un libro excelente.
Buenísimo.
Parece que no. Esa lucha, ¿les da miedo? -De nuevo alzó y descargó Marga los hombros en un gesto de niña a la que le toman la lección sin haber estudiado y sin saberse ninguna respuesta. Volví yo a responder—: Parece que sí. ¿Les da miedo follar? Por ahí van los tiros, por ahí van las pelotas de goma de los antidisturbios sexuales. Han entendido liberación sexual como mera y simple asunción y visibilización de la personalidad no heteronormativa de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Han acuñado el bello concepto de «disidencia sexual» para referirse a lo más superficial del sexo: a la identidad y a las pintas, a precisamente todo aquello que follando debería disolverse. Disidente sexual es una mujer que se deja bigote. Disidente sexual es un tío que empieza a hablar de sí mismo en femenino. Disidente sexual es el que toma estrógenos o la que toma testosterona. Vale que todos ellos son disidentes sexuales del heteropatriarcado. Sin embargo, ¿es disidente sexual una tía supermaquillada y vestida como Beyoncé, una tía incluso con tetas de silicona y una liposucción practicada, que quiere que la miren y que se le acerquen y que la toquen porque esa mujer, simple y llanamente, tiene ganas de follar, no de conseguir dinero, no de conseguir un favor laboral, no de darle celos a otra persona, sino que quiere follar porque para ella lo mejor del mundo es follar, porque no idealiza ni categoriza ni clasifica el acto sexual y los cuerpos que sexual-mente actúan, sino que concibe el follar como algo más alejado de lo simbólico y más próximo a la fornicación, es decir, a la tarea de poner todas nuestras potencias al servicio del placer? —No era espiral del silencio ni era niña poco aplicada, íbamos sentadas la una junto a la otra y a veces Marga giraba no solo la cabeza, sino que dirigía hacia mí el tronco en su natural posición de adelantamiento, de Sherlock Holmes o de Pantera Rosa que sigue un rastro de huellas en mi regazo, de modo que su oreja quedaba a la altura de mi boca y yo olía su pelo de días sin lavar-. Esa mujer no es una disidente sexual para tu grupo anarquista. Esa mujer lo que está es tarada. Esa mujer se está metiendo en líos. Esa mujer está provocando, está poniéndoselo fácil a los violadores, o como poco a los machos fachos o a los machos sensibles, que vienen a ser lo mismo, y está poniendo en peligro los pilares del feminismo negador, el feminismo de la negación, el castrador feminismo en el que la mujer vuelve a desempeñar, paradojas de la vida, el rol de sumisa, pues dota al que se le acerca con intenciones sexuales de un poderío fálico ante el que solo cabe no ya atacar, lo que constituiría una digna actitud luchadora, sino defenderse. La feminista castradora se presume a sí misma objeto de dominación por parte de quien quiere follársela, al que presume en todo caso sujeto dominador. Como buena sumisa, en esa sádica relación que, lejos de combatir, asienta y en la cual se acomoda, la feminista auto-castrada halla placer en la negativa que su sádico le inflige. Piensa la feminista de la negación que es ella quien niega el falo, pero se engaña: ella lo que quiere es que el falo la niegue a ella. Ella lo que quiere es revertir los clásicos roles de la ca-lientapollas y el pagafantas. Ya no quiere ser más la seductora que no concede ni un beso después de que el tío la haya invitado a las copas. En vez de dinamitar esos roles de mierda, esa relación donde no hay ni carne ni verdad sino solo retórica y seducción, la autocastrada quiere adoptar el rol del pagafantas y que el otro sea su calientacoños, su negador de la carne, al que ella indefectiblemente se somete porque le gusta carecer de iniciativa sexual, que es una cosa muy pesada porque acarrea mucha creatividad, mucha responsabilidad y mucho riesgo.
Coruña: Pero Murcia, y si ella quiere voluntariamente estarse en esa casa, si ella se lo dice expresamente a la policía imagínate, el día que vayan a llevársela estando nosotras allí liándola en la puerta, ¿cómo se va a considerar secuestro?
Murcia: Porque su voluntad no cuenta, Coruña. Al estar incapacitada judicialmente, ella no tiene poder de decisión sobre su vida. Todas las decisiones que afecten a su vida las toma su tutor legal, que me parece que es la Generalitat según nos dijo. Las mossas lo dijeron muy clarito: es como si Gari fuera una menor de edad, y si un menor de edad se escapa, aunque sea porque le dan de hostias en su casa o en la escuela, la policía lo encuentra y lo devuelve a rastras al lado de sus maltratadores. Una persona incapacitada judicialmente, lo mismo que un niño, ni siquiera puede poner una denuncia. Puede liarla parda cuando vayan a por ella diciendo que no quiere volver porque la maltratan en el piso en el que vive, y entonces, con suerte, será la policía la que denuncie si le da la gana hacerlo de oficio. Y si le da la gana hacerlo y mientras se tramita la denuncia, en vez de a su piso tutelado, se la llevarán a servicios sociales de urgencia, desde donde la llevarán a otro piso tutelado por la Generalitat o a otra residencia, que es precisamente lo que Gari no quiere.
Jaén: Pues con más razón se justifica una acción por nuestra parte.
Murcia: Sí, pero que sepáis todas que nos exponemos a que nos detengan por secuestro.
Oviedo: Tíos eso sería lo de menos. Murcia: Tía Oviedo, lo de menos lo de menos… Oviedo: Yo veo más pegas a otra cosa que ha dicho Jaén, y es que aunque Gari encuentre otra okupa, segura no va a estar nunca. Peña yo no sé si sois conscientes de que Gari, para mantenerse libre, debería vivir en la clandestinidad. Es
muy serio lo que digo, o sea, estoy hablando de que, si es verdad lo que dice Murcia del trato que se les da a las personas incapacitadas, Gari no va a tener más opción que vivir escondida y fugitiva, no simplemente como una okupa, sino como una terrorista o una narco.
Murcia: Suena fuerte y suena a película pero es exactamente así.
Coruña: Qué decís peña.
Murcia: Que sí Coruña tío.
Jaén: Pero peña que todo eso da igual porque Gari no se quiere mover de su okupa, os lo estoy diciendo.
Oviedo: Pues tendremos nosotras que entrar allí para ayudarla, y que cuando llegue la policía nos encuentre a nosotras como si fuéramos simples okupas, y a Gari tenerla escondida dentro de la casa.
Coruña: Oviedo pero ¿por cuánto tiempo podemos hacer eso? Tendríamos que irnos todas a vivir allí. Y si la policía sospecha, entra con una orden de registro y pasará lo que dice Murcia, que la sacarán a rastras y a nosotras nos detendrán con cargos de secuestro.
Oviedo: Mira tío la estrategia de defensa es un paso muy posterior. La estrategia de defensa se traza cuando la cosa ha salido mal y te han pillado y se conocen los cargos. No te puedes poner a pensar en cómo te van a reprimir porque entonces no haríamos ninguna acción, estaríamos todo el día muertas de miedo. Ya sabemos que nuestra lucha siempre tiene consecuencias, pero una cosa es saberlo y con ese conocimiento elaborar acciones más difíciles de perseguir para los represores, y otra muy distinta poner el parche antes que la herida. Una cosa es adelantarnos a ellos, sabiendo cómo querrán reprimirnos, cosa que nos da ventaja; y otra muy distinta quedarnos paralizadas dando por hecho que nos reprimirán, cosa que les da toda la ventaja a los represores: la ventaja de nuestra inactividad, su campo abierto para reprimir a Gari
Un comentario
Buenas J.P, comparto tu valoración de la novela. Cristina Morales en este libro está espléndida.