Editorial Seix Barral, 1966, 1975 y 1984. 332 páginas.
Creo que el único libro que había leído de Juan Marsé era Si te dicen que caí y tan mala impresión me debió causar que desde entonces no había leído nada suyo. Si hubiera caído en mis manos este libro antes, otro gallo me hubiera cantado.
El Pijoaparte viene de una familia humilde, pero aspira a más. La manera más fácil de conseguirlo es ligarse a alguna niña rica y ascender a base de cintura. Parece lograrlo con una chica que conoce en una fiesta, pero resulta no ser lo que esperaba… aunque ese encuentro le dará la oportunidad de conocer a Teresa y mezclarse en un mundo desconocido para él.
El autor utiliza habilmente una historia de amor para ofrecernos un excelente retrato de la Barcelona de la época, desde las clases más desfavorecidas, hasta los chicos bien que juegan a ser rebeldes y comprometidos (que poco han cambiado algunas cosas). La estructura de la narración es redonda; los personajes, llenos de vida, la historia, atractiva.
Giro de 180 grados de mi opinión sobre el autor, y a buscar más libros suyos.
Escuchando: Social Peligrosidad. Cucharada.
Extracto:[-]
Hoy, transcurridos casi dos años y cuando en la Universidad todo parece haber vuelto a su estado normal, el generoso ardor democrático sigue aún latente y acaso más febril que nunca, aunque, para ser exactos, habría que denunciar cierto sensible desplazamiento que tal ardor ha empezado a sufrir en el interior de los jóvenes cuerpos: digamos tan sólo que ha descendido un poco más en dirección a las oscuras y húmedas regiones de la pasión. Debido a ello, algunos han empezado ya a caer del pedestal (el egipcio, que en todo había sido un precursor y, anticipándose a muchos, se llevó una buena tajada del favor femenino, resultó no sólo que no estaba conectado sino que ni siquiera era egipcio) en tanto que otros se afirmaban más en el suyo, por lo menos de momento, como Teresa Serrat y Luis. En cuanto a ellas, solamente una alcanzó la dicha de conectar plenamente y hasta el fondo con el poder oculto, si bien fue para lamentarlo quién sabe si para toda la vida: era la quinta chica-incubadora de mitos, víctima propiciatoria (del egipcio, según luego se supo) que fue arrastrada por la otra vorágine, el movimiento subterráneo que también estaba agitando la superficie, y que acabó en París después de abandonar a su familia, con la carrera a medias, madre a medias, desengañada a medias y trabajando en una «pátisserie». Un estudiante-poeta (que años después se haría famoso en el extranjero con un libro de poemas titulado «Pongo el dedo en la llaga») dijo que por cada gota de su virginal sangre derramada nacerían flores de libertad y de cultura.
Ciertamente, no todos estuvieron a la altura de las circunstancias. Por su escaso número inicial y su inveterada propensión al mito y al folklore, en la crónica futura sus nombres serán silenciados y al cabo olvidados (consignado quedará, sin embargo, y con nostalgia, que vivieron una primavera gloriosa y fecunda); no así en la presente historia, la cual, con todo el respeto (todavía hay heridas abiertas) se ve en el penoso deber de citarlos un momento en torno a Teresa Serrat para que ayuden a explicar mejor la naturaleza moral del conflicto que arrojó a la bella universitaria en brazos de un murciano. Y también para hacerles justicia, de paso: porque diez años después todavía estarían pagando las consecuencias, todavía arrastrarían trabajosamente, aburridamente cierto prestigio estéril conquistado durante aquellas gloriosas fechas, una gran lucidez sin objeto, un foco de luz extraviado en la noche triste de la abjuración y la indolencia, desintegrándose poco a poco en bares de moda con la otra integración a la vista (la europea, de cuyas bondades, si llegaban un día, ellos y sus distinguidas familias serían los primeros en beneficiarse), oxidándose como monedas falsas, babeando una inútil madurez política, penosamente empeñados en seguir representando su antiguo papel de militantes o conjurados más o menos distinguidos que hoy, injustamente, presuntas aberraciones dogmáticas han dejado en la cuneta. Empero también esto, lejos de perjudicarles, les favorece: así son mártires por partida doble, veteranos de dos frentes igualmente mitificados y decepcionantes. Pero la juventud muere cuando muere su voluntad de seducción, y cansado, aburrido de sí mismo, aquel esplendoroso fantasma del tormento se convertiría con el tiempo en el fantasma del ridículo personal, en un triste papagayo disecado, atiborrado de alcohol y de carmín de niñas bien, en los miserables restos de lo que un día fue espíritu inmarcesible de la contemporánea historia universitaria. Y la veleidad y variedad de voces en el coro, el orfeónico veredicto: alguien dijo que todo aquello no había sido más que un juego de niños con persecuciones, espías y pistolas de madera, una de las cuales disparó de pronto una bala de verdad; otros se expresarían en términos más altisonantes y hablarían de intento meritorio y digno de respeto; otros, en fin, dirían que los verdaderamente importantes no eran equellos que más habían brillado, sino otros que estaban en la sombra y muy por encima de todos y que había que respetar. De cualquier modo, salvando el noble impulso que engendró los hechos, lo ocurrido, esa confusión entre apariencia y realidad, nada tiene de extraño. ¿Qué otra cosa puede esperarse de los universitarios españoles, si hasta los hombres que dicen servir a la verdadera causa cultural y democrática de este país son hombres que arrastran su adolescencia mítica hasta los cuarenta años?
Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda.
11 comentarios
Esta novela es un retrato magistral de la Barcelona de esa época. De las dos Barcelonas de hecho: la pija burguesía catalana y la miserable inmigración. Otra obra magnífica de Marsé retratando esta dualidad, con contínuos flashback que van desde los cincuenta a finales de los sesenta (creo recordar) es «La oscura historia de la prima Montse». La considero imprescindible en la obra de Marsé, o entre las novelas con Barcelona como protagonista.
Siguiendo con Marsé, pero en este caso en su vertiente de relatos cortos, te recomiendo «Teniente Bravo», un librito con tres relatos cortos, aunque en especial el que le da título, una crítica mordaz y divertidísima de la chulería testaruda de un militar franquista.
Allá por 1984 se hizo una más que correcta adaptación
cinematográfica. Inolvidable la imagen de PijoAparte con su moto
en busca de una burguesita catalana.
Es que empezaste por el Marsé más difícil! Ultimas tardes con Teresa debes ser una de esas diez novelas en castellano que más me gustan. Si quieres un MAr´se más frívolo, «La muchacha de las bragas de oro». Y si quieres un MArsé mas social «Ronda del Guinardó». No le he leído nada más, aunqué tengo «Rabo de lagartija» por ahi en algún estante…
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Como buen marsista (o marsiano) no sabes como me alegre leer un comentario como el tuyo. No he leído todos sus libros pero casi. De momento, mis favoritos son «Últimas tardes con Teresa», «Rabos de lagartija», «Ronda del Guinardó» (una pequeña maravilla, por el tamaño), «Un dia volveré» y «Si te dicen que caí». Creo que este último es el mas complejo y el mas defícil de entrar, sobretodo si se trata de una de las últimas ediciones que el autor revisó y complicó mas todavia. Lo mejor es disfrutarlo en tu primera edición (fácil de encontrar por ejemplo en el Mercat de Sant Antoni de Barcelona a muy buen precio).
Era de lectura obligada en el instituto, Ya ha llovido, pero como todo lo impuesto a destiempo, no recuerdo que me impresionara demasiado, tendré que volver a leerlo. Un saludo y espero que puedas visitarme.
Me apunto las recomendaciones Marsianas. Es muy probable que cuando leí ‘Si te dicen que caí’ no estuviera preparado -era bastante joven.
Lanobil, dale una oportunidad. Creo que merece la pena.
Carlos Boyero, aprovechando su crítica cinematográfica de El País 30-Nov-2007, habla de la obra de Juan Marsé. Comparto sus palabras y, como amante de la obra de Marsé, no puedo dejar de copiar algunos fragmentos de la misma:
«Como tantos agradecidos lectores, guardo poderosa memoria y sensaciones impagables de la literatura de Juan Marsé, de esa prosa identificable, lírica, evocadora y hermosa que describe inmejorablemente las viejas e imborrables heridas del alma, infancias y adolescencias expectantes, vidas masacradas, el olor de la tristeza, supervivencia. Esa capacidad para retratar sentimientos y transmitir emoción, esa fascinante creación de ambientes, personajes y atmósferas que distingue a este novelista aromático y excepcional, nunca ha sido correspondida en las adaptaciones que ha hecho el cine de su obra. O al menos, a mi gusto no le consta.
[…]
A cada cual su Marsé. El que me enamora es el de Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí, Un día volveré, Ronda del Guinardó, El expreso de Shanghai y Rabos de lagartija. Pero incluso en sus novelas que me dejan frío, como Canciones de amor en Lolita’s Club existen destellos atractivos y reconocible estilo.»
Bueno, Carlos o quien sea ha convertido el Embrujo en el Expreso de Shangai, pero ya nos entendemos…
Un abrazo.
Sí, leí hace poco ese artículo, y lo mal que deja a la película.
Mucho mejor la novela del mismo autor «Rabos de lagartija»- No entiendo como no se ha hecho una película. Es una novela fántastica y muy cinematográfica
Queda anotada la recomendación.