Libros del mirasol, 1963. 220 páginas.
El progreso de la ciencia
Tenía ganas de saber más de Pasteur y esta biografía estaba casi regalada (es viejita, la pobre).
La autora nos presenta su vida no como una biografía al uso, sino presentando cada una de sus investigaciones, que problema tenía que resolver, como lo encaró, cual fue la solución y acabando con un pequeño resumen. Como si fueran informes científicos.
El enfoque es original y está muy bien, pero el lenguaje es un poco arcaico y abunda en citas extensas de la época, que no ayudan a que el texto sea ágil. Lo que más me ha sorprendido es que casi todas las investigaciones de Pasteur venían motivadas por una petición de la industria.
También es destacable la oposición a la vacuna de la rabia:
El 20 de octubre, Pasteur trata nuevamente un enfermo bastante gravemente atacado; era un joven pastor del Jura, Juan Bautista Jupille, mordido hacía seis días por un perro rabioso. Después de cuatro meses y medio de tratamiento, Pasteur anuncia que el joven está en perfecta salud y definitivamente salvado.
En 1886, trescientas cincuenta personas venidas de todos los rincones de Francia, y también de Argelia, Inglaterra, Alemania, Rusia, Hungría, Italia, España y América del Norte, habían seguido el tratamiento de la rabia.
Entonces Pasteur, en perfecta posesión de su método proíi-i láctico, pensó que era necesario crear un establecimiento especial para la vacunación contra esa enfermedad. Se creó entonces i una comisión a ese efecto y afluyen donaciones de todas partes. El emperador de Rusia hace llegar al sabio una importante suma para la fundación de ese instituto. Pasteur había cuidado y curado un conjunto de campesinos rusos, que habían sido mordidos por un lobo rabioso. Pasteur constató además que las mordeduras de los lobos eran más peligrosas que las de los perros, al ensañarse, en efecto, ese animal sobre su víctima y atacarla a menudo en la cabeza y particularmente en la cara.
A-fin del año 1886, cerca de dos mil quinientas personas habían ya experimentado con éxito el tratamiento en cuestión.
No obstante, como hemos señalado ya, la prensa de numerosos países extranjeros había lanzado contra Pasteur malévolos ataques. En particular, el señor B. Kraus, redactor en jefe de L’Allgemeine Wiener medizinische Zeitung, había publicado artículos que anunciaban que los rusos que habían venido a hacerse curar en París habían muerto a continuación del tratamiento en medio de horribles sufrimientos. Pasteur respondió a ese periodista con una carta que fue insertada el 20 de noviembre de 1886 en la Revista científica y en la cual se alza con vigor contra esos procedimientos deshonestos, susceptibles de impedir a los enfermos someterse al tratamiento contra la rabia. Agrega, por otra parte, que los rusos en cuestión, que regresaron a su país, se encontraban ahora en perfecta salud y ofrece a ese respecto copia de las cartas que ha recibido de alguno de ellos.
El papel de ciertos diarios alemanes y americanos de la época fue particularmente nefasto, ya que contribuyó a la muerte de muchas personas que se hicieron atender demasiado tarde o aun en distintos casos rehusaron completamente los cuidados.
Tontos los ha habido siempre.
Calificación: Regular.
Un día, un libro (45/365)
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