Vernor Vinge. El monstruo de las galletas.

septiembre 27, 2011

AJEC 2007. 212 páginas. Trad. Claudia de Bella.
Vernor Vinge, El monstruo de las galletas

Es una recopilación de dos novelas cortas, El monstruo de las galletas que es la que da título al libro y Acelerados en el Instituto Fairmont. En la primera Dixie Mae, que trabaja como teleoperadora, recibe un correo obsceno. Al investigar su origen descubre que su trabajo no es lo que parece, y que hay una conspiración en marcha. Las ‘galletas’ (cookies) serán claves para descubrir lo que pasa.

En la segunda un grupo de chavales de instituto hace su trabajo conjunto. Algo rutinario, pero que en la época en la que transcurre la acción implica tener un talento que hoy tendrían pocos… y es que la tecnología ha avanzado mucho, y las capacidades de los niños, también.

Me han gustado ambas, aunque más la primera; no sé si es muy creíble ese aumento de la inteligencia, por mucho que se avance en la tecnología. Pero Vinge crea dos ambientes muy creíbles, repletos de sugerencias.

Mejores reseñas aquí: De leyenda y aquí: Axxon.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (27/365)

Extracto:
Mientras la seguía por el corredor, Juan reinició sus ropas informáticas. Las paredes se volvieron más bonitas, cubiertas con tapices de seda. Vio que tenía privilegios de visitante en el sistema hogareño de los Gu, pero no pudo descubrir ninguna otra vía de comunicación en el edificio. Todo su equipo funcionaba bien, incluidos los pequeños adicionales, como la visión periférica de 360° y la buena audición. ¿Y qué habían sido esos estallidos, ese calor? El equipo de otra persona. Como un estúpido, Juan había estado caminando por todos lados con un cartel de patéame en la espalda. En realidad, peor que eso. Recordó haberle asegurado a su madre que ella vería a cualquier amigo que él trajera a casa. Alguien había convertido esa afirmación en una mentira. Fairmont tenía su cuota de bromistas nada chistosos, pero esto ya era asqueroso. ¿Quién haría semejante cosa… sí, quién?
Juan salió del corredor e ingresó en una sala de techo alto. Junto a una chimenea genuina había un asiático regordete, de cabellera cortada a cepillo.
Juan reconoció su rostro de una de las pocas fotos que tenía del sujeto. Era William Gu, el padre de Miriam, no el Idiota. Aparentemente, ambos tenían el mismo nombre de pila.
Miriam bailó delante de él. Ahora estaba sonriendo.
— Bill, me gustaría presentarte a Juan Orozco. Juan y yo haremos juntos el proyecto local. Juan, te presento a mi padre.
¿Bill? Juan no podía imaginarse llamando a su padre por su nombre. Esta gente era extraña.
—Encantado de conocerte, Juan — el apretón de Gu era firme; su expresión, gentil e ilegible—. ¿Estás disfrutando de los exámenes finales hasta ahora?
¿Disfrutando?
—Sí, señor.
Miri ya les había dado la espalda.
— ¿Alice, tienes un minuto? Me gustaría presentarte a…
Una voz de mujer:
—Sí, querida. Un momento —no pasaron más de dos segundos y entró una señora de agradable rostro redondo. Juan también la reconoció… salvo por la ropa: esta noche, Alice Gu llevaba el uniforme de Teniente Coronel de medio tiempo de los Marines de los EE.UU. Mientras Miri hacía las presentaciones, Juan advirtió que el Sr. Gu estaba tamborileando su cinturón con los dedos—. Oh, disculpen —abruptamente, el uniforme del Cuerpo de Marines de Alice Gu fue reemplazado por un traje de negocios—. Oh, Dios —y el traje de negocios se metamorfoseó en el vestido de matrona que Juan recordaba de las fotos. Cuando ella le estrechó la mano, se veía completamente inocente y maternal— . Me he enterado de que tú y Miriam tenéis un proyecto local muy interesante.

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