Seix Barral, 2018. 340 páginas. Biografía muy particular de Olivier Messiaen. Particular porque se cuenta en primera persona, de una manera muy introspectiva y con un lenguaje poético, casi musical, como si quisiera imitar las composiciones del maestro. Narrado desde los último años del compositor, echando la vista atrás, rememorando ese don de la fiebre, esa sensación sinestésica que mezcla sonidos y colores, que le permite rozar la falda de Dios en ocasiones, porque Messiaen es creyente, organista en una iglesia, y no reniega de su fe ni en sus obras ni en su vida. La primera parte del libro se me hizo un poco pesada, me venía muy recomendado y si bien no hay ningún pero a cómo está escrito, no acababa de atraparme. Pero enseguida viene la parte en la que Messiaen está en el campo de concentración y cómo escribe y representa el Cuarteto para el fin del tiempo y en ese momento, poniendo la música de fondo, vino la magia de sentirme transportado a ese barracón frío donde cuatro personas combatían la realidad con la belleza del arte. Sólo por eso ya merece la pena leerlo. Otras reseñas: El don de la fiebre y El don…