Todavía no se sabe muy bien cual es la definición de ‘Novela gráfica’ pero Santiago García -uno de los mejores guionistas del cómic actual- realiza un estudio que rastrea las fuentes y la evolución del formato.
Muy bien documentado, sirve también para descubrir autores históricos que se hayan escapado del rádar y valores nuevos. En el último tramo hay menos rigor histórico y más enumeración de autores, pero es igual de interesante.
Un mal nombre
El «mal nombre» del cómic empieza con el mismo Tópffer, que acostumbraba a utilizar apodos poco serios para referirse a sus propias creaciones, desde «garabatos» hasta «tonterías gráficas». En la recopilación de sus ensayos sobre el arte, titulada Réflexions et menus-propos d’un peintre genevois (1848), «Tópffer burbujea con teorías que no puede tomarse en serio. Sobre todo, no puede imaginar que el lector le tome en serio durante mucho tiempo»29. El deseo de teorizar contrarrestado por el temor a parecer demasiado pomposo de Tópffer tiene un significativo eco en el «manifiesto de la novela gráfica» de Eddie Campbell, que en su noveno punto reza:
A los novelistas gráficos nunca se les ocurriría utilizar el término novela gráfica cuando hablan con sus colegas. Normalmente se referirán simplemente a su «último libro» o a su «trabajo en marcha» o a «ese curro» o incluso dirán «cómic», etc. El término ha de ser utilizado como emblema o bandera que se enarbolará cuando se llame a batalla o cuando se masculle una pregunta sobre la localización de determinada sección en una librería desconocida. Los editores pueden usar el término una y otra vez hasta que signifique aún menos de lo que ya significa.
Aún más, los novelistas gráficos son muy conscientes de que la siguiente oleada de historietistas elegirá trabajar en los formatos más pequeños posibles y nos ridiculizará a todos por nuestra pomposidad.
Es evidente que, después de más de un siglo de no tomarse en serio a sí mismos, a los historietistas les cuesta empezar a hacerlo ahora. En Francia, donde la industria editorial más potente de Europa se ha visto acompañada por el más temprano reconocimiento cultural del cómic, éste se conoce con el nombre de bande dessinée (literalmente, «tira dibujada»), tal vez uno de los términos aparentemente más asépticos y descriptivos de los que se han aplicado al medio en diversas lenguas. Sin embargo, Thierry Groensteen observa que dicho término no se estableció hasta la década de los sesenta, es decir, cuando el cómic tenía más de un siglo de antigüedad, y que anteriormente era conocido con nombres como histoires en estampes (expresión inventada por Tópffer, como hemos visto), histoires en images, rédts ¿Ilustres, films dessinées «y, por supuesto, cómics»30. La tardanza en encontrar un nombre nos hace pensar en un arte huérfano, un arte que no acaba de ser reconocido por la sociedad.
En España, los dos nombres más difundidos de origen propio hacen referencia a la naturaleza infantil o al escaso valor del medio. «Tebeo» deriva de la popular revista TBO, fundada en 1917, y destinada al humor para niños, mientras que «historieta», que en sí significa «fábula, cuento o relación breve de aventura o suceso de poca importancia» (diccionario de la RAE), es un término importado de Hispanoamérica, donde Ana Merino señala que también se utiliza el nombre «muñequitos» (en Cuba), lo que no mejora notablemente la consideración social del medio.
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