Toni Corinda. 13 escalones del mentalismo.

marzo 10, 2014

Toni Corinda, 13 escalones del mentalismo
Laura Avilés, 1997. 398 páginas.
Tot. Or. Thirteen Steps to Mentalism. Trad. Rafael Benatar.

Éste es un libro difícil de encontrar, a pesar de ser una cuidada reedición de una versión antigua. Había un ejemplar en una biblioteca pero estaba desaparecido. Misteriosamente ha vuelto a aparecer y he podido hincarle el diente.

Soy de los que creen que toda la parafernalia paranormal se realiza mediante trucos de ilusionista. Doblar cucharas no requiere de poderes extraños, cualquier mago bueno e incluso algunos malos lo pueden hacer sin problemas. La rama de la magia que se dedica a leer la mente y este tipo de fenómenos se denomina mentalismo, y este libro es uno de los mejores del tema.

Su autor es Toni Corinda, mentalista de prestigio, que explica con rigor y mucha gracia diferentes aspectos de esta práctica divida en Escalones. Desde telepatía a predecir el futuro, haciendo hincapié en la importancia del modo de presentarlo. Los consejos que se dan son de verdadero profesional, curtido en el oficio, muy prácticos y de gran utilidad.

Una buena manera de protegerse de los engaños es conocer cómo se hacen.

Calificación: Muy bueno.

Extracto:
Antes de abordar sistemas individuales debemos entender, al menos hasta cierto punto, el arte de la mnemotecnia en general. Para tener una impresión global podríamos considerar la mente como una máquina. La historia de la humanidad nos muestra que hay grandes pensadores y también grandes imbéciles. Pero no nos muestra si la diferencia entre ambos radica en que poseen una mente muy distinta el uno del otro o en que, teniendo la misma capacidad, uno piensa y el otro no. Si la mente fuera una máquina de gran complejidad, algo así como un cerebro electrónico, sería lógico suponer que su efectividad y su potencial se verían afectados según cómo fuera manejado. No tenemos que ocuparnos del potencial de la mente humana, pues eso va mucho más allá de nuestros objetivos. Nos ocuparemos más bien de cómo usar la mente, y el motivo es que vamos a utilizar nuestra máquina mucho más que el individuo medio.
Esto no quiere decir que vayamos a añadir a la mente nada más de lo que ya hay en ella. Prácticamente todo el mundo está capacitado para aplicar sistemas de memoria y ello se reduce a algo muy simple: aprender nuevas maneras de poner en práctica nuestra capacidad. Afortunadamente, no todo el mundo entiende de mnemotecnia, y como ésta sólo tiene lugar en la mente, es difícil saber si se está empleando, lo cual, por supuesto, conviene al menta-lista. Tu protección contra su descubrimiento consiste en hacer todo lo posible por mantener la ciencia en secreto. A veces sentirás la tentación de decir a los espectadores que no has empleado truco alguno, como suponen, sino que has recurrido a un sistema de memoria que has desarrollado en tu mente. Veámoslo de esta manera: Habrás visto el conocido efecto «La memoria gigante», en el que se memorizan veinte o treinta objetos designados por el público. Es impresionante, parece increíble… pero si cada miembro del público supiera que con una semana de ensayo pueden hacer lo mismo, ¿cuan bueno sería el efecto? No te engañes: la habilidad de hacer ese juego no es un logro extraordinario.


Corinda: Bien, pasemos a la pregunta siguiente. En una actuación, ¿qué juego es más importante, el primero o el último?
Fogel: Ambos. Creo que son igual de importantes. Al principio hay que tener en cuenta que la mayoría de los espectadores te estarán viendo por primera vez y tienes que causar una impresión para que te acepten. El final tiene que ser muy fuerte porque esa es la impresión con la que se van a sus casas.
Corinda: ¿Entonces dirías que el primero y último juegos son los más importantes?
Fogel: Yo diría que es así en todas las esferas del mundo del espectáculo. Es igual para el malabarista, el bailarín y el cantante.
Corinda: Entiendo. ¿Y cuál dirías que es la duración ideal de un número, digamos para una cena o un local nocturno.
Fogel: De quince a veinte minutos para un número mental. Corinda: ¿No más?
Fogel: Sí, puede ser más. Yo he presentado números de mentalismo más largos, pon la debida experiencia, que es algo que no se puede aprender, se puede. Pero al principio yo diría que de quince a veinte minutos.


Ahora ves el punto de vista del público, y si lo piensas, aún no has comenzado. Sólo has utilizado esbozos de información. Siempre puedes sacar unos «síes» adicionales con comentarios como: ¿Podríamos decir que últimamente ha estado preocupada por asuntos de dinero? Detente a pensar: ¿Cuánta gente podría contestar que no? Hay docenas de frases como esa que tú mismo puedes descubrir, pues son fáciles de formular. Dispáralas rápidamente y pasa a otra cosa antes de que alguien se detenga a pensar lo trivial que es.
La predicción segura es la salida de emergencia para cualquier lector. Cuando no te pones de acuerdo con ningún espectador y ves que los datos son pocos y las confirmaciones menos, te apoyas en el recurso, que ha pasado la prueba del tiempo, de hablar del futuro, lo cual nadie podrá negar.
Con sentido común, puedes quedar bien adivinando el futuro. Siempre puedes referirte a «esa carta con buenas noticias que está por llegar» o a «un viaje para encontrarse con un hombre extraño: algo que ver con el lado paterno de la familia.»
De vez en cuando puedes arriesgar un poco y ser específico. Una frase muy vieja que casi siempre resulta es: Veo que tiene una cicatriz en la rodilla. Esto, dicho a hombres, casi siempre causa asombro pues son pocos los que se detienen a pensar que casi todos los hombres tienen una cicatriz en la rodilla. Pruébalo. No son habladurías (esta vez).
Ten siempre una reserva de predicciones seguras a mano. Todos sabemos que cuando aciertes recordarán lo que has dicho y cuando te equivoques lo olvidarán. El público no esperará sentado cinco años para comprobar tus predicciones, así que no te cortes. Suelta visiones de dinero, promoción, viajes y amistades. Pinta el futuro brillante y manténlos contentos.


Este Escalón no es para los tímidos ni para los puros aficionados que hacen magia para su propio regocijo (y están en su derecho). Los que no aspiran a cobrar por sus actuaciones tienen el derecho incuestionable de ser buenos o nefastos. Pero un poco más arriba en el escalafón está el semi-profesional (por ejemplo Alistair Crocklefort, que tiene un bar y hace «Troublewit», «La ilusión Ashra» y «Las siete llaves de Baldpate»). El semi-profesional pisa terrenos peligrosos. Puede hacer mucho bien o mucho mal a la magia. El profesional a tiempo completo tiene que ser bueno o se queda sin trabajo. El semi-profesional está más a salvo. Normalmente tiene otra fuente de ingresos y con la magia gana un dinerillo adicional. Para él la calidad no es una necesidad imperativa. Si es malo y le pagan poco, todavía tiene otros ingresos. Pero de allí surgen problemas.
La gente que paga por ser entretenida por un mago espera, y con razón, ser bien entretenida. Entonces los que no necesitan ser buenos se interponen en el camino y hacen sus juegos poco profesionales y a medio ensayar y estropean el mercado de los que sí se lo toman en serio. Esto afecta a la magia en general, disminuyendo el interés del público y causando amarguras en el gremio. Y nada de esto ocurriría si todos aquellos que cobran fueran capaces de justificar sus honorarios. De los numerosos semi-profesionales, muy pocos admitirían que son mediocres. Algunos son bastante buenos y otros deberían incluso pagar al público por aguantar veinte minutos de aburrimiento.
Digo esto antes de entrar en materia porque así ya sabes que si no cuentas con un buen número, no tienes derecho a venderlo. No pongas un producto de dudosa calidad en el mercado. Aquí te diremos cómo vender lo que posees, pero antes habrás de tener algo que merezca la pena vender.

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