La autora es bastante activa en redes sociales donde da consejos sobre nutrición y desmonta mitos habituales. Este libro es lo mismo pero bien organizado en capítulos, buena documentación y rigurosidad en la información y sin perder el humor y la mala leche que han hecho famosa a la autora.
Analiza los componentes de la nutrición, que son azúcares, proteínas, hidratos de carbono y grasas y nos muestra por qué cada uno tiene su importancia y no podemos prescindir de ninguno. Una alimentación saludable debería tener todo tipo de nutrientes. Las dietas milagro que se cargan alguno de estos elementos no funcionan. Las que ordenan que no se pueden mezclar, tampoco.
Se analizan algunos de los engaños de la industria alimentaria (esos productos light que no lo son tanto), de determinadas dietas, de por qué la fuerza de voluntad no funciona e incluso se cuentan con detalle algunos trastornos de alimentación. También nos tranquiliza sobre los alimentos transgénicos y desmiente que los productos ecológicos o naturales sean mejores que los que no lo son.
Una buena panorámica sobre un campo (la nutrición) lleno de bulos, mitos y concepciones erróneas. Todo con rigor y mucho sentido del humor.
Bueno.
Juanita acaba cenando triste. Recoge los platos y la cocina, friega, acuesta a los niños y ve un trocito de un reality mientras vuelve a ser criticada por su pareja por ver «esa basura». A las 23:00 horas Juanita y su pareja se acuestan. Juanita no puede con su alma. A la 01:45 horas se levanta, tiene palpitaciones, quizá un poco de ansiedad, no sabe por qué, cree estar fallando como pareja y como madre, llora un poco en el baño. A continuación, va a la cocina y se come dos magdalenas, un paquete de galletas y medio kilo de queso. «Mañana será otro día y ojalá despierte con fuerza de voluntad», piensa.
Evidentemente, he tratado de caricaturizar y poner dos ejemplos muy contrastados a propósito. Aunque, sinceramente, y por desgracia, creo que el ejemplo de Juanita, con sus más y sus menos, es bastante habitual.
Por mi consulta, durante estos aproximadamente diez años que llevo como dietista-nutricionista han pasado muchos y muchas Juanitas. Y se me parte el alma con cada uno de ellos. Si existiera la fuerza de voluntad, desde luego que las Juanitas serían las reinas, porque son precisamente estas personas las que, a pesar del contexto de mierda (sí, de mierda) que tienen, sacan fuerzas para acudir a una consulta de nutrición privada, (porque os recuerdo que, en España, las dietistas-nutricionistas no estamos en Sanidad Pública). Personas que invierten lo poco que ganan en venir a nuestra consulta aun sin saber si se enfrentarán a otra persona igual que el último endocrino que les dijo: «Lo que pasa es que estás gorda. Si no comieras tanto e hicieras ejercicio, estarías mejor. Estás así porque quieres y vas a enfermar por tu culpa».
Os suena, ¿no? Es que vamos, si estoy yo en la consulta de acompañante… ¡en ese momento me da una enajenación mental!
Quizá alguien no lo sepa, pero la gente gorda ¡sabe que lo está! Igual que la delgada. Y no necesitan que venga nadie a hablarles con desprecio y a insultarles cuando piden ayuda.
IMomento enfurecimiento y palabras que no son adecuadas para publicar en un libro.]
Bueno, pues cuando llega una persona así, y más con ese historial de incomprensión y maltrato, quizá le viene mejor que le hablemos de su contexto, es decir, de las condiciones que la rodean y que por supuesto la influyen, limitan o alientan a realizar determinadas acciones (por ejemplo, merendar un cruasán de chocolate en lugar de fruta con yogur y frutos secos, porque se encuentra triste y cansada) y de que la fuerza de voluntad son los padres, y seguramente le venga peor que le hagamos una tesis sobre calorías. No tenemos tampoco que ser condescendientes, simplemente tenemos que hablar claro. No tiene sentido que le digamos: deja de comer galletas, que tienen muchas calorías, y come aguacate en pan alemán ecológico, cuando la persona está cobrando la renta básica.
Por supuesto, como dietistas-nutricionistas, debemos realizar educación nutricional, pero sin olvidarnos de que la teoría, cada vez más, la gente se la suele saber bien (aunque quizá con algún fallo o con algún mito instaurado en su subconsciente), y que el problema lo tienen con el contexto en el que viven y con la forma en la que se relacionan con su entorno.
Y ya basta de ignorar todo esto y darles frases motivadoras. En una búsqueda rápida, las primeras frases que aparecen son algunas como:
«La vida está hecha de momentos felices».
Mira, felices mis ovarios. La vida está hecha de momentos felices si naces en un buen país y en una familia con posibilidades y no te falta lo básico. No si eres un niño palestino cerca de la franja de Gaza.
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