DeBols!llo, 2008. 389 páginas.
Tit. Or. A passo di gambero. Trad. María Pons Irazazábal.
El escepticismo del título, según el cual la humanidad va hacia atrás en vez de hacia adelante es ligeramente engañoso. Bajo la crítica que hace Umberto Eco de la actualidad subyace todavía una esperanza en el progreso.
Para una buena reseña de este libro les aconsejo la siguiente entrada de Seikilos:
Poco hay que añadir. No soy amigo de recopilaciones de artículos. Suelen envejecer mal y no suelo reconocer el contexto. Pero Eco es una persona lúcida y sensata, a quien apetece leer incluso cuando no estás de acuerdo con él. Sus reflexiones tienen un punto de intemporalidad que las hace inmunes al paso del tiempo. Se leen con placer incluso sus reflexiones sobre Berlusconi, aún sin vivir en italia y desconocer el ambiente que ahí se vive.
He seleccionado unos cuantos extractos con los que estoy particularmente de acuerdo.
Hablando sobre como conseguir la paz:
La paz como ejemplo. Es posible que les parezca un concepto muy cristiano, pero advierto que lo habrían aceptado incluso muchos sabios paganos: hagamos la paz entre nosotros dos, aunque solo sea entre Mónteseos y Capuletos; esto no resolverá los problemas del mundo, pero demostrará que la negociación es posible ahora y siempre.
El esfuerzo por reducir los conflictos locales sirve para transmitir la confianza de que un día también se resolverán los conflictos globales. Es una ilusión piadosa, pero algunas veces hay que mentir con el ejemplo. Miente mal quien miente con palabras, pero miente bien quien, al hacer algo, permite pensar que otros pueden hacer lo mismo, aunque miente cuando, por medio del ejemplo, permite pensar que una proposición particular (unos p hacen q) puede necesariamente transformarse en proposición universal (todos los p hacen q).
Pero estas son las razones por las que la ética y la retórica no son lógica formal. Nuestra única esperanza es trabajar en las paces locales.
Predicar con el ejemplo. No es mala idea. Sobre la labor del intelectual comprometido:
[…]El intelectual comprometido debe poner en dificultades ante todo a aquellos con los que se siente comprometido.
Si tuviera que encontrar citas textuales sobre el tema, mi cosecha sería exigua, pero esta breve antología es en extremo elocuente. Esto es lo que nos decía Bobbio cuando afirmaba que los hombres de cultura, aunque se consideraran alineados, debían ante todo oponerse críticamente a procedimientos falseadores y a razonamientos viciados (ibid., p. 24), que «se puede perfectamente no ser neutral, esto es, tomar partido por unos y no por otros, manteniéndose fieles al procedimiento de la imparcialidad», porque «ser imparciales no significa no dar la razón a ninguno de los dos contendientes, sino dar la razón a uno o al otro, o tal vez negársela a ambos, una vez examinadas todas las circunstancias» (ibid., p. 117), que «se puede ser imparciales sin ser neutrales» (ibid., p. 164) y que «más allá del deber de entrar en la lucha, el hombre de cultura tiene derecho a no aceptar los términos de la lucha tal como están planteados, a discutirlos, a someterlos a la crítica de la razón», porque «por encima del deber de la colaboración está el derecho a la investigación»
Siempre se ha visto mal criticar al propio partido. No sólo es un derecho para el intelectual hacerlo, sino un deber. Sobre el sentido común y la ilustración:
Esto implica que haya un buen sentido, o un sentido común, que no será tan dominante como la «recta razón», pero que de algo sirve. Basta no atribuir responsabilidades demasiado metafísicas al cálculo y, además, como sugería Leibniz, siempre vale la pena sentarse en torno a una mesa y decir calculemus.
Por tanto, creo que un buen ilustrado es el que cree que las cosas «van de una determinada manera». Este realismo minimalista ha sido confirmado recientemente por Searle, que no siempre acierta, pero que de vez en cuando tiene ideas claras y razonables. Decir que la realidad va de determinada manera no significa afirmar que podamos conocerla o que algún día la conoceremos. Aunque nunca llegáramos a conocerla, las cosas irían así y no de otra manera. Incluso el que piensa que las cosas hoy van de una manera y mañana de otra, es decir, que el mundo es extravagante, caótico, cambiante, y pasa de una ley a otra mal que les pese a metafísicos.y cosmólogos, admitiría que esta caprichosa mutabilidad del mundo es justamente la manera como van las cosas.Y, por tanto, vale la pena seguir proponiendo descripciones de estas condenadas cosas.
Contra el relativismo del todo vale se impone una ilustración en las que algunas cosas valen más que otras ¿todavía hay alguien que lo dude? Sobre los discursos que obligan a posiciones del conmigo o contra mí:
Pero, al menos en cuanto se refiere a las palabras, las cosas no van mucho mejor en nuestro país. Si se te ocurre decir que Bin Laden es un bandido, te responden que lo que quieres es matar a los niños de Kabul, y si deseas que en Kabul no mueran los niños te consideran un defensor de Bin Laden. La única forma de no seguir su juego es negarse a las campañas de blanco o negro y cultivar esa profunda sabiduría que nuestra cultura nos ha transmitido: la capacidad de hacer distinciones.
Hace algunas semanas apareció una encuesta según la cual parecía que una gran mayoría de la izquierda «comprendía» las razones de Bin Laden. ¡Tierra, trágame! ¿Hay que pensar que el que había respondido en este sentido aprobaba la destrucción de las dos torres? No lo creo. Creo más bien que, según como estuviera planteada la pregunta, en momentos como ese la gente no distingue bien, por ejemplo, entre explicar, comprender, justificar y compartir.
Erika es una muchacha que está acusada de haber acuchillado a su madre y a su hermano pequeño. ¿Se puede explicar este hecho? Sin duda, y deberían hacerlo los psicólogos y psiquiatras. ¿Se puede comprender a Erika? Si me explican que era presa de un ataque de locura, la puedo entender, porque el loco no razona. ¿Se puede justificar7. Desde luego que no, y es preciso que un tribunal condene su acto y actúe con ella de tal forma que no pueda volver a hacer daño. ¿Se puede compartir lo que ha hecho en el sentido de que nosotros también lo haríamos? Espero que no, si no somos uno de esos descerebrados que le envían mensajes de solidaridad.
Escrito en el contexto de Bin Laden, pero extrapolable a cualquier situación. Los matices existen, y son importantes. Sobre el relativismo cultural:
La labor del antropólogo cultural era demostrar que existían lógicas distintas a las occidentales, y que debían ser tomadas en serio, y no despreciadas y reprimidas.
Esto no quería decir que los antropólogos, una vez explicada la lógica de los otros, decidieran vivir como ellos; es más, excepto unos pocos casos, una vez acabado el largo trabajo en ultramar, regresaban para pasar una serena vejez en Devonshire o en Picardía. No obstante, leyendo sus libros se podría pensar que la antropología cultural mantenía una postura relativista, y afirmaba que todas las culturas valen lo mismo. Creo que no es así.
El antropólogo nos decía, a lo sumo, que mientras los otros estuvieran en su casa había que respetar su forma de vivir.
En otro artículo sobre el mismo tema:
Si, como dicen algunos, en el mundo no hubiera hechos sino solo interpretaciones, no se podría negociar, porque, no habría criterio alguno para decidir si mi interpretación es mejor que la tuya. Se pueden comparar y discutir interpretaciones precisamente porque se ponen frente a los hechos que pretenden interpretar.
Dicen por ahí que un cura mal informado me ha incluido recientemente en la lista de los malos maestros, porque según él yo he sostenido .que no existen hechos, sino solo interpretaciones. No me importa ser considerado un mal maestro (luciferinamente querría serlo aunque, a medida que voy creciendo en edad y sabiduría, cada vez soy más consciente de ser un pésimo alumno), pero es que en muchos escritos he sostenido justo lo contrario, es decir, que nuestras interpretaciones se estrellan continuamente contra la dura realidad de los hechos, y los hechos (aunque a menudo son difíciles de interpretar) están ahí, sólidos y arrolladores, desafiando las interpretaciones insostenibles.
Ya en otros escritos criticaba Eco la opinión de que cualquier interpretación es válida. No es así. Los hechos están ahí y no hay quien los cambie. Sobre la negociación:
Todos aspiramos a lo mejor, pero todos hemos aprendido que a veces lo mejor es enemigo de lo bueno y, por tanto, cuando se negocia hay que elegir lo menos malo.Y quién sabe cuántas negociaciones como esta habrá que hacer en el futuro para evitar la sangre en una sociedad multiétnica. Aceptar lo menos malo, confiando en que no se convierta en una costumbre, no excluye que haya que luchar para conseguir lo mejor, aunque, como es evidente, al no ser lo mejor un hecho sino un fin seguirá siendo ©bjeto de muchas interpretaciones.
Evita hablar de posibilismo, palabra con una mala fama inmerecida. Gran frase la de a veces lo mejor es enemigo de lo bueno. Sobre el descrédito de la ciencia:
Los medios de comunicación de masas a menudo acusan a la ciencia de ser responsable del orgullo luciferino con que la humanidad avanza hacia su posible destrucción, y al hacer esto confunden evidentemente la ciencia con la tecnología. No es la ciencia la responsable del armamento atómico, del agujero en la capa de ozono, del deshielo, etc.; en todo caso, la ciencia todavía es capaz de advertirnos de los riesgos que corremos cuando, utilizando tal vez sus principios, nos dedicamos a crear tecnologías irresponsables.
Entiendo que se haya bajado a la ciencia del altar dónde se había colocado, pero hemos pasado al otro extremo.
Un libro para aprender y reflexionar. Ésta es la labor del intelectual. No hablar en tertulias de radio de cualquier cosa sin pensar, sino reflexionar sobre los problemas de la actualidad y aplicar su conocimiento para iluminar y sugerir caminos.
2 comentarios
Bueno, te agradezco una vez más tu buena prensa, pero pienso que tu análisis es bastante más profundo que el mío 🙂
No recuerdo ya dónde, pero alguna vez leí a Eco escribiendo sobre la idea de que la guerra ya no era posible en esta época. Esto fue, naturalmente, antes de 2001. Creo que decía que habíamos madurado moral e intelectualmente, y que ya una guerra no iba a ser apoyada por ningún pueblo bajo ninguna excusa, que ya no nos podían «vender» otra guerra por intereses. En ese momento Eco me pareció muy elocuente, como siempre; lamento profundamente que haya estado tan equivocado. Con todo, aún en este caso de contradicción tan evidente, siempre uno puede obtener placer de leerlo, de seguir su discurso que mezcla lo aristotélico con lo banal: el sentido común, la lógica cartesiana y el gusto popular, todo encuentra su justo lugar en Eco.
Prensa la que te mereces, y no empecemos con aquello del tú más que esto es un cuhitril y no una mansión por algo 🙂
Al hilo de lo que comentas Eco llama a lo de irak la neoguerra, supongo que para ser coherente.