Candaya, 2024. 156 páginas. Igual que en aquel Madre mía la autora construye una especie de ensayo basado en sus propias experiencias sobre la necesidad de tener una casa y la dificultad casi titánica de encontrar una en estos tiempos. Problema que está más de actualidad que nunca, debido a los altos precios de los alquileres y a la casi imposibilidad de comprar una vivienda. La única posibilidad, como cuenta la autora, es buscar en los pueblos, y aún así la cosa está difícil. Pero no creamos que es una crítica social, al contrario, más bien una narración de los vaivenes emocionales dentro de una situación de incertidumbre, las diferentes maneras de encarar una relación de pareja y la búsqueda de un lugar que podamos llamar hogar. No me ha impactado tanto como el otro y es normal, porque la muerte de una madre tiene mayor potencia emocional que la falta de un techo, pero Florencia escribe de maravilla y saca petróleo de cualquier parte. Muy bueno. En junio, agotada de cuidar también a la mayor, y muy cansada de amar, supe que tenía que dejar esa relación. Me propuse la ruptura. El padre me dijo: Me sorprendió que no…
Caballo de Troya, 2018. 208 páginas. Autoficción en la que la autora narra su vida y sus viajes mientras su madre está enferma de cáncer y la sombra de la culpa la acompaña en sus desplazamientos. Lo primero destacable es la calidad de la prosa de algunas de sus páginas, brillantes, desgarradoras. Cuando esa calidad se usa para contar algo que es triste y es verdad, te conmueve sin reservas. No todo el texto tiene la misma altura -algo que sería difícil- pero he disfrutado muchísimo de su lectura. Me lo recomendaron aquí: Madre mía, donde encontrarán una reseña mejor. Muy recomendable. Me fue a buscar a mi hotel, lo hice pasar a la habitación. A los pocos minutos de haber subido nos golpearon la puerta. Era el chico de la recepción. Que no se permitían hombres en la habitación de una mujer sola. Comenzaron los gritos. No me parecía necesario. Dejaron de discutir en inglés y empezaron a hacerlo en hindi. Los eché a los dos de mi habitación. Bajé a los pocos minutos y seguían discutiendo en la recepción. Le dije a mi amigo que se tranquilizara, que no me gustaba verlo así ni me parecía la agresión…