Mario Levrero. Nuestro Iglú en el ártico.
Cuentos / enero 12, 2024

Criatura editora, 2012. 330 páginas. Incluye los siguientes relatos: El sótano Nuestro iglú en el Ártico Gelatina La toma de la Bastilla o cántico por los mares de la luna La cinta de Moebius Espacios libres Los muertos Capítulo XXX Los carros de fuego Entrevista imaginaria con Mario Levrero Que partiendo de una imagen inusual van desencadenando una serie de acontecimientos que se rigen por la lógica de los sueños, efectos que tienen poco que ver con las causas, saltos de trama, situaciones equívocas y extrañas… Por ejemplo en La cinta de Moebius la cosa empieza con un viaje a Europa ya que una pareja ha ganado un concurso, pero se añaden todos los parientes, que luego irán muriendo por el camino, el protagonista -un niño- verá como su prima se pierde y la cambian por otra, vivirá en París y acabará volviendo en un globo que pierde altura. Este tipo de relatos tienen el peligro de volverse irrelevantes si las imágenes no nos van atrapando de alguna manera. Aunque parezca raro es más difícil enganchar al lector si van pasando cosas sorprendentes y sin ilación que con historias previsibles. Por suerte el autor no descarrila y a mí, por…

Mario Levrero. La banda del ciempiés.
Novela / septiembre 11, 2018

Una banda de malhechores, disfrazados de gusano gigante, están sembrando el pánico en la ciudad. El detective Carmody podría ocuparse de ellos, si sólo hubiera alguien que le contratara. Una joven, de manera imprudente, expresa en público su intención de hacerlo y es secuestrada. Empieza una carrera entre la búsqueda de los malhechores y el detective que adquiere tintes surrealistas. Es un enorme pastiche de las novelas de detectives de los años 50, como las de Fumanchú, con sus equipos de investigadores, sus malvados en la sombra, sus misterios y sus continuos encadenamientos de aventuras. Es muy original y a ratos divertida, pero se me hizo algo pesada tanta parodia. Curiosa. Los coches que atro-pellaban ciegos se detenían, tardíamente, y así se logró que el tránsito se fuera inmovilizando y los ciegos que habían quedado indemnes pudieran, aunque no sin angustia, buscar refugio sorteando a los tropezones y manotones los autos detenidos. Se creó una enorme confusión que atrajo gran afluencia de público y también a varios agentes del orden, quienes, a su vez, atraían a otros agentes haciendo sonar con fuerza sus silbatos. Se organizó de inmediato el llamado de ambulancias que recogieran a los muertos y a los…