Varias autoras. Locas y perversas.
Cuentos / septiembre 20, 2022

Egales, 2020. 268 páginas. Incluye los siguientes relatos: Cartas sin abrir – Cristina Domenech Pipas – Catalina Maer Serendipia – Mila Martínez Fuckondo – María Mínguez Masquerade – Mayte Morodo Fórmula compleja – Martha Lovera Bulimia – Prado G. Velázquez Caricia – Elizabeth Duval Calle de la Resistencia – Yolanda Arroyo Cinco horas con María – Eley Grey La cruz de la moneda – Marta Garzás Un paseo por el campo – Josa Fructuoso Tres segundos – T. S. Williams La chica de la crisálida – Sonia Lasa Muerte, luto y fantasía – Elena Flores María – Ana H. Reyero El primero me gustó muchísimo y el resto, en mi opinión, no está a la altura. Relatos bastante normalitos, bien escritos pero algo flojos. Ninguno me llamó la atención. Se deja leer. El pelo corto de Laura despunta en todas las direcciones porque se ha pasado la mano por la cabeza demasiadas veces, fruto del aburrimiento y la frustración. María ha hecho cinco solitarios en el portátil antes de decidir que debería estar trabajando, que es algo que María no decide a la ligera. Su único consuelo es que nadie en la biblioteca parece estar haciendo mucho más, porque, si…

Thais Morales e Isabel Franc. Desconocidas y Fascinantes.
Ensayo / junio 21, 2022

Egales, 2013. 286 páginas. Una colección de 63 minibiografías de mujeres lesbianas que destacaron por alguna razón y que llevaron como pudieron su sexualidad en épocas más oscuras. Muchas de ellas pioneras valientes a las que hay que visibilizar para poner en valor su experiencia vital. Muy interesante. Nació en San Sebastián en 1592. A la edad de 4 años su madre y su padre la internaron en el convento de monjas dominicas San Sebastián el Antiguo, de donde se escapó a los quince. Estuvo escondida en las afueras del convento durante tres días, en los que se dedicó a cambiar su imagen: se cortó el pelo y transformó los hábitos que llevaba en ropas de hombre. Después de servir durante tres años a varios señores con el falso nombre de Francisco de Loyola, Catalina decidió embarcarse de grumete y viajar a las Indias. Se hizo pasar por castrado y adoptó el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán. En Colombia abandonó la vida marinera y trabajó como mancebo de un comerciante, con el cual partió hacia Trujillo, Perú. Allí tuvo el primero de sus muchos problemas con la justicia al matar a un hombre en duelo. Huyó entonces a…