Tusquets, 2006, 2007. 574 páginas.
Tit. Or. Innan frosten. Trad. Carmen Montes Cano.
Tenía ganas de leer algo de Mankell desde hace tiempo. Porque me gusta la novela policiaca y porque lo recomendaba Magda, que ya ha reseñado este libro en esta entrada mejor de lo que pueda hacerlo yo. Sé que no es el mejor libro para empezar con el autor, pero estaba en una situación en la que era el único libro que tenía a mano.
Alguien ha quemado a un cisne, y lo que parece un suceso sin importancia resultará estar relacionado con una serie de crímenes. La hija del comisario Kurt Wallander, Linda, regresa a Ystand para iniciar su trabajo en la policia y se verá envuelta en la resolución de los asesinatos.
El libro me ha gustado mucho, como tantas otras veces Magda tenía razón y Mankell es un autor al que se debe seguir la pista. El eje del libro no está en resolver el caso, sino en la relación padre-hija que tienen los protagonistas. En más de una ocasión la prosa alcanza tal maestría que trasciende el género; a más de un escritor le gustaría escribir como lo hace Mankell.
En contraste con la calidad narrativa el apartado policiaco queda un poco apagado. No encontraremos golpes de efecto ni finales originales. Tampoco hacen falta. Quizás tendrían que corregir la contraportada y donde dice Mankell es sin duda el mejor escritor de novela policiaca de la actualidad debería decir Mankell es sin duda uno de los mejores escritores de la actualidad.
Ahora que he leído el final, a empezar desde el principio.
Reto 2008: Suecia.
Escuchando: Don’t Try This at Home. Chumbawamba.
Extracto:[-]
Abrió uno de los cajones del escritorio, que estaba lleno de viejos diarios manoseados y escritos desde la primera hasta la última página. Linda abrió los demás cajones, que contenían lo mismo, diarios. En las tapas figuraba la fecha de cada uno. Hasta que Anna cumplió los dieciséis, las tapas de los diarios eran todas de color rojo. En ese momento se rebeló contra aquel color y, en adelante, sólo escribió en diarios de tapas negras.
Linda cerró los cajones y levantó algunos papeles que había sobre el escritorio. Allí estaba el diario que estaba escribiendo entonces. «Miraré sólo la última página», decidió. Se excusó a sí misma diciéndose que lo hacía porque, después de todo, estaba preocupada por ella. Abrió, pues, la última página en la que Anna había escrito. Tenía fecha del día anterior, el mismo día en que Linda tenía que haberse visto con ella. Linda se inclinó sobre el texto. Anna tenía una letra muy pequeña, como si tratase de esconder las palabras. Leyó el texto dos veces. La primera, sin entender nada; la segunda, con creciente curiosidad. Lo que Anna había escrito no tenía sentido: «… las bombas, los peligros, las bombas, los peligros…». ¿Estaba ante algún código, o sería una lengua secreta sólo comprensible para iniciados?
Linda rompió su promesa de no leer más que la última página del diario. Y pasó la hoja hacia atrás. Allí el texto era muy distinto. Anna había anotado: «El libro de texto de Saxhusen sobre los principios clínicos no es más que un fracaso pedagógico; imposible de leer y de comprender. ¿Cómo pueden hacer libros de texto como ése? Los futuros médicos se apartarán aterrados de su carrera y se decantarán por la investigación, que, además, es más rentable». Después, la joven había escrito: «Por la mañana tuve algo de fiebre, hace viento» —Linda recordó que así era— y que no sabía dónde habría «guardado las llaves de repuesto del coche». Linda volvió a las últimas anotaciones y releyó el texto muy despacio, intentando ponerse en el lugar de Anna mientras ésta escribía aquellas palabras. No había tachaduras, cambios ni titubeos. El estilo era uniforme, en absoluto vacilante, siempre decidido. «Las bombas, los peligros, las bombas, los peligros. Veo que, en lo que va de año, me he anotado diecinueve veces para la lavandería. Si tengo algún sueño, es el de convertirme en un médico desconocido en alguna zona rural. Tal vez en el norte. Pero ¿hay algún pueblo en el norte del país?»
Ahí terminaba el texto. «No dice ni una palabra sobre el hombre al que había visto en la calle de Malmó al otro lado del ventanal del hotel», observó Linda. «Ni una palabra, ni una alusión, nada. ¿No son esas cosas las que la gente escribe en los diarios?»
Con el fin de obtener una confirmación de esto último, pasó las páginas hacia atrás. De vez en cuando, Anna había escrito sobre ella. «Linda es una amiga», había señalado, por ejemplo, el 20 de julio, entre el relato de una visita de su madre, donde afirmaba que «discutieron sobre nada en particular», y la anotación relativa a su plan de «ir esta noche a Malmó para ver una película rusa».
Durante casi una hora, Linda estuvo debatiéndose entre el remordimiento y el deseo de hallar más comentarios sobre ella. «Linda puede ser muy exigente», había escrito Anna el 4 de agosto. «¿Qué hicimos ese día?», se preguntó Linda, sin poder recordarlo. El 4 de agosto fue uno más de los interminables días de aquel verano. Linda no tenía siquiera una agenda, pues organizaba sus días con la ayuda de notas sueltas y solía apuntarse los números de teléfono en las muñecas.
8 comentarios
De la saga Wallander te recomiendo La falsa pista,La quinta mujer y Pisando los talones. Quizás son las mejores de la serie (que te recomiendo que leas en su orden original ya que los personajes evolucionan de manera muy creíble).
Quedan apuntados. Me acabo de leer Los perros de Riga y decididamente me gusta el autor.
Cuando hablas con lectores de Mankell te das cuenta que es difícil coincidir en los predilectos. En mi caso, que he leído unos nueve, los que más me gustan son La leona blanca y Los perros de Riga; después La falsa pista.
Recomiendo también sus novelas para jóvenes, evidentemente válidas para todos. Existe una edición de bolsillo con todas ellas. Son cuatro novelas con los mismos personajes y cada una mejor que la otra. La última, la que de título a la recopilación Viaje al fin del mundo, para mi gusto muy buena.
Pese a todo, después de unos cuantos libros acabas pensando que es mas de lo mismo y tienes ganas de cambiar el frío por algo más cálido, como el sur de Camilleri, y las buenas comilonas que se da su investigador Montalbano.
Será cuestión de leerlos todos y hacer mi selección particular.
Palimp, que buena novela has leido.
Mankell, el gran Mankell, que genial es para la novela policiaca. ‘Asesinos sin rostro’, en mi opinión, es su mejor novela, fabulosa. Pero ‘Antes de que hiele’ es buenísima, en realidad todas las de este escritor.
Wallander es un amor, siempre tan humano, tan solo, tan reflexivo, y su papá (que aparece en ‘Asesinos sin rostro’) dan ganas de grrrr… Ojalá puedas leerla.
Tienes mucha razón, hay que destacar especialmente la relación padre-hija. ¡Y la madre!, uf.
Ya me emocioné 🙂
Veo que eres una auténtica fan 🙂
No conocia a Mankell, me regalaron Antes de que hiele y la devore.Muy interesante el argumento y la relacion entre Wallander y su hija, te mantiene el interes sin golpes bajos… Entre en internet a buscar algunos datos de el autor y di con esta pagina. Poca difusion de Mankell en Argentina, una lastima
Todo se andará, Mankell es un buen escritor de novela negra.