Terry Pratchett. Cartas en el asunto.

agosto 15, 2014

Terry Pratchett, Cartas en el asunto
DeBolsillo, 2012. 432 páginas.
Tit. Or. Going Postal. Trad. Javier Calvo.

Regalo de mis peques para el día del padre, tan pequeños y con tan buen gusto 🙂

El estafador Húmedo von Mustachen ha llegado al final de su carrera y le espera la horca. Pero en el último momento se le aparece un ángel con la forma de Lord Vetinari que le ofrece una oportunidad. Podrá escapar de la pena capital si accede a hacerse cargo de la dirección del servicio postal de Ankh-Morpork. Una tarea que parece fácil, hasta que descubre que todos los que ocuparon este cargo tuvieron unas muertes trágicas y misteriosas…

Primera aparación de von Mustachen al que ya había conocido en la continuación de este libro, Dinero a mansalva. Curiosamente este libro es un poco el reverso de la continuación. Allí se elogiaban los instrumentos financieros, mientras que aquí se critica el modelo de accionariado que busca el beneficio a costa del servicio.

Si los clacs son el internet del Mundo Disco y los que lo manejan los informáticos de allí, es fácil de entender una crítica como la siguiente:

Tenía ganas, oh, qué ganas tenía de decirles: Técnicos, gente con oficio. ¿Sabéis lo que quiere decir «con oficio»? Quiere decir hombres con algo de orgullo, que se hartan y se marchan cuando les mandas hacer chapuzas a toda prisa, por mucho que les pagues. Y por eso ahora estoy dando trabajo de «técnicos» a gente que apenas está capacitada para barrer el suelo de un taller. Pero a vosotros os da lo mismo, porque si no calientan una silla con el culo todo el día os creéis que un hombre que se ha pasado siete años de aprendiz es lo mismo que un cretino del que no puedes fiarte que sepa agarrar un martillo por el lado correcto. Esto no lo dijo en voz alta, porque aunque es probable que un hombre mayor tenga mucho menos futuro que uno de veinte años, sin embargo lo cuida mucho mejor…

Hay escenas memorables, como la de la biblioteca (dejo fragmento) o la carrera entre la diligencia y las torres, donde el protagonista demuestra que a chulo -y simpático- nadie como él. Lo mejor, los golems.

Me lo leí prácticamente de una sentada. Más reseñas: Cartas en el asunto, Mi opinión sobre: Cartas en el asunto, de Terry Pratchett y hasta el propio traductor la comenta en su bitácora: CARTAS EN EL ASUNTO .

Calificación: Muy bueno.

Extracto:
Bueno, creo que mi cuerpo viajó en el tiempo pero las plantas de mis pies no, solo que no estoy seguro de cuánto de aquellio fue una alucinación; casi me mató un corrimiento de cartas y I el correo no para de hablar conmigo, fueron las palabras que Húmedo no pronunció, porque era la clase de cosas que uno no le contaba a un cuaderno abierto. Lo que dijo fue:
—Oh, no. Es un edificio antiguo y encantador, y tengo toda la intención de devolverle su gloria de antaño.
—Bien. ¿Qué edad tiene usted, señor Mustachen?
—Veintiséis años. ¿Es importante?
—Nos gusta ser concienzudos. —La señorita Cripslock le dedicó una dulce sonrisa—. Además, resulta útil si tenemos que escribir su necrológica.
Húmedo recorrió el pasillo a zancadas, seguido por los pasos furtivos de Ardite.
Se sacó las cartas nuevas del bolsillo y se las puso a Ardite en las manos artríticas.
—Mande a repartir estas. Todo lo que sea para un dios o una diosa va a su templo. Todas las demás que sean raras me las pone encima de la mesa.
—Acabamos de recoger otras quince hace un momento, señor. ¡A la gente le hace gracia!
—¿Tiene el dinero?
—Oh, sí, señor.
—Pues entonces somos nosotros los que se ríen —dijo Húmedo en tono firme—. No tardaré mucho. Me voy a ver al mago.
Según dictaban la ley y la tradición, la gran Biblioteca de la Universidad Invisible estaba abierta al público, aunque no se permitía llegar a las estanterías mágicas. La gente no se daba cuenta, sin embargo, porque dentro de la Biblioteca las normas del tiempo y del espacio estaban retorcidas, de manera que no costaba nada esconder cientos de kilómetros de estantería en un espacio del grosor aproximado de una capa de pintura.
Pese a todo, la gente entraba en masa, en busca de respuestas a esas preguntas que se consideraba que solo los bibliotecarios podían responder, como por ejemplo: «¿Esto es la lavandería?», «¿Cómo se escribe «subrepticio»?» y, cada dos por tres, «¿Tiene un libro que recuerdo que leí una vez? Con la cubierta roja y al final resultaba que eran gemelos».
Y la Biblioteca lo tenía… en alguna parte. En alguna parte tenía todos los libros que se habían escrito, todos los que se escribirían en el futuro y, lo más notable, todos los que era posible escribir. Estos, sin embargo, no se encontraban en los estantes abiertos al público, por si acaso su manipulación inexperta causaba el colapso de todo lo que es posible imaginar.»*
Húmedo, igual que todos los que entraban en la Biblioteca, se quedó mirando la cúpula. Lo hacía todo el mundo. La gente siempre se preguntaba por qué una biblioteca cuyo tamaño era teóricamente infinito estaba cubierta por una cúpula que apenas medía treinta metros de ancho, y se les dejaba que siguieran preguntándoselo.
Justo debajo de la cúpula, mirando hacia abajo desde sus nichos, estaban las estatuas de las Virtudes: la Paciencia, la Castidad, el Silencio, la Caridad, la Esperanza, el Tubso, la Bisono-mía** y la Fortaleza.
Húmedo no pudo resistir la tentación de quitarse el sombrero e inclinar la cabeza ante la Esperanza, a quien tanto debía. Luego, mientras se preguntaba por qué la estatua de la Bisono-mía llevaba una tetera y algo que parecía un puñado de nabos, colisionó con alguien que lo agarró del brazo y lo arrastró apresuradamente al otro lado de la sala.
—No diga nada, no diga nada, pero está usted buscando un libro, ¿verdad?

* Otra vez.
** Muchas culturas ya no practican ninguna de estas dos en el bullicioso y ajetreado mundo moderno, porque nadie recuerda en qué consisten.

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