DeBols!llo, 2011. 396 páginas.
Tit. or. Night watch. Trad. Javier Calvo.
Vuelta atrás
Me regalaron este libro por mi cumpleaños. De Pratchett, la guardia y con viajes en el tiempo. No podÃa pintar mejor. ¿Se cumplieron las expectativas? Baste decir que lo empecé a las 6 de la tarde y a las 9 de la mañana del dÃa siguiente ya me lo habÃa acabado. Vale que estaba de vacaciones, pero si esto no es engancharse a un libro, que venga dios y lo vea.
Sam Vimes está persiguiendo a un peligroso asesino por los tejados de la UNiversidad Invisible cuando una explosión de magia lo envÃa hacia atrás en el tiempo. Justo en el momento de una famosa revuelta que acabó en un baño de sangre, y a tiempo de enseñar a un recién incorporado a la guardia los mejores trucos de un policÃa viejo.
Un Sam Vimes en estado de gracia y por partida doble, un Lord Vetinari todavÃa joven, y dos encargos que cumplir -evitar un desastre y atrapar a un asesino- junto con la participación de los monjes del tiempo. Un cóctel que, pese a una ligera moralina, me pegaron al libro.
Calificación: Muy bueno.
Un dÃa, un libro (77/365)
Extracto:
Y resultaba creÃble hasta que uno le miraba fijamente a aquellos ojos sonrientes y descarados y veÃa, al fondo de todo, cómo los demonios le devolvÃan la mirada.
Pero no convenÃa pasarse demasiado tiempo mirando aquellos ojos, porque eso querÃa decir que entretanto los tuyos se habÃan apartado de sus manos, y para entonces una de ellas ya tenÃa un cuchillo.
Al policÃa medio le resultaba difÃcil tratar con aquella clase de gente. Los guardias suponÃan que cuando alguien se veÃa ampliamente superado en número, se rendirÃa o tratarÃa de negociar o por lo menos dejarÃa de moverse. No se esperaban que hubiera alguien capaz de matar por un reloj de cinco dólares. (Un reloj de cien dólares ya era otra cosa. Al fin y al cabo, esto era Ankh-Morpork.)
—¿Estaba casado Fuerteenelbrazo? —preguntó. —No, señor. VivÃa en Nuevos Remendones con sus padres. Padres, pensó Vimes. Peor todavÃa.
—¿Ha ido alguien a decÃrselo? —preguntó—. Y no me digas que ha ido Nobby. No queremos que se repita aquella estupidez de «te apuesto un dólar a que eres la viuda de Jackson». —He ido yo, señor. En cuanto hemos recibido la noticia. —Gracias. ¿Se lo han tomado mal? —Se lo han tomado… con solemnidad, señor. Vimes gimió. Se imaginaba sus expresiones. —Yo les escribiré la carta oficial —dijo, abriendo el cajón de su escritorio—. Busca a alguien que se la lleve, ¿quieres? Y que les diga que pasaré en persona más tarde. Tal vez no sea el momento de… —No, un momento, eran enanos, y a los enanos no les avergonzaba hablar de dinero—. OlvÃdalo… diles que tendremos preparados todos los detalles de su pensión y esas cosas. Y además, ha muerto estando de servicio. Bueno, casi. Eso es más dinero. Todo cuenta. —Hurgó en sus armarios—. ¿Dónde está su expediente?
—AquÃ, señor —dijo Zanahoria, dándoselo con presteza—. Tenemos que estar en palacio a las diez, señor. Comité de la Guardia. Pero estoy seguro de que lo entenderán —añadió, al ver la cara de Vimes—. Voy a vaciar la taquilla de Fuerteenelbrazo, señor, y me imagino que los muchachos harán una colecta para comprar las flores y todo…
Después de que el capitán se fuera, Vimes se quedó pensativo delante de una página con membrete. Un expediente, tenÃa que consultar un maldito expediente. Pero últimamente habÃa tantos guardias…
Una colecta para las flores. Y un ataúd. Hay que cuidar de los tuyos. Lo dijo el sargento Dickins, ya hace mucho tiempo…
No se le daban bien las palabras, y mucho menos las escritas, pero después de echar unos cuantos vistazos al expediente para refrescarse la memoria escribió lo mejor que se le ocurrió.
Y eran todo buenas palabras, y más o menos las correctas. Pero la verdad era que Fuerteenelbrazo no era más que un enano honrado que habÃa cobrado por hacer de policÃa. Se habÃa alistado porque en los tiempos que corrÃan apuntarse a la Guardia era una buena opción profesional. No pagaban mal, habÃa una pensión decente, habÃa un plan médico maravilloso si uno tenÃa agallas para someterse a los cuidados de Igor en el sótano y, después de un año más o menos, un agente formado en Ankh-Morpork podÃa marcharse de la ciudad y encontrar trabajo en las Guardias de las demás ciudades de la llanura con ascenso automático. Era el pan de cada dÃa. Los llamaban los Sammies hasta en las ciudades donde nadie habÃa oÃdo hablar de Sam Vimes. Aquello lo enorgullecÃa un poquito. «Sammies» querÃa decir agentes de la Guardia que eran capaces de pensar sin mover los labios, qu e no aceptaban sobornos, o por lo menos no muchos, y solo si se trataba de cerveza y rosquillas, que hasta Vimes reconocÃa que eran la grasa que ayuda a que las ruedas giren suavemente; y eran, en general, hombres de confianza. Por lo menos para cierto valor de «confianza».
2 comentarios
Escuché nombrar varias veces a este autor, sin embargo, nunca vi un libro suyo en los anaqueles de las librerÃas porteñas. Me pregunto si se habrá editado en Argentina, pues parece sumamente interesante su obra.
Es raro… te contesto en privado.