John Mcgahern. Cuentos completos.

octubre 25, 2024

John Mcgahern, Cuentos completos
Adriana Hidalgo, 2009. 580 páginas.
Tir. or. Collected stories. Trad. Gerardo Gambolini.

Todos los cuentos de John McGahern considerado el mejor escritor irlandés de cuentos desde James Joyce y yo sin conocerlo. Tengo que reconocer que la frase se ajusta bastante bien a los hechos. Cuentos muy sólidos, no tan salidos de madre estilísticamente como la referencia, pero muy bien escritos.

Me han gustado sobre todo los primeros, esas historias pegadas a la tierra, a un mundo de raíces que va desapareciendo pero todavía permanece, de vecinos que se respetan y de trabajo en la tierra. Pero sobre todo aquellos en los que el amor (que con frecuencia se traduce en abandono y tristeza) es el protagonista.

Destaco Navidad donde un niño que está dejando de serlo soporta las burlas sobre su relación con una viuda que el quisiera que fuera real pero en la que ella lo veo como un infante. Sierra Leona una relación de amor clandestina e intermitente que deja un poso de nostalgia y empatía. El funeral de campo, donde tres hermanos acuden al pueblo donde ha muerto su tío.

Tiene momentos tiernos, otros crudísimos y algunos cotidianos, construyendo un universo muy particular en el que es muy agradable perderse.

Muy bueno.

-No quiero dinero.
-Entonces, ¿qué te gustaría que te dé para Navidad?
—Cualquier cosa que prefiera darme.
Me pareció que prefiera estaba bien para un chico de asilo.
-Tendré que pensarlo un poco, entonces -dijo ella mientras yo sacaba el mulo del jardín, loco de estúpida alegría.
—¿Llevaste el kerosén y los troncos sin problema? -preguntó Moran sonriendo cuando entré, atraído por el olor a comida caliente. Se había puesto ropa decente y estaba terminando su cena en la cabecera de la mesa con cansino buen humor.
-No hubo ningún problema —respondí.
-¿Llevaste el mulo al establo? ¿Le diste de comer?
-Le di avena.
-Apuesto a que Mrs Grey estaba satisfecha.
-Parecía satisfecha.
Prácticamente estiró la mano.
—¿Sacaste algo bueno de eso, entonces?
-No.
-¿Quieres decir que no te dio nada?
-No esta noche, pero tal vez lo haga antes de Navidad.
-Tal vez, pero ella siempre dio una libra con la última carga antes de las fiestas -dijo con suspicacia. Su anterior buen humor desapareció.
Tomó su gorra y su abrigo para ir a beber uno o dos tragos a fin de relajarse un poco.
-Si hay alguna crisis internacional en las próximas horas, sabes dónde encontrarme -le dijo al irse a Mrs Moran.
Mrs Grey apareció en Nochebuena con una caja grande. Llevaba puesto un abrigo de piel y olía a perfume y gin.
Rechazó una silla diciendo que tenía prisa y me pidió que quitara el moño y el papel rojos.
Dentro de la caja había un avión de juguete. Estaba pintado de blanco y azul. Las ruedas olían a goma nueva.
-¿Por qué no le das cuerda?
Miré la cara estúpidamente sonriente, los ojos al borde de las lágrimas.
-Dale cuerda para Mrs Grey.
Escuché la voz de Moran.
Yo no podía hacer nada. Moran tomó el juguete de mi mano y le dio cuerda. Lina luz se prendía y se apagaba en la cola y las hélices giraban mientras avanzaba por el cemento.
—Oh, no debió molestarse tanto. Esto es demasiado… -dijo Moran con tono político.
—Me pareció que estaría bien, ya que no aceptó el dinero. A mi pobre hijo nada le gustaba tanto como los aviones de modelismo para Navidad.
Estaba otra vez a punto de llorar.
-Todos lamentamos todavía esa tragedia —dijo Moran—. Gracias por tan bonito regalo, Mrs Grey. Es precioso.
No pude contener más la rabia.
-A mí me parece inútil -dije, y me puse a llorar.
Luego, sólo tengo un vago recuerdo de la voz de Moran acompañándola hasta la puerta con excusas y disculpas.
-Debí haber sabido que no se puede confiar en un joven-cito de asilo -dijo Moran cuando volvió—. No sólo me dejaste sin la libra sino que encima insultaste a la mujer y su hijo muerto. Vas a volver bien rápido al lugar del que viniste.
Moran movió el avión con la bota como si quisiera patearlo, pero no se animó por respeto al dinero que había costado.

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