Sergio L. Palacios. La guerra de dos mundos.

diciembre 3, 2012

Ediciones Robinbook, 2008. 250 páginas.

Sergio L. Palacios, La guerra de dos mundos
Cine vs. física

Si los libros de divulgación científica patrios son escasos, todavía son menos los orientados a un público juvenil. Escribir sobre ciencia de manera que pueda interesar a los jóvenes no es fácil, pero Sergio L. Palacios sale airoso de la prueba. No en vano lleva cuatro cursos impartiendo una asignatura en la universidad de Oviedo llamada Física en la ciencia ficción.

No cabe duda de que examinando de cerca las hazañas de los superhéroes, analizando las armas futuristas de la guerra de las galaxias, o el teletransporte de series como Star Trek podremos saber que principios físicos sustentan tales maravillas o, por el contrario, conocer que leyes se están violando.

En los 37 artículos -de títulos a veces tan cinematográficos como Por un puñado de antimateria o (Surfeando) con tablas y a lo loco– se procede básicamente de dos maneras diferentes. En algunos la referencia de la película sirve como excusa para explicar el funcionamiento real de alguna ley física o dispositivo tecnológico. Así, en el primer capítulo, Rayos, láser y centallas se explica el funcionamiento de los rayos láser tomando como excusa los sables de la guerra de las galaxias. En otros, sin embargo, se demuestra que lo que estamos viendo es totalmente absurdo desde cualquier punto de vista, por muchos superpoderes que se tengan. En A lo hecho, pecho se explica que aunque Superman pueda detener el impacto de una bala, si se le dispara con una ametralladora debía retroceder por las colisiones de las balas.

Por suerte para el autor el rigor científico de los guionistas de Hollywood deja mucho que desear, así que tiene material para ilustrar de manera amena una serie extensa de fenómenos: que no tendría sentido hacer explotar un meteorito como en Armaggeddon, que el deshielo de los casquetes no cubriría la tierra de agua, así que Waterworld no tendría mucho sentido o que hay películas como The Core que deberían recibir un premio a la mayor cantidad de despropósitos juntos. No se salva ni El principito.

El libro se complementa con un índice muy completo, una serie de referencias bibliográficas ordenadas por capítulos y una relación cronológica de todas las películas mencionadas en el texto.

Recomendable no sólo para el público más joven, al cual está dirigido, sino para todas las edades. Esperaremos continuación.


Extracto:[-]

No os voy a obsequiar con cifras mareantes, pero sí que me voy a ocupar de la situación particular que se cita en la Wikipedia, donde se afirma que en el número 33 del volumen 2 de The Incredible Hulk, éste consigue, en un solo salto, desplazarse nada menos que 1.000 millas, o sea, algo más de 1.600 km. Esto es todo lo que necesito para tener una disculpa con la que daros la lata durante unos cuantos renglones más. Si suponéis que Hulk ha elegido el ángulo bueno de 45 grados para saltar, la velocidad con la que debió propulsarse debió de ascender a la espeluznante cifra de 4 km/s o, lo que es lo mismo, 14.400 km/h. Un tipo de la masa de un «mihura» desplazándose a esta velocidad, aunque conserve sus omnipresentes pantalones después de transformarse de Banner en Hulk y viceversa, debería de estar hecho a prueba de huracanes. Oh, pido perdón por esta frase. No recordaba que estoy suponiendo que no hay aire contra el que restregarse las malas pulgas. Mea culpa.

Bien, sigo con otra cosa. La verdad es que la velocidad inicial de nuestro querido saltimbanqui verdoso me decepcionó un poco, pues yo esperaba que fuese suficiente para ponerle en una órbita baja alrededor de nuestro planeta y ver cómo se las apañaba a la hora de bajar de nuevo a tierra. Pero no, ya que esta velocidad necesaria para poner un cuerpo en órbita, conocida como primera velocidad cósmica, tiene el valor de 7,9 km/s. Lástima. En fin, a ver si hurgando un poco más… Bien, el asunto de la altura máxima que alcanza me lleva a obtener que ésta es de 400 km. Bah, otra minucia sin interés. Sin embargo, como no hay rozamiento con el aire, los físicos llamamos a esta situación «ausencia de fuerzas no conservativas» y, por consiguiente, debe conservarse la energía mecánica total de Hulk. Dicho en lenguaje comprensible: Hulk debe llegar al suelo con la misma velocidad con la que inició su salto (os la recuerdo una vez más: 14.400 km/h). ¡Vaya castaña que te vas a dar! Un objeto de 500 kg que llegue al suelo con una velocidad de 14.400 km/h liberará una energía equivalente a hacer detonar media tonelada de TNT. Eso sí que es dejar huella ¿eh?

Hasta aquí la lección de nivel básico. En adelante, doy paso al nivel intermedio. Para tratar el problema expuesto en los párrafos anteriores he supuesto que Hulk es una partícula, es decir, que no tiene tamaño aunque sí posee masa. Además, he supuesto que el punto de partida para su salto y el de destino están situados en la misma línea horizontal. Sin embargo, si alguna vez habéis observado la forma en la que saltan los mejores saltadores, que son los atletas especialistas en salto de longitud, éstos, al caer, flexionan su cuerpo intentando caer hacia delante y evitando golpear con el culete la arena antes de tiempo. Esto hace que el centro de masas de su cuerpo se encuentre más alto sobre el suelo en el punto donde se inicia el salto que en el punto sobre el que se produce la caída. Por otra parte, toda la energía cinética que posee inicialmente el saltador no se invierte en adquirir velocidad para ejecutar el salto, sino que una parte de la misma se gasta en coger altura y otra se transforma en calor y sonido. Si seguimos despreciando la influencia del aire, ahora se demuestra que el ángulo óptimo de despegue para alcanzar la distancia máxima ya no es de 45 grados, sino tan sólo de 35, dependiendo este ángulo de la velocidad inicial que posee el atleta en la carrerilla previa al salto. Cuanto mayor es la velocidad inicial a lo largo de la pista, tanto mayor resulta ser el ángulo óptimo para el salto. Este hecho obliga a los saltadores menos veloces a elegir valores de aquél más pequeños, lo que trae irremediablemente como consecuencia longitudes de salto más pequeñas.

3 comentarios

  • Al rico libro diciembre 4, 2012en9:00 pm

    Hay cosas que es mejor no saber…

  • Sergio L. Palacios diciembre 8, 2012en11:20 pm

    En primer lugar, agradecer la reseña de mi primer libro. En cuanto a la asignatura que imparto, Física en la Ciencia Ficción, llevo ya nueve años haciéndolo (llevaba cuatro cuando publiqué «La guerra de dos mundos», en 2008). Finalmente, hay una continuación, mi segundo libro se publicó a finales de noviembre de 2011 y lleva por título «Einstein versus Predator», también en Robinbook.

    Un saludo.

  • Palimp diciembre 17, 2012en7:31 pm

    La reseña la hice para la revista ‘El Escéptico’ hace ya cuatro años, y entono un mea culpa por no haber actualizado los datos, gracias por las correcciones.

    Tengo noticia de su segundo libro, que no tardaré en leer. Si está tan bien o mejor que el primero, será todo un placer.

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